Capítulo treinta.

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Sonrió al ver mi cara de pánico.

Salí corriendo.

Casi parecía una damisela en peligro corriendo a través de la gente sujetándome el vestido sin mirar atrás, aunque sabía que no estaría.

Choqué con Cassandra al llegar a la plaza central.

—¿Qué haces aquí? —me preguntó.

—Escapando—Susurré de manera agitada.

—¿De quien?

Miró hacia tras y pareció entender todo. No pudo evitar la sonrisa mientras llevaba su mano al corazón.

—¡Bienvenido, coronel!

—Usted si sabe dar una bienvenida—Murmuró pasando por mi lado—. ¿Qué hace vestida así?

—¿Así como?

—Con eso largo.

—¿Vestido? —Cassandra se rio—. Ver a su futura esposa con vestido no le causara daño.

Sentí los ojos de Ryan sobre mí.

—Se ve bien—murmuró.

Ninguna de las dos supo a quien se refería.

—Ahora es teniente, ¿No me da la bienvenida?

Me paré firme frente a él, lo miré a sus ojos, lucia cansado, llevé mi mano al pecho y me incliné en señal de respeto.

—¡Bienvenido, coronel!

—Descanse.

Lo hice, y al segundo en que lo hice comencé a caminar por donde venia.

—¿A dónde va?

—A la central.

No contestó y yo me fui a toda velocidad, no iría donde mis padres, ya no tenía relación con ellos. Cuando llegué me saqué el estúpido vestido y coloqué mi pijama que consistía en su camiseta. Me recosté y cerré los ojos.

—¿Qué hiciste?

Pegué un salto en mi cama cuando una figura en mi habitación Habló.

—¡Maldita sea! Me a dado un susto de muerte.

La luz se prendió, y fueron sus ojos lo que necesité ver para darme cuenta que era real, demasiado real.

Tenia su cabello largo, caía por su frente en pequeñas ondas que nunca antes vi. Sus ojos estaban igual que antes, sin brillo, apagados, traía el uniforme oficial junto a la capa.

¿Cuentas veces intenté olvidarme de su figura?

—Responde.

—¿Qué le respondo, coronel?

—Por qué te vez diferente.

—Tengo diecinueve años, coronel. Ya no soy una niña.

No sé que esperaba de mi, de seguro que corriera hacia él, o llorara porque después de todo, si volvió.

—Con todo respeto, coronel—me puse de pies—. Usted no tiene permitido entrar a mi habitación.

—Responde.

—Si no sale de mi habitación tendré que ir donde el rey.

Suspiró y analizó mi cuerpo.

—¿Qué te hiciste?

—No hice nada.

—Tus ojos...

—Soy teniente ahora, coronel.

Solo por esta nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora