Capítulo 23

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Isabell

Julio está por terminarse y no creo que pueda aumentar más el calor en esta ruidosa ciudad.

Estoy a punto de derretirme justo como el delicioso helado de fresa que estaba comiendo hace un rato. No lo pude disfrutar como se debería por la ola de calor que azota a la ciudad y eso me frustró. ¡Solo quería refrescarme un poco!

Tomo la liga negra que mantenía en mi muñeca y me ato el cabello en una coleta alta. Traer el cabello suelto solo me parecía un estorbo.

Definitivamente odio el calor.

Y odio aún más el no haber empacado un par de zapatillas planas para mi semana en New York. Como papá había dicho que estaría acompañándolo a algunos eventos creí que lo más conveniente era empacar tacones para estar preparada para cualquier reunión importante que fuera a tener. Una vez aquí papá me dijo que me podía tomar esta semana para mí porque ya no sería necesaria mi compañía en sus eventos así que ahora ando para arriba y para abajo con tacones puestos.

Algo bueno del calor que hace en esta ciudad es que puedo usar vestidos veraniegos sin correr el riesgo de quedar empapada por una lluvia repentina como suele ocurrir en Inglaterra. Aquí el clima parece ser tan seco que ni una gota de agua se atrevería a romper el imponente reinado del sol.

Es por eso que ahora mismo luzco un vestido de tirantes finos de color azul cielo, parecido al del cielo despejado que se alzaba sobre mi cabeza. La falda del vestido descendía con sus pliegues suaves y levemente ondulados hasta justo por encima de mis rodillas, permitiendo que la brisa pasara sin ningún obstáculo por mis piernas. En la zona de mi cintura el vestido se ajustaba y acentuaba mi figura por medio de una fina tela de color blanco, con bordados delicados de flores, que se encontraba anudada en la parte trasera de mi anatomía. Amaba este vestido por lo ligera y cómoda que me hacía sentir.

—Ahora sí, ¿en qué estábamos?

Dominik sale por la misma puerta café donde se había adentrado hace unos minutos a buscar lo que él dijo que eran "las herramientas que harán más parlanchín" al hombre que se encuentra amarrado de manos y pies a la silla de metal ubicada en el centro de la habitación reforzada por bloques de hormigón celular que están destinados a ser aisladores acústicos. Dominik no debe ser muy silencioso en lo que hace si tiene que recurrir a paredes que reduzcan el ruido.

Cuando llegué hace un rato el hombre ya se encontraba amarrado, y se encontraba en medio de la inconciencia con una soga gruesa alrededor de su boca como mordaza. Dominik no parecía ser un hombre delicado.

Lo veo arrastrar una mesa rodante con algunas cosas que no logro definir con claridad hasta dejarla frente al hombre de la silla.

Dominik toma la cubeta con agua y hielo que había a un lado y la lanza sin ningún tipo de compasión hacía el hombre que despierta dando un brinco por el repentino valde con agua helada que se le fue arrojado encima. De repente agradezco estar seca y con calor.

En cuanto Dominik me vio llegar al almacén ubicado en una zona desierta de la ciudad, que ciertamente tiene pinta de no haber sido habitado en mucho tiempo por el mal estado en el que está, me dejó muy en claro que no podía quebrarme frente a este hombre, que debía colocarme una máscara de impasibilidad y lucir como una hija de puta dispuesta a hacer todo por hacerlo hablar. Me advirtió que si veía que sus métodos eran demasiado para mí me sacaría del almacén sin aceptar quejas de mi parte.

Sinceramente no esperaba que nos fuésemos a sentar en una mesa a charlar con el sujeto que me seguía mientras tomábamos té, pero tampoco esperaba tener que presenciar los métodos de tortura que Dominik planeaba utilizar en él.

Tiro a ciegas © [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora