Libro 1 de la Trilogía Amores Designados.
Su misión es entregar el paquete con vida en un máximo de cuarenta horas...
Cuarenta horas parecen ser nada cuando el paquete se convierte en lo único que quieres mantener cerca de ti.
¿Logrará su misión?
¿E...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
—¿Cómo sabes mi nombre? —pregunto de pronto, cuando ya van a ser las seis de la tarde y lo único que se escucha en el miniván son nuestros estómagos.
Esas manzanas, naranjas y bananas no han sido suficiente para llenarme, obviamente.
—Leí tu expediente —responde, con su cabeza pegada a la ventana.
—Puedo parar por si quieres dormir atrás un rato —propongo porque desde que cambiamos de auto, no ha dicho más nada. Ni siquiera cuando intentó poner música y descubrió que no sirve la emisora.
—Estoy bien aquí —asegura. Asiento y continuo el camino. Realmente llevo ya como un cuarto de hora, pensando cómo conseguir comida, pero si se indignó por coger la bolsa del hombre, tanto que ni siquiera probó lo que le quité, dudo que acepte comer algo que robe en algún restaurante.
Además, no quiero detenerme.
Debo hacerlo dentro de nada porque el medidor de gasolina del miniván ya recalca que necesitamos llenar el tanque, pero no tenemos ni dinero ni ganas de seguir con este auto. Hemos pasado todo el día con él. Deberíamos cambiarlo ya.
—Buscaré una gasolinera —le cuento y ni sé por qué lo hago. Asiente sin decir nada.
Agradezco en mi interior conseguirla vacía. Connor es el primero en bajar.
—Iré al baño —informa. Asiento y bajo para llenar el tanque, viendo a los lados, rogando que nadie salga a cobrar.
—Hey. —Salto al escuchar una voz. Encuentro a un chico, calculo que, de mi edad, con el uniforme de la gasolinera.
—Hola —musito.
—Te ayudo —dice amable y coge el mismo la manguera para llenar el tanque—. Entonces, ¿cuánto necesitas que te eche? —pregunta. Paso saliva.
—Seré honesta, no tengo dinero para pagar por ella, pero necesito llenar todo el tanque —admito. El chico parpadea.
—¿Qué? —replica. Le hago señas a Connor cuando aparece, de que no se acerque.
—Pues, estoy huyendo de mis padres, ¿sabes? Me trataban como la mierda —miento y comienzo a llorar tan fácilmente que ni siquiera debo intentarlo realmente. El chico hace un sonido raro y luego lo tengo tomándome por los hombros.
—Hey, tranquila. ¿Abusaban de ti? ¿Necesitas que le hable a la policía? —pregunta. Niego con la cabeza con rapidez.
—No, solo quiero llegar a casa de mis abuelos. Ellos van a recibirme —miento de nuevo. El chico asiente, elevando mi rostro.
—Claro, no hay problema. Si necesitas ayuda, este es mi número, llámame —pide y coge mi mano para escribir en la palma con un marcador, un número de teléfono. Quien parpadea ahora soy yo.
—Gracias, muchas gracias —digo. El chico sonríe amablemente.
—Greg, me llamo Greg. ¿Y tú eres? —pregunta. Sonrío y le hago señas a Connor de nuevo para que rodee la camioneta de forma discreta y suba.