Capítulo 14

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Percy

Esto ha sido una mala idea. Este viaje. Esta habitación de hotel. Una únicacama. Mal, todo mal. En algún punto durante la noche, su espalda ha terminadopegada a mi pecho, su trasero alineado con mi polla. Acurrucados. Estamosacurrucados. 

Su camisa está pegada a mi pecho desnudo, y soy consciente de que elalgodón con patrón de panal es lo menos sexy del planeta, pero mi polla no harecibido el mensaje. De algún modo, he logrado rodearla con un brazo mientrasdormía y sus piernas están apretadas contra las mías. Saber que están desnudascon esa diminuta excusa de pantalones cortos me está matando. Entonces semueve y los dedos de sus pies me tocan la espinilla, y las pelotas se me ponenaún más moradas. Me he despertado hace unos minutos con una erección que haempeorado progresivamente al recordar dónde estaba y contra quién estabapegado. Su pelo aún huele ligeramente a vainilla y fresa, incluso con los restosde laca de ayer. Y es suave. Lo sé porque estoy jugueteando con los mechonesextendidos en mi almohada. Como un pervertido. O un gilipollas obsesionado. 

Espero haberla analizado correctamente. Espero que este plan que he urdidopara lograr lo que deseo funcione. O estoy jodido. Me separo de ella y salgorodando de la cama. Ella murmura y sus párpados aletean antes de girarse paraquedar bocarriba y estirase. Necesito una ducha, ahora mismo. 

Permanezco debajo del agua caliente durante lo que parece una hora y merodeo la polla con una mano para proporcionarme casi tanta satisfacción comola que me da fingir salir con Annabeth. A ver, me corro y lo disfruto. Pero lamasturbación nunca es comparable al sexo de verdad. Nunca. Es como ladiferencia entre ver un partido de fútbol americano por la tele y vivirlo en elcampo. Y mi polla está más que lista para ponerse la equipación y empezar elpartido con Annabeth. 

Salgo del lavabo con una toalla enrollada en la cintura. No me he acordadode traer ropa al entrar, demasiado absorto como para pensar en nada. 

—¡Por fin! —exclama Annabeth cuando se abre la puerta del baño—. ¿Por quéhas tardado treinta y cinco minutos en ducharte? —pregunta mientras caminopara ir a por ropa limpia de mi maleta—. Hay sequía en los estados montañosos,Percy. —Deja de hablar cuando se da cuenta de que voy desnudo, salvo por latoalla. 

—No hagas preguntas cuya respuesta no quieres saber —respondo consarcasmo y vuelvo a meterme en el cuarto de baño para vestirme. 

Annabeth guarda silencio cuando vuelvo a salir. Está sentada en medio de lacama, tiene las piernas dobladas, y las rodea con los brazos, mientras me mirafijamente. Sus piernas están demasiado expuestas para mi gusto, así que le digoque se dé una ducha porque no sé cómo pedirle que se ponga unos putospantalones sin parecer un gilipollas. 

Para cuando sale del lavabo vestida, con el pelo todavía mojado ydespeinado, el servicio de habitaciones ya nos ha traído el desayuno que hepedido. 

—Lo siento, no tenían dónuts —digo, señalando la comida que está encimade la mesa—. Te he pedido un gofre con Nutella. 

Ralentiza sus movimientos mientras mete algo en la maleta y me mira consuspicacia. 

—¿Te has acordado de que me gusta la Nutella? 

—Soy un novio fantástico —replico y muevo una silla para ella. Me mira unsegundo más antes de sentarse. 

—¿Entonces hoy seguimos fingiendo? —pregunta sin mirarme, por lo queno puedo deducir el significado exacto de sus palabras. ¿Seguimos fingiendoque necesito una novia falsa? ¿Seguimos fingiendo que no he planeado todoesto para poder pasar tiempo con ella sin que le entre la ansiedad? ¿O mepregunta si seguimos fingiendo de cara a los demás? Doy un sorbo al café y laobservo cortar el gofre. Se mete un trozo en la boca. Alza las cejas mientrasmastica, como preguntando por qué no contesto. 

El Chico de mi VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora