Extra: Noa

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Abro la ventana del todo. La fría brisa otoñal remueve mi pelo y arrastra el olor salado tan característico del mar. Me apoyo en el alfeizar disfrutando de los rayos de sol que se cuelan entre los nubarrones que se alejan. Uno de mis cuervos grazna un par de veces antes de descender a mi lado. En su pico lleva un anillo con una piedra brillante de color rojo.

Lo tomo y le acaricio la cabeza con suavidad.

—¿Todavía dejas que te traigan objetos robados? —pregunta una voz a mi espalda. Me giro y apoyo los codos en la ventana. Adán tiene una de sus morenas cejas alzada y su boca muestra una sonrisa burlona.

Le hago un gesto para que se acerque y él obedece. A pesar de su aspecto intimidante, es un chico bastante dulce. Me mira a los ojos y de alguna forma, su expresión se suaviza. Sus pupilas se agrandan siempre que me contempla, como si fuera un gato observando su premio. Agarro su mano y le pongo el anillo en su palma.

—El pago por tu silencio —le digo.

Él pone una mano sobre mi cabeza y me acaricia.

—Preferiría un billete como la última vez.

Atrapo los cordones que cuelgan de la capucha de su sudadera y lo obligo a inclinarse hacia mí. Sus dedos se quedan paralizados sobre mi cabello. Veo como traga saliva. Me pregunto cuanto tiempo piensa fingir que ya no le gusto. Frunce el ceño. Parece que ha escuchado mis pensamientos.

—Siempre puedo pedirlo —susurro en un tono confidente. Tengo un cajón lleno con los objetos robados que me han traído los cuervos.

—Que sean cien euros —musita imitándome.

Me entra la risa y lo suelto. Me estiro, pues no hace mucho que me he despertado. Hoy es mi día libre. No tengo que trabajar limpiando las habitaciones del hotel y tampoco voy a estudiar. Lo único que quiero es perderme un rato, beber algo rico y novedoso.

—¿Vas a ver a Lux? —inquiere Adán. Se sienta en mi cama, con una postura ahora relajada—. Puedo pillar el coche de mi padre y acercarte.

Miro el interior del armario que acabo de abrir. Lux. Una pesada sensación cae en lo más profundo de mi estómago.

—¿Por qué haría eso?

—Porque sigue esperando por ti.

La ropa que he reunido a lo largo de los meses está dispuesta de una forma completamente caótica. Apenas hay vestidos entre mis prendas. Esa Noa ha dejado de existir. Tomo un jersey sencillo que muestra los hombros y un vaquero. Desvisto el pijama calentito que me ha regalado la madre de Adán y escucho un carraspeo a mi espalda. No lo entiendo. Me ha visto desnuda un montón de veces.

Me muevo para coger la ropa interior de la mesita de noche que hay pegada a la cama. Es mucho más juvenil de lo que solía vestir, o al menos eso es lo que me ha dicho la madre de Adán. Creo que siempre ha querido tener una hija. Adán me observa mientras me cambio, en completo silencio. Le tiro el pijama a la cara.

—Me trae sin cuidado lo que quiera —espeto. Es mentira. Adán lo sabe.

Abrocho esta mierda que usan en el exterior para mantener las tetas en su supuesto sitio. Con la forma que tiene, me da la impresión de que son enormes. Incómodo. Una vez vestida me siento en el tocador, una reliquia que perteneció a la abuela de Adán. Mi madre también tuvo uno. Cepillo los enredos de mi pelo. Hace poco que lo he cortado y todavía no me acostumbro al color rosado que decidí poner en las puntas.

Adán me tiende una toalla de algodón para que eche el líquido con el que limpio mi rostro. Tiene un olor fresco y agradable.

—No voy a insistir —dice—. Solo quiero que ambos estéis bien. Y es evidente que tú no lo estás.

Brétema (BL🌈 Completa ☘)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora