38. Adán

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La lluvia traspasa mi cuerpo dejando tras de sí una extraña sensación. Me empeño en intentar caminar por el sendero de piedras pulidas que lleva hasta el pazo Arcanova a pesar de que no puedo percibir el suelo bajo mis pies.

—¿Estás seguro de que se ha colado ahí? —Lux da un respingo cuando una rama pasa volando a una vertiginosa velocidad y roza su nariz.

Está empapado, al igual que Noa, aunque no parece que les importe demasiado.

Asiento con la cabeza sin llegar a decir nada. Todavía estoy procesando el hecho de que un fantasma se ha colado en mi cuerpo y ha visto con regocijo como mi espíritu se ha ido a tomar por el culo. Contra todo pronóstico, y con suerte para mí, Lux es capaz de ver mi forma incorpórea.

—Podemos intentar dejarlo inconsciente. Usemos una rama gruesa —propone Noa abandonándose a su naturaleza violenta, supongo. Ella no puede verme, pero sí sentir mi presencia.

—Si fue con un morreo, tendrás que morrear tu propio cuerpo en el colmo del egocentrismo —comenta Lux con nerviosismo—. Creo que no se ha entendido lo que acabo de decir.

—Cierra la boca —replica Noa.

En medio de la tempestad, el pazo es sombrío, incluso podría definirse como sórdido. Los enormes ventanales nos dan la bienvenida, cuatro en total en el primer piso y dos algo más estrechos en el segundo. Una desvencijada cúpula de cristal se sitúa el lado izquierdo; parece un pequeño jardín cubierto que conecta con la casa. La naturaleza crece salvaje tras años de abandono. Cubre con sus enredaderas y espinosas silvas parte de las paredes de piedra, alcanzando incluso la puerta de roble con sus finos tallos y hojas que se agitan con la fuerza del viento.

Los truenos se hacen eco en el bosque, de vez en cuando un fogonazo de luz procedente de algún rayo ilumina lo que nos rodea. Con este clima todas las personas del pueblo han buscado refugio en sus casas, por lo que en nuestro camino aquí no hemos encontrado ni siquiera a los hombres de la serpiente.

Noa es la primera en bordear el pazo para buscar una manera de entrar, siempre agachada para que Lucien no pueda saber que está allí.

¿Qué es lo que pretende ese hombre de todos modos?

Intento acuclillarme en mi forma incorpórea y lo que termino haciendo es hundirme en la tierra de una manera bastante desagradable. Salgo con mucho esfuerzo, intentando ignorar a todos los bichos que viven tranquilos en el interior de la tierra y mis ojos tropiezan con los de Lux.

—¿Qué haces? —cuestiona en tono de burla.

—No es tan fácil —farfullo malhumorado.

Noa se acerca hasta nuestra posición y se arrodilla en el suelo al lado de Lux.

—Creo que podemos romper la ventana de lo que parece un baño si usamos una prenda de ropa y aprovechamos la tormenta. Es de las que se abren hacia arriba, como una... Como una...

—Guillotina. —Lux termina la frase por ella.

Esta chica es una pequeña delincuente.

Lux se quita la camiseta roja que lleva puesta y se la da a Noa, ella toma un par de piedras de tamaño medio. Tras enredarlas en la camiseta nos acercamos a la ventana en cuestión, a pesar de la suciedad, se puede intuir que lo que hay en su interior es un antiguo baño. Es la única que no tiene una contraventana de madera, la ansiedad se me dispara en cuanto me percato del detalle.

El viejo que está utilizando mi cuerpo sabe de sobra que vamos a entrar por ahí. Antes de convertirme en espíritu, demandó que trajera a los demás hasta el pazo Arcanova.

—Es posible que sea una trampa. —Detengo a Noa antes de que rompa la ventana. Ella se estremece al sentir mi contacto y suelta la camiseta, que cae con un sonido sordo al suelo—. Fijo que es una trampa. Entraré yo.

Lux le explica lo que estoy diciendo.

—No hemos venido para mirar el puto mal tiempo —objeta ella arrugando su boca de pétalo. Tiene el pelo empapado apelmazado contra su cara y un pequeño mechón se empeña en meterse en su boca cuando habla.

Intento retirar ese cabello, sin éxito. Al cabo de unos instantes, Lux posa los dedos en el rostro de Noa y lo aparta.

—Noa tiene razón —dice él—. Además, en tu estado actual no puedes hacer nada.

Suelto un suspiro, soy un completo inútil en estos momentos. Apoyo mis manos contra la pared y estas se filtran hacia dentro sin que tenga que esforzarme.

—Os espero dentro.

En cuanto piso las baldosas, me percato de que algo no está bien. No puedo explicarlo, es una energía que se cuela en mi interior y me hace sentir pequeño.

En este baño hay un inodoro muy antiguo, así como una bañera con patas de metal dorado y una pileta redondeada. Todo ello deslustrado por el paso del tiempo. Procuro no mirar demasiado hacia el espejo que está en un lado, sabedor de que lo que habrá reflejado será una habitación vacía.

Me acerco a la ventana mientras aguardo a que ellos dos calculen el tiempo que toman los truenos en sonar. Con una sincronización perfecta, Noa rompe la ventana y los cristales caen al suelo justo en el instante en que la tormenta retumba. Se las arregla para pasar su pequeño brazo y abrir el seguro de la ventana.

Me da la impresión de que ya ha hecho esto antes.

Los dos se infiltran evitando los cristales, una vez dentro ambos miran a su alrededor.

—Esperaba que fuera más impresionante, la verdad —suelta Lux recuperando su camiseta, tiene los músculos de la espalda en tensión cuando se la vuelve a poner.

—Es solo un baño. —Noa se quita el vestido que llevaba puesto y lo escurre en la pileta. Intento por todos los medios no mirar las suaves curvas de su cuerpo. No es momento para estar babeando por los cuerpos de estos dos.

—Te dije que era mejor ponerte un pantalón.

—Siempre andas opinando sobre lo que es mejor o no para mí, déjame en paz —masculla ella en voz baja.

—¿Por qué estás siendo tan borde estos días? —susurra Lux aproximándose a ella. Posa las manos en sus caderas y hace que gire hacia él.

Carraspeo a pesar de que no tengo aliento.

Lux me ignora, besa la frente de Noa con cariño y luego baja hasta su boca. Desvío la mirada fingiendo interés por la robusta puerta del baño. Gran puerta, sí. Tiene unas pequeñas enredaderas talladas en forma de arco y el picaporte parece ser de un metal pesado.

Medio minuto más tarde, se ponen a mi lado, dispuestos a seguir explorando el antiguo pazo. Lux intenta posa la mano sobre mi hombro, sin lograrlo, por supuesto.

La puerta no hace ningún sonido al ser abierta. Nos encontramos en un oscuro pasillo que se extiende en ambas direcciones. La sensación de que algo no va bien se incrementa.

—Es como si todas las paredes estuvieran pintadas con resentimiento —habla Noa en voz baja.

Veo hacia el hueco en el que se aprecian unas empinadas escaleras que suben al piso superior.

El rencor nos llama.

Brétema (BL🌈 Completa ☘)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora