Prólogo

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Isabell

—No quiero pasar mi cumpleaños en una estación de policías arrestada por homicidio.

—¿Entonces qué hacemos?

—Podríamos esperar a que mágicamente desaparezca el cuerpo.

—No lo hará. Está muerto, lo hemos matado ­—repite con voz chillona llevándose las dos manos a la cabeza—. Oh por Dios, soy muy joven para ir a prisión.

—No iremos a prisión porque no estamos seguras de que haya muerto —mi voz tiene un pequeño temblor—, tomaré su pulso.

Me acerco lentamente al cuerpo que se encuentra inerte en la desolada carretera mientras Alexa saca con manos temblorosas su celular de los confines de su bolsillo delantero y nos alumbra con la linterna mientras luce como si fuera a vomitar en cualquier momento. Está pálida como una hoja de papel y sus ojos están al borde de salirse de la cuenca que los protege de lo abiertos que los tiene.

Con mucho cuidado tomo la muñeca izquierda ensangrentada del tipo a mi lado y presiono dos de mis dedos tratando de encontrar su pulso.

Durante unos segundos lo único que puedo notar son los rápidos latidos de mi propio corazón y mi respiración alterada. No hay nada proveniente del hombre que posiblemente matamos.

—Oye Isa, ¿no crees que debes presionar del otro lado que es donde resalta su vena? —menciona mi amiga—, no creo que el ángulo en el que están tus dedos puedas encontrar algún latido.

Me fijo en lo que estoy haciendo y noto que mis dos dedos se encuentran presionando en un costado de su muñeca.

—Sí —suspiro ruidosamente—. Es posible que por eso no haya encontrado aún un latido.

Vuelvo a toquetear esa zona de su cuerpo con la esperanza de que esta solo sea una muy fea pesadilla y que en realidad no hemos cometido un homicidio.

—No hay nada, Alexa —comento volteándome hacia mi amiga que tiene los ojos brillosos conteniendo apenas sus lágrimas—, no siento ni un...

Me detengo abruptamente en lo que iba a decir cuando escucho un leve quejido proveniente del cuerpo que se encuentra en el suelo. Tal vez se trate de una mala jugada de mi cerebro queriendo torturarme pues apenas y lo escuché, pero como para reiterarme que no es una alucinación veo como el hombre ensangrentado se remueve en su sitio.

—Oh mi Dios —exclama con alivio Alexa—, está con vida. ¡Está con vida, Isabell!

Me alejo rápidamente del sujeto pues es realmente escalofriante todo el asunto y más que ahora esté respirando. No sé si alegrarme por no haber cometido un homicidio o asustarme por lo que pueda pasar de ahora en adelante.

—Isa eso es mucha sangre, no creo que pueda sobrevivir con esas heridas —dice mi amiga dejando atrás todo rastro de alivio que había hace poco en su voz girándose a verme—. Debemos llevarlo a un hospital.

Se escucha un gruñido y volteamos al mismo tiempo para ver al hombre intentar sentarse en el suelo, pero está muy débil por lo que se cae y queda tumbado en la fría carretera.

En medio de otro gruñido nos dice:

—No, al hospital no.

Y después de eso queda inconsciente dejando a su paso una sensación abrumadora en mi pecho.

En medio del silencio en el que nos encontramos envueltas suena un celular. El tono de llamada no corresponde al que Alexa y yo tenemos así que debe ser el del hombre inconsciente.

Mi amiga y yo nos miramos con los ojos muy abiertos sin saber qué hacer ahora.

—Anda, toma el teléfono, Isa —me anima mi amiga.

—¿Por qué debo yo hacer eso?

—Porque tú has sido la que insistió en tomar esta ruta —me recrimina ella—, si hubiéramos seguido las indicaciones del mapa estuviéramos escuchando alguna canción de Oasis en lugar de estar con un casi muerto.

—Okayyy, yo miraré su celular, gracias por ser tan dulce al pedirlo.

Toco a tientas el pantalón del hombre ahora no muerto, pero sí inconsciente, hasta que doy con lo que busco.

—Lo tengo —murmuro levantando el celular que no deja de sonar—. Qué raro, se trata de un número desconocido.

—¿Deberíamos contestar?

—No sé si sea lo correcto, pero de igual forma lo voy a hacer —digo descolgando la llamada que nuevamente alumbra en la pantalla—. ¿Hola?

Lo único que puedo escuchar es una tranquila respiración al otro lado de la línea

—¿Hola? —vuelvo a repetir esta vez con más insistencia.

Como no recibo nada de la otra parte decido colgar, pero antes de que pueda presionar el botón escucho lo que la otra persona dice.

—¿Y bien? —pregunta impaciente mi amiga—, ¿qué te dijo?

—Solo dijo "Ich beobachte Sie" —le contesto algo contrariada por esas palabras.

—¿Qué se supone que quiere decir eso?

—Es alemán y significa "te observo"

«¿En qué mierda nos hemos metido?»


Tiro a ciegas © [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora