47. Lux

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Los huesos del suelo están teñidos de carmesí. Niel, también conocido como "can", llora la muerte de su mejor amiga mientras aferra la mitad de su cuerpo. La otra mitad son blancos huesos dispuestos a formar parte de la gran tumba.

Recuerdo el cariño que ambos se tenían, siempre con bromas y jugarretas. A Gabriel no le gustan, a mí me caían bien hasta que cayeron presa de las palabras y promesas de Lluvia.

Brétema nos está dejando contemplar el grotesco espectáculo. Un aviso. No habrá otro.

Me acerco hasta Niel y poso una mano en su espalda, la acaricio tal y como haría Caitán si estuviera aquí. Ojalá pudiera ser tan bueno como él. Por descontado, eso no sucederá.

—¿Estás contenta con el resultado? —hablo sin dirigirme a Niel. Este parpadea con confusión, dejando escapar sus lágrimas por las mejillas llenas de tierra.

—No conté con que este ser estuviese en los alrededores —responde Lluvia. Todavía tiene el libro en la mano y está parado muy cerca de los huesos de Xulia—. Una lástima. Debería haber caído un extranjero y no alguien del pueblo.

Me incorporo con parsimonia, mis pies se hunden en todos los restos que Brétema almacena de forma antinatural.

—No te he preguntado a ti —replico con el enfado reverberando en mi interior—. ¿Ellos están bien?

Él está a salvo. Está en su hogar.

Niel mira hacia arriba, sus ojos castaños muestran el terror que lo invade al escuchar la voz de Brétema.

—Puede hablar —murmura Lluvia con aprensión y un toque de asco.

—¿En su hogar o en el de Lesslyn? —Ayudo a Niel a levantarse. Su delgado cuerpo tiembla sin control. El miedo a lo desconocido es superior a cualquier razón, por lo que lo dejo estar.

Lesslyn ha vuelto a casa.

—Él ya no existe. Asúmelo de una vez.

Pateo los huesos, permitiéndome ser ese niño de diecinueve años que aparento.

Caitán es él. Caitán se quedará conmigo. Caitán es mío. Su corazón me pertenece.

—¿De qué está hablando este ser? —irrumpe Lluvia. Sus dedos se han vuelto blancos en reflejo de la fuerza con la que está agarrando el libro—. ¿Pretende quedarse con el elegido? Es evidente que debimos deshacernos de él en cuanto pisó Orballo.

—Basta, Lymna —pido ignorando por completo lo que mi padre adoptivo tiene que decir sobre la situación—. Caitán no es ninguna ofrenda.

Sí. Lucien me lo prometió.

Me rio con ganas. Es todo tan hilarante. Tan absurdo. La pequeña diosa todavía guarda un atisbo de esperanza.

—Como todas las promesas de los humanos, se volverá polvo. —Camino un poco hacia delante, donde la oscuridad es tan espesa que casi puedo acariciarla con mis largos dedos. A mi mente viene el recuerdo de la piel fría de Lymna, cuando aún conservaba su forma—. Llegará un día en el que Caitán morirá y entonces tu amado se desvanecerá. No importa lo que te haya dicho Lucien, las pérdidas hay que saber aceptarlas.

¡Qué gran hipócrita soy! Yo también temo el día en el que deje de ser Lux. Odio la idea de pensar en mi cuerpo convirtiéndose en la flor que dará paso al siguiente zorro.

Quiero ser diferente del resto, vivir con plenitud en este cuerpo y este corazón.

—Incluso aunque Lesslyn estuviese contigo, ¿crees que le gustaría la asquerosa forma que has tomado? —Mi risa cínica es lo único que se escucha, además de las respiraciones agitadas de Lluvia y Niel. Al menos, han tenido la amabilidad de cerrar la boca mientras me siguen por el mar de huesos—. Es normal que nadie quiera tenerte cerca.

El rugido hace que todo vibre.

—¡No la provoques! —masculla Lluvia antes de sujetar mi brazo para detenerme.

—Se olvidaron de ti hace tanto tiempo que ni siquiera saben que tienes un nombre. Todo el pueblo imagina que su diosa era alguien mucho mejor que la guardiana del agua —continúo hablando—. Ahora no eres más que un monstruo que temen y buscan exterminar.

¡Todo es culpa de ellos! Los humanos. ¡Los humanos!

—Parece que se te ha olvidado. —Me deshago del agarre de Lluvia con un movimiento brusco—. Tú has sido una humana también.

El estruendo que sigue a mis palabras me recuerda al de los cristales cuando se rompen. La negrura se desgarra y los huesos del suelo se revuelven como si estuviesen vaciando el estómago de este gran monstruo.

Niel chilla cuando su cuerpo se ve absorbido por los huesos. Lluvia intenta desesperadamente ayudarlo a pesar de que sus piernas ya están atrapadas.

Me relajo y cierro los ojos. Atravieso el mar de huesos que caen y pronto percibo el aire fresco del bosque. Caigo sobre algo que se queja.

—Adán. —Sonrío con verdadera alegría al ver sus ojos negros y la expresión de desconcierto que irradian. Está tumbado en el suelo, seguramente porque me he caído encima, rodeado de los huesos que Brétema ha soltado. También hay un mullido cojín de flores entre los dos.

Alzo su mentón para ofrecerle el mejor de mis besos, pero alguien agarra la parte de atrás de mi camiseta y me obliga a levantarme.

—Ah, mi querido Gabriel.

—Casi lo matas —asevera.

—¿Estás bien? —pregunta Caitán—. Menos mal que las flores han salido a tiempo.

—Algo raro le pasa a Brétema —indica Noa mientras ayuda a Adán a ponerse de pie.

Alzo la vista al cielo. Entre las copas de los árboles, la sombra que es Brétema se retuerce como si estuviera sintiendo un dolor intenso. Las palabras a veces pueden dañar más que una herida ocasionada por una espada. De pronto, siento el peso de ellas sobre mis labios. He dicho lo que ningún zorro se había atrevido antes. Le he recordado lo que alguna vez fue.

Los huesos siguen cayendo en una lluvia siniestra que cubre de blanco la hierba sobre la que nos encontramos.

—Está llorando —dice Caitán con tristeza. Su sensibilidad es tan dulce como la mirada que ofrece.

—Ese monstruo no puede tener emociones —escucho la voz raspada de Niel. Está sentado en medio de los huesos.

Busco con la mirada a Lluvia, sin llegar a encontrarlo. Sin embargo, sé que está vivo. Espero que no vuelva a molestar a nadie.

—Es porque tiene emociones que está en ese lamentable estado —contesta Adán acercándose hasta mi posición. Me abraza y durante un instante mi aliento se corta. Su mano aprieta mi nuca y sus labios rozan mi oreja—. ¿Qué has hecho?

—A mí también me gustas —cuchicheo en voz tan baja que se pierde entre los pliegues de la camiseta de Adán.

Él suspira de forma audible.

—Deja de mentir.

—Últimamente, solo digo verdades —admito separándome de él para evitar que continúe con su interrogatorio.

Brétema se escapa entre las copas de los árboles, derramando su interior por doquier. En esta zona del bosque, la vegetación es mucho más espesa y los rayos del sol entran de forma discontinua a través de las hojas de los diversos robles y castaños. Puedo atisbar entre los troncos la serie de columnas rotas por el olvido que invitan a entrar a la morada del antiguo dios del bosque.

El verdadero Orballo se encuentra aquí.

Brétema (BL🌈 Completa ☘)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora