Capítulo veintidós.

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—¡Todos arriba! —Gritó el coronel saliendo de su carpa—. Es hora de seguir avanzando.

Era nuestro tercer día en el desierto: en el primero aparecieron residuos, pero en el segundo se mantuvo todo tranquilo, lo que hacia aumentar la ansiedad de todos.

—Tengo mucho sueño—se quejó Henry.

—¿Crees que hoy aparezcan residuos? —Preguntó Jason.

—¿Para que te vuelvas a quedar paralizado?

—Scarlett calla a tu compañerito.

—Solo si llegamos vivos—le recordé.

—Llegaremos vivos, quiero que seas mi compañera—Pestañeó varias veces logrando hacerme sonreír.

—Si tiene gana de ser tierno, puede besarme el culo—nos sorprendió la voz del coronel.

Los tres abrimos los ojos sorprendidos con sus palabras, cuando las procesé solté una carcajada y el coronel pareció sentirse orgulloso por lo que logró.

—Entonces, ¿La idea es pasar el desierto?

—Si—Me dijo el mayor Bryan—. La ultima vez nos demoramos días.

—Ojalá el desierto no fuera tan grande—murmuré.

—¡Mire, coronel! ¡Puedo observar las piedras!

Todos nos detuvimos ante el grito del mayor, y observamos adelante. Claramente, a unos kilómetros se podía ver que el desierto se acababa y aparecían miles de piedras gigantes.

—No puede ser—Murmuró él—. Solo hemos caminado dos días.

—¡Preparen sus espadas! —gritó Cassandra—¡Aquí fue donde nos atacaron la ultima vez!

Saqué mi espada mientras montaba a Ikaika, quien se negaba a dirigirme la palabra.

—Esto...

—Estas rocas son gigantes.

—No podremos pasar con los caballos, dejan muy poco espacio—Evaluamos el terreno.

—¿Y si solo recorrimos un poco y volvimos?

El coronel ordenó que la teniente dina y el capitán Caleb se quedaran con los caballos ya que solo estaríamos afuera diez minutos. Tomamos aire y nos preparamos para ser los primeros en tocar terreno desconocido.

Vuelvo pronto, Ikaika.

Miré su espalda, miré como pisaba y al no haber ningún movimiento dio la orden que lo siguiéramos, observé cada uno de sus movimientos y lo admiré.

—Estén atentos—susurró.

Caminamos lentos, alerta y listos para defendernos, delante de mí iba Henry y detrás Jason, él que murmuraba maldiciones por cada paso.

—Guarda silencio, Jason—Pedí en un susurro.

Por desconcentrarme, no vi la pequeña piedrita que estaba frente a mi y tropecé, alcancé a sujetarme afirmándome de otra grande.

No matar, solo preguntar por nuestra líder.

No matar, solo preguntar por nuestra líder.

No matar, solo preguntar por nuestra líder.

No matar, solo preguntar por nuestra líder.

Miles de voces vinieron a mi cabeza, el suelo vibró y las piedras se removieron con brutalidad, hasta que una por una se fueron convirtiendo en residuos.

Solo por esta nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora