15

1.4K 165 10
                                    

Un año después
Iván Archivaldo.

Tome el ramo de flores, de rosas blancas, saqué el dinero y se lo entregue a la señora.
Coloque mis lentes negros y comencé a manejar hacia la tierra santa donde mi cielito se encontraba.

Ay amor cuánto te extraño, ya quiero besar tus labios....

Sonaba "Sueño Guajiro" de fondo.

Tome una bocanada de aire, baje de la camioneta haciéndole una seña a Néstor, para quien estuviera listo con la seguridad, caminé solo al rededor de 15 minutos hasta que encontré el lugar donde ahora descansaba.

Aunque nunca tuvimos su cuerpo de nuevo, queríamos que su alma descansara aquí, eran las palabras de mi viejita.

—Que rollo mija— me sentía bien pendejo hablándole a un retrato — Esto no está funcionando— dije sentándome en la sala de estar.

Había pasado un año y yo la extrañaba como el primer instante, el conseguir flores en Culiacán era difícil.

Todas se las compraba a mi cielito.

Ovidio se le había olvidado cuanto la amaba, de repente había vuelto con Adriana, incluso ya habían encargado. Alfredo entró en depresión, tanto que comenzó a dejar de comer y pasarla dormido.

Éramos yo y mi apá frente al cártel, dando la cara por la chapiza. El viejo de Don Mayo estaba más que pleno y contento, Vicente había cambiado mucho, ahora era un sanguinario, y él Será, bueno el seguía siendo él.

Mire la hora, 5:30 de la tarde ya era hora de irme.

—nos vemos la siguiente semana mi chula–

Y a cómo si fuera la virgen, toque el cuadro con su foto y me persigné.

Ovidio Guzmán.

Espere a que Iván saliera del lugar donde estaba descansando Eva, mi Eva.

Alfredo ya no era un carga para mí, por lo que solo quedaba el cabron de Archivaldo. Mire cómo se subió y como yo empecé a manejar hacia el rancho de los Zambada.

Entrando, Don Mayo me recibió sonriente.

–Mijo– me abrazó y me pasó un cuartito helado– prepárese pal puesto de cabecilla, por que usted hoy queda al mando con la detención del Iván –

Una sonrisa grande se formó en mis labios.

Eva.

Sonreí cuando mire que el vestido que me había compadro Luis en un tianguis me había quedado, bueno, al menos al cuerpo si

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Sonreí cuando mire que el vestido que me había compadro Luis en un tianguis me había quedado, bueno, al menos al cuerpo si.

Luis era un pequeño de 4 años quien junto a su hermanito Fer, habían vuelto la alegria a mi vida. No sabía, no recordaba nada, ellos me comenzaron a llamar Eva, gracias a una cadena con ese dije.

Cosas que no me duro nada, pues la tuvimos que vender para poder comer.

Salí de la pequeña habitación en donde estaba, encontrándome a mis pequeños ahí, tratando de leer y escribir.

Fer escribía sobre un cartón con un pedazo de carbón mientras que Luis, trataba de leer las etiquetas.

–Ya me iré, regreso cuando termine— dije y ellos me miraron tristes –A menos que dos hombrecitos quieran ayudar a su hermana mayor –

Rápido se levantaron, Fer, quien era el mayor de los dos comenzó a limpiar la cara de su hermanito para luego limpiarse los zapatos.

Tome la reja donde llevaba las gorditas y burritos mientras que Ellos tomaban sus cosas para vender, tal lo eran como chocolates y churros.

Nunca me a interesado el dinero, pero si desearía tener lo suficiente para llevar a mis hermanitos a una escuela.

Subimos al carro de mulas y comenzamos él camino, eran las 7 y cacho de la mañana cuando llegamos a capital.

Acomode la mesa y los niños comenzaron a vender sus cosas.

Iván Archivaldo.

Salí a madres del rancho cuando comencé a oír los disparos.

–Pélate carnal– Néstor me pasó una larga y comencé a disparar col el cuidando mis espaldas, q como pudimos salimos del rancho, sabía que esto era  de pete del pinche ratón –
Nos perdimos en la capital antes de irnos a esconder en la sierra de badiraguato.

Pasamos por un semáforo y dos niños andaban vendiendo cosas. Me orille y apague la camioneta.
Néstor me miro alarmado.

–¿que pasó?–

–Tengo hambre– dije simple.

–Mamon nos andan pisando los talones y me sales con esto–

–Tengo que alimentarme– dije y el niño miraba asombrado la camioneta, aunque volteaba constantemente hacia un puestesito, como si estuviese cuidando.

–Patrón, no quiere nada de comer– me pregunto él –se le mira en sus ojos que trae hambre–

El dijo y Néstor río.

Comencé a buscar la cartera, bendita suerte de perro, no traía ni un cinco.

–Ahorita no plebe, no traje el dinero– dije y el asintió para luego marcharse.

–que mal pedo wey–

–Ni modo es una señal pa que sigamos el camino– dije apunto de empezar a manejar cuando una voz hizo que parara, y al parecer a mi corazón también se lo dijo.

–Señor– dijo la voz femenina.

hice una seña con la cara esperando que siguiera hablando.

–....Esto es para usted y para el joven, mi carnaliyo dijo que tenían hambre pero que no traían con qué–

–No traemos ahorita mija– hable sin verla.

Su voz me daba mucha paz, lo estaba disfrutando.

–Dios pagará hoy por ustedes– sin ningún pudor ella metió la mano a la camioneta, le pasó a Néstor un envolvido y a mi otro– cuídense–

Ella camino y Santi Dios.

–Hijuesuchingada– dijo Néstor mirando a donde yo–Iván yo la vi pri....–

–Néstor yo estoy soltero, y tú estas casado – dije jugando.

–Y eso que niños viste, me recuerda mucho a...– lo mire esperando que él dijiese algo, pero solo se quedó callado– come que están buenos y el camino es largo.

••••

6 horas anduvimos caminando, pues la camioneta ya no daba más pa adentro.

No encontrábamos la cabaña donde siempre nos quedábamos.

–Iván haya se ve algo prendido – me dijo y no dudé en comenzar a caminar hacia esa casita. Se miraba humilde. Muy humilde a decir verdad.

Llegamos a la entrada y escuché esa voz.

– Luis, que dice aquí – decía ella.

El silencio repentino me hizo regresar a la normalidad, sirenas se empezaron a escuchar por todo el lugar, rápido apagaron las luces.

Pura verga me dejo agarrar.

Abrí la puerta y entré junto con Néstor. Ambos con las pistolas en las manos. Estando al pendiente de cualquier cosa.

–¿que hacen en mi casa?– voltee a mirar a la dueña de esa voz. Me quede ido. Sentía como mi respiración estaba faltándome. No puede ser.

-¿Eva?

–¿Te conozco?–

Cielo mío.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora