Capítulo 37 - Parte 2

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Isabell

Un evento de máscaras patrocinado por uno de los criminales más temidos es mucho más impresionante de lo que había imaginado en un principio.

El club estaba a rebosar de personas extravagantemente vestidas. En mi trayecto hasta el rellano de las escaleras había deslumbrado a una mujer usando un traje lleno de plumas enormes de color rosa que me recordó a un flamenco y junto a ella había un hombre con lo que parecía ser un traje morado, pero que contaba con muchas chaquetas sobre sí, creo que hubieran actuado muy bien como escudo del otro con esas grandes capas de ropa encima de ser necesario.

Tomo una copa de champán de la bandeja que lleva uno de los meseros y bebo la mitad del líquido burbujeante mirando disimuladamente a mi objetivo.

En el centro del salón, cerca del grupo de músicos, se encontraba Nicolás Weber charlando animadamente con una mujer que no lograba distinguir gracias a la máscara roja cubierta de diamantes que le cubría todo su rostro, pero que exhumaba elegancia por cada trozo de su largo vestido rojo vino. Nicolás era el único presente que no portaba un antifaz cubriendo su rostro. Es como si le gritara a todos los asistentes que lo vieran muy bien para que supieran que él los había reunido allí y les mostraría el arma más letal del país que fue creado solo por él.

—Tipo con apariencia sospechosa a la vista, me da vibes de psicópata adicto a la cocaína —la voz de Alex me llega por uno de los auriculares que estoy usando.

Este se encuentra incrustado dentro de mi pendiente de rubí porque necesitaba pasar desapercibido en el registro del personal por el que nos tuvimos que camuflar. Ni siquiera pudimos usar nuestros trajes hasta no haber traspasado la seguridad porque por obvias razones no nos encontrábamos en la lista de invitados que era revisada minuciosamente antes de colocarle un anillo de bienvenida. Tuvimos que cambiarnos en uno de los cubículos del club a toda prisa y luego mezclarnos entre los invitados yendo cada quién por cada lado.

—Recuerdo que eso mismo dijiste hace tres hombres pelirrojos atrás —murmuro llevando la copa hasta mis labios para disimular mientras hablo.

—Bueno no es mi culpa que todos parezcan llevar en sus frentes la estampa de psicópatas vírgenes y colocados.

—Genio, por si no te habías enterado aún, estamos rodeados de psicópatas que prefieren inhalarse lo que ganan que hacer algo productivo y que los categorices por el color de cabello es bajo —le riñe Melanie esta vez y por la ausencia de ruido en su línea me atrevería a decir que entró en una habitación.

—Quizás puedas encontrar a uno de esos para que te compartan algo y así se te quite lo estirada, al fin y al cavo no debes esforzarte mucho buscando cosas en común ya que el color de cabello ya lo tienen —le responde Alex. Miro por el rabillo del ojo como Nicolás le tiende un cofre diminuto a la mujer de rojo y posteriormente esta se aleja sin hacer contacto visual con nadie hasta las escaleras en forma de caracol que conducen a la zona privada del segundo piso.

Nicolás no vuelve a hablar con otro invitado, sino que en lugar de eso se acerca a uno de, los que parecen ser sus guardias, y decirle algo al oído para luego desaparecer tras las pesadas cortinas color plomo que hay junto al estrado improvisado que instalaron en su honor.

Decido seguirlo así que silencio con un click el auricular para no seguir escuchando las tonterías que sueltan Alex y Melanie.

—Uh uh, lo siento tanto, caballero —balbuceo tratando de disculparme con el guardia al que accidentalmente le tiré el resto del contenido de mi copa—. Pero que torpe soy, permítame limpiar mi desastre.

Paso mis manos por todo su abdomen y el hombre solo me deja hacer.

—Esto no se quita, solo es más grande la mancha —me quejo tropezando con las palabras.

Tiro a ciegas © [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora