Los Omegas NO son Héroes [Nomin]

Capítulo Dieciocho

❝𝙻𝚒𝚋𝚎𝚛𝚝𝚊𝚍❞

Una vez se hicieron las nueve de la noche, los tres Omegas se escabullen en el patio Real, Haechan dejó sorprendido a sus amigos al conocerse todos los escondites perfectos logrando que ningún patrullero los descubra. Todos visten largas capas oscuras que cubren sus rostros.

Se detuvo justo en frente de una larga pared y lanza una piedra hacia la ventana. Chenle se asomó y le alzó el pulgar demostrando que todo está bien allá arriba. Haechan toma la soga escondida en su bolso, la va girando con fuerza hasta lanzarlo al aire con todas sus fuerzas, ésta entró a la ventana y el gancho superior se clavó a la pared.

El Príncipe con un poco de temor fue bajando mientras los chicos de abajo están listos por si se llega a caer para protegerlo.

Para la suerte de todos, Zhong pisó el suelo sano y salvo.

Renjun se mantuvo rezándole a Dios en silencio
que nadie los descubra al salir, que perdone sus acciones y los ayude. Para su suerte, lograron salir por la puerta trasera sin contratiempos y corren lo más lejos posible.

Pasaron largos minutos en donde parecían haberse adentrado al bosque, pero estaban desesperados de escapar. En especial Chenle, que cuando por fin se detuvieron para retomar el aire perdido de sus pulmones, mira el suelo con perplejidad, el cielo con asombro y todo su alrededor con ansia.

—¿Lo hice? —se preguntó temeroso, confundido. Es la primera vez que lo logra, es la primera vez que fue capaz de hacer una locura tan grande. Se siente tan libre que no puede evitar soltar una gran risa de felicidad mientras cierra los ojos y alza sus brazos al aire. A pesar de estar respirando el mismo oxígeno, se siente tan diferente y fresco para él.

—Tristemente lo hicimos —pronunció Renjun asustado por lo que vendría después.

—¿Qué te pasa? —Haechan lo sermonea —Lo hicimos y no estamos arrepentidos.

—Dilo por ti, no siento mis piernas —se apoyó de un árbol mientras sus extremidades inferiores tiemblan cual gelatina.

—Vámonos, los bosques son peligrosos —les dice Jaemin mientras descubre su rostro de la capucha. Escondido en su cintura trajo su espalda por sí la llega a necesitar.

Los chicos asintieron y se apresuraron por marcharse de ahí.

Menos de diez minutos, llegaron al gran Pueblo mientras escuchan festejos y celebraciones en la Plaza Central en la cual está el odioso manantial al que Jaemin le tocó llenar al principio en su llegada.

—No puede ser, ¡se ve muy divertido! —Chenle chilló y quiso correr pero el peliazul lo detuvo para cubrirle bien su rostro con la capucha.

—Recuerda que muchos pueden reconocer tu rostro, no hagas algo indebido, no llames la atención y mantente siempre con alguno de nosotros.