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—Esas plantas que crecen en tu pelo son similares a las que se encuentran en las ruinas que hay desperdigadas por la montaña. ¿Y dices que vienes del exterior? Hace demasiado tiempo que no salgo de Orballo, los peligros de ser parte de la comunidad. Ya me entiendes. O quizás no. En cualquier caso, estoy seguro de que esos pétalos azules ya los he visto antes. ¿Puedo tocar? —El padre de Gabriel arranca una de las flores que se empeñan en crecer en mi cabeza mientras eterniza su monólogo. Se ha despertado hace poco y no se ha callado desde entonces. Continúo vendando su mano. Como era de esperar, las heridas son menos graves en cuanto ha vuelto a su forma humana—. Sí, ciertamente son de ahí. La suavidad de estos pétalos es algo que he sentido antes. Debo llevarte algún día. Estuve investigando las ruinas durante mucho tiempo en busca de alguna pista que nos ayudase a entender lo que Lymna quiere. Un tanto egoísta ese ser, si me permites decirlo.
Noa deja con brusquedad un cuenco repleto con agua en la mesita que hay a mi izquierda y resopla.
—Haz el favor de contestar a lo que te hemos preguntado —espeta sin delicadeza—. ¿Cómo has llegado a ese lamentable estado?
Colmillo parpadea un par de veces un tanto confundido. Sus ojos son de un curioso tono dorado, casi amarillos, ligeramente rasgados. Todo en ese hombre es bastante llamativo. Si bien Noa y Gabriel son rubios, Colmillo tiene el cabello negro azabache surcado de hebras plateadas, corto y revuelto. Una tez miel, adquirida seguramente después de estar años bajo el sol y barba sin arreglar.
—Mi pequeña, ¿nunca vas a llamarme papá?
—Nunca. Jamás —sentencia Noa—. Ni siquiera nos parecemos.
Termino de colocar las vendas reprimiendo una sonrisa ante el gesto dramático que ofrece Colmillo.
—Tu hermano y tú, siempre igual. —Niega con la cabeza.
—Es que no aparentas más de cincuenta años —me atrevo a decir alcanzando el trapo que Menta me tiende con solemnidad. Este niño es adorable.
—Eso es porque tengo cuarenta y cinco —revela—. Nuestro Gabriel nació cuando teníamos más o menos la edad de Noa. Fue una época tanto hermosa como difícil. Lúa y yo estábamos aprendiendo para perfeccionar el arte de los protectores. Ella no quiso dejar de entrenar a pesar de estar embarazada y a veces temí por su vida.
—Y ya estamos —masculla Noa arrugando su nariz.
—Gabriel salió regordete y saludable. Dormía tanto que temía que le pasara algo —continúa hablando Colmillo, ignorando por completo la queja de Noa.
Sonrío al imaginarme la cara dormida de Gabriel cuando era un niño. Paso con suavidad el trapo por los rasguños que tiene en los brazos y aplico un ungüento que me ha dejado Lúa.
—Me imagino lo complicado que debió ser —comento terminando de curar sus heridas—. ¿Te duele algo más?
Colmillo estira sus brazos.
—Nada que no pueda solucionarse descansando. Es mi gran virtud, me curo con rapidez.
—Llamas rapidez a pasarte días inconsciente —replica Noa.
El padre de Gabriel se levanta con agilidad y atrapa a Noa con su brazo para revolver su pelo. Se ríe de forma escandalosa y su alegría es contagiosa. Puedo entender por qué los niños se sienten tranquilos a su lado.
—Te van a salir arrugas antes que a mí con tanta seriedad. —Tira de una de sus mejillas y el ceño de Noa se va frunciendo todavía más—. Hablando de cosas serias. Lluvia ha perdido por completo la cabeza. Está obsesionado con la pureza de sangre y una sarta de ridiculeces. ¿Pureza de sangre? Qué tontería. El pueblo de Orballo ha estado teniendo hijos con gente del exterior desde que se creó la aldea. Incluso hubo una época en la que se comerciaba con los pueblos que hay al pie de la montaña. ¿De dónde se creen que han salido los pazos y las casas?
Noa consigue deshacerse del agarre y se escabulle a la sala en un revuelo de algodón blanco. Menta está contemplando con interés las hierbas han crecido en los objetos que he ido tocando. He de hacer algo para controlar este poder o cambiar mi profesión a agricultor.
—Tiene sentido —respondo. La iluminación que proporcionan las velas tiembla, originando sombras diversas sobre las paredes de madera. Las decoraciones hechas con plumas y piedras brillantes que cuelgan del techo se mueven con suavidad, como si el fuerte viento que azota el exterior se hubiese filtrado en forma de leve brisa—. Una población muy pequeña de humanos no podría subsistir cientos de años. La genética se volvería débil, por así decirlo.
Me incorporo para acercarme a la ventana. Allí hay una estantería con diversos animales tallados en madera con mucho mimo. Me recuerdan al gato de madera que hay en la casa de Gabriel.
Ya hace demasiado tiempo que se ha marchado. Pronto llegará el amanecer, aunque la tormenta sigue desatando su fuerza. La lluvia se empeña en golpetear el cristal.
—¿Cómo ha llegado un hombre como Lluvia a gobernar el pueblo? —cuestiono con verdadera curiosidad. Hay demasiadas cosas sobre este lugar que desconozco.
El padre de Gabriel se mueve también hacia la ventana y apoya uno de sus brazos en el marco. Tiene los músculos definidos como alguien que está acostumbrado a hacer trabajo físico.
—Su familia siempre ha buscado el poder que pertenecía a los Arcanova. Durante generaciones. La caída y posterior traición de Lucien Arcanova benefició a un joven Lluvia. Se aprovechó de la decepción y tristeza de la gente para hacer que sus ideas calasen hondo. Seleccionó cuidadosamente varios libros que tenían en su colección y los mostró. En ellos se hablaba de la venida de un elegido que nos quitaría la maldición que Lymna nos ha impuesto. Simples cuentos.
»El miedo y la esperanza de que este termine, hizo que todos siguieran las palabras de Lluvia sin cuestionarse qué estaba bien o qué estaba mal. Y luego resultó que su hijo nació como el zorro. Todos sabemos que los zorros son especiales.
Baja la mirada hasta las tallas de madera que reposan bajo la ventana. Alcanza la que tiene forma de zorro dormido hecho una rosquilla.
—Hay verdades ocultas. Tradiciones que ya no tienen sentido. Niños inocentes que han muerto porque a unos pocos les aterroriza que su pequeño mundo se vea alterado. —Las últimas palabras las pronuncia en un suspiro.
El sonido de la trampilla abriéndose oculta lo que Colmillo iba a decir a continuación. Menta se transforma en conejo con un pequeño salto y corre a esconderse debajo de las mantas.
—Hemos vuelto. —Escuchar la voz de Gabriel me relaja unos instantes antes de que la ansiedad aflore.
Están bien. Seguro que mi hermano y Lux están a salvo.
Camino hacia la estancia principal, consciente de que estoy hecho un manojo de nervios.
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Brétema (BL🌈 Completa ☘)
Romance༺~ [❁] ~༻ La oscuridad acecha en el bosque. ¿Podrá Caitán deshacer la maldición sin perder su corazón por el camino? ¿Y qué pasa con Gabriel, el misterioso hombre de ojos canela? Caitán trabaja como veterinario en un pequeño pueblo, todo en su vida...