cincuenta y cinco.

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—Señor Sainz —Alice murmuró mientras lo observaba desde la puerta del salón principal, lugar donde se llevaría a cabo la ceremonia

—Señorita Martínez ¿O debería decir Alice? —el dio la vuelta y le dedicó una sonrisa

—Como le parezca más excitante —le guiñó el ojo

—Señora de Sainz es un nombre que me prende muchísimo —él mordió su labio inferior de una manera seductora

—Que afortunado, justo hoy en la noche tendrá a su señora Sainz —Alice sonrió e ingresó al lugar —. Isabel de Sainz, he de  admitir que no me convence del todo

—Alice de Sainz suena mucho mejor —Carlos se apoyó contra la pequeña mesa que horas más tarde sería testigo de su firma para unir su vida a la de la española

—Alice de Sainz —repitió la rubia mientras desfilaba frente a él —. Alice —hizo una pausa —. De Sainz —sus palabras salieron casi en un susurró que excitaron rápidamente al piloto

—¿No le dijeron que el negro solo está permitido para el novio? —dijo señalando su abrigo —. ¿O va para un entierro?

—Tal vengo para que usted me lo entierre —ella dijo con una sonrisa encantadora en sus labios e hizo que Carlos chasqueara su lengua intentando contener el deseo

—Acercate más —murmuró acomodando su corbata que empezaba a ser una carga en su cuello —. Quiero admirarte

—Señor Sainz —Alice susurró y se acercó un poco más —. ¿Que pretende?

—Ya lo dije —murmuró —. Eres la obra de arte más increíble que jamás haya visto —sonrió —. Permítame admirarte

—¿Así que una obra de arte? —dijo de manera juguetona —. Me pregunto a cuántas le habrá dicho lo mismo —su mirada se clavó en los ojos marrones del moreno y estos mostraron cierta emoción al estímulo visual que ella acaba de probar con él

Dejó caer su abrigo negro enseñándole así un vestido negro de encaje y transparencia, dónde claramente se podía ver sus bragas negras y que el sostén hacía parte del vestido, este también estaba completado por unos guantes de encaje y transparencia y unas botas altas completamente negras en piel

—Tal vez se lo haya dicho a muchas o tal vez no —murmuró extasiado —. Solo se que a ti te lo digo enserio

—¿Que le parece está cercanía? —Alice preguntó mientras se para frente a él, justo en el altar que horas más sería testigo de la unión de los españoles

—Peligrosa —murmuró Carlos

—¿La cercanía o yo? —ella bromeó

—Ambas —contestó él sin quitar la mirada de sus ojos

—Señor Sainz —ella susurró y sin lugar a dudas fue un deleite auditivo para él hombre, pues tomó tuvo más opción que apretar sus puños a los costados para no perder la cordura —. ¿Que pretende?

—Esa pregunta debería ser para ti —dijo con la voz ronca de deseo

—Yo solo pasaba por aquí para ...

—Seducirme —completó Carlos —. Lo conseguiste

—Quería ver qué todo estuviera en orden —corrigió ella —. Que se sienta atraído por mí es cuestión suya, no tengo que ver

—Tienes toda la maldita culpa —dijo agarrándola bruscamente sentandola en la mesa —. Tienes toda la maldita culpa que haya arruinado mi traje y esté apunto de arruinar mi boda

—¿Por qué señor Sainz? —preguntó de manera inocente y jugueteó con su corbata

—Es tu culpa porque en este preciso instante tienes a mi pene goteando de deseo por ti —cerró los ojos con fuerza mientras le susurraba aquellas palabras al oído —. Y ni siquiera me has tocado

Infieles »Carlos SainzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora