~Capítulo 30~

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un cuento a ciegas

La mano de Azumi no titubeaba, estaba firme apuntando al hijo de sus, una vez, amigos. Sin embargo, no pensaba disparar, porque lo que Masaru le había hecho a ella no tenía nada que ver con ese joven. Quien, sí estaba titubeando era el rubio que, a pesar de la distancia y la poca luz, era capaz de ver su mano temblar, en sus ojos veía el enojo y odio concedido para ella, aunque por algo que desconocía, no había apretado el gatillo.

Otra razón por la que no pensaba en dispararle a Katsuki era porque fue él quien les había dado la oportunidad a todos de escapar, luego de que su propia gente las traicionara. No dudaba que fuese orquestado por Dai y su riña con ellos; años atrás le había rechazado, y ahora se vengaba por ello, o eso creía.

- Yo...- el joven habló, apretando con fuerza su arma. Azumi estaba concentrada en él, por ello, se sorprendió al ver como el brazo de este se movía ligeramente para disiparle a un hombre que se acercaba a su izquierda. Al ver que el cenizo bajo su mano, ella prestó más atención que antes- no puedo matarte- susurró.

Por nada, no oía lo dicho, pero el silencio que los rodeaba permitió que las palabras de Bakugo llegaran a sus oídos.

 - Si vas a disparar, hazlo ya- gritó ocultando la quebrades de su voz- acaba conmigo como lo hiciste con él.

Con él.

Se refería a Masaru, era verdad. Kyoko lo había matado.

Los Bakugo jamás fueron esa clase de personas que se rendían, preferían victorias limpias, no usaban artimañas ni nada por el estilo. Él, literalmente, estaba pidiendo que lo matase; pero...

- ¿Por qué?

Sus ojos brillaban en la oscuridad, y no solo por el rojo de sus ojos, sino porque estos estaban cristalinos; aun había odio en ellos, no obstante, existía otras mil emociones reflejadas.

Tristeza, furia, confusión, desesperanza, amor.

¿Cómo alguien tan joven podía verse así de roto?

Pero ella ya había visto esa mirada. Él día que llegó su hijo, no hablo mucho con ella, sin embargo, cuando una es madre, se da cuenta de cosas que otros no ven, miradas, movimientos, incluso como se respira; Eijiro la miraba diferente, resentido, un poco menos que el joven frente suyo.

Era obvio que el rubio no respondería, y ella no iba a dispararle. Dejó caer su brazo, buscó en pantalón otro cartucho d balas, y al no encontrar, registro con rapidez uno de los bolsillos de Kia, una de los cadáveres, encontró dos; uno lo guardó en su chaqueta y el otro lo extendió al joven en caso de que este se hubiese quedado sin balas. 

Este golpeó su mano para hacerla a un lado y cogió sus propios cartuchos.

Comenzó a caminar, dándole la espalda; ella conocía aquella casa como la palma de su mano, así que sabía a donde ir para desactivar el sistema de emergencia, pero seguramente habrían cambiado las claves para entrar al sótano. Si ese chico había arrojado una granada, no dudaba que cargara más con él. Empezó a seguirlo hasta alcanzar su paso, era más alta que ella y tenía que mover sus piernas mas rápido para estar a la misma velocidad.

Anduvieron por dos pasillos hasta que Bakugo se detuvo abruptamente y giro para gritarle

- ¡¿Por qué mierda me sigues?!- woah, se parecía a Mitsuki- ¿acaso eres un perro?

- Yo conozco la casa y tú tienes lo que necesito para entrar al sótano

- ¿Por qué querría entrar al sótano?

Un pequeño trato   [kiribaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora