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Me coloqué una franela blanca y unos pantalones jeans bastante viejos, camine hacia la cama y me agache a buscar el único par de botas que tenía, entre al baño y me lavé la cara aun cuando no tenia mucho de haberme duchado, estaba jodida mente fría y sentí que me quemaba el rostro, pero me gustaba, me pase las manos aun mojadas por el cabello y lo coloque hacia atrás. Inhale de manera profunda y fui poco a poco soltando el oxígeno, me di vuelta mire detenidamente esa traslucida habitación y salí de allí.

A donde iras- Amber conocía a Harry desde que tenia 10 años y había entrado a trabajar en la institución dos años más tarde, lo conocía muy bien, lo había visto crecer, había estado con el desde que era un niño y hoy el tenía 20 años y había cumplido su castigo dentro del hospital psiquiátrico.

No lo sé, supongo que volveré a Vancouf- dijo sentado en el sillón de enfrente mirando al techo.

Te dije que podrías ir a California y quedarte en un pequeño departamento que tengo allá- expresó Amber que lo miraba con cierta calidez en sus ojos.

No, te lo agradezco de verdad, pero creo que ya no debes cuidar de mi, ahora puedo estar allá fuera- dijo señalando hacia la ventana levantado la barbilla y mirándola a los ojos- Creo que ahora me toca a mi, cuidar de... Mí- soltó con cierta ironía y mostrando una sonrisa en los labios.

De verdad quieres volver- preguntó en un tono más preocupado.

Si, ahí está mi casa, debo volver, hacer una vida normal. Gracias por todos estos años Amber, de no ser por ti hubiese terminado igual o más loco que todos tus pacientes- y dejo salir una leve carcajada. Se levantó y camino hacia ella para abrazarla, Amber más que su psicóloga llego a ser como su familia, lo felicitaba todos los primeros de febrero por su cumpleaños y en navidad le llevaba algún obsequio. El estaba realmente agradecido con ella, y estaba seguro de algo es que nunca perdería contacto con la única persona que no lo vio ni con lastima ni como un mounstro.

Harry salió de Kleighton y con apenas un pequeño bolso en mano empezó a caminar por el largo trayecto que lo llevaría hasta la estación del tren.

Llevaba una pequeña cantidad de dinero que Amber le entregó, por más que se negara tenia que estar claro que no poseía ni un peso y con eso al menos tendría para pagar los pasajes del metro y para comer.

Su corazón latía a mil por horas, sus manos estaban sudadas y algo temblorosas, cuando se subió al vagón, el recuerdo de el llevado de la mano de su madre adrentandose en medio del caos para obtener un asiento lo hizo sonreír, y por fin podía palpar esa realidad, ya no estaba en un hospital de locos, estaba afuera, con las personas "normales y cuerdas" estaba respirando aire de verdad, de ese contaminado, no importa, los últimos Diez años estuvo rodeado de esos olores a viejo, a medicinas, a orina y a comida para nada del consumo humano. Apoyó su cabeza a la ventana y se quedó dormido.

Alguien lo tocaba en el brazo y el se despertó exaltado, miró al señor que lo llamaba y le decía que habían llegado a la última estación,  el sonrió y tomando su bolso en sus manos salió apresurado y vio lo que su mente había recordado, el tumulto te personas de aquí para allá, caminando tan deprisa y con la habilidad de no tener que ver al frente porque sabían extraordinariamente a donde iban sus pasos. El tropezó varias veces con algunas personas y ninguna parecía mirarlo, seguían su camino y ya.

Los semáforos, los autos, el sonido de las cornetas, la brisa fría y el olor a vida estaban arropándolo en ese preciso momento. Hora de empezar. Pensó y paró un taxi. - A vancouf por favor- y se arrescosto al asiento.

Paranoia (Harry Styles)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora