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La oscuridad acecha en el bosque.
¿Podrá Caitán deshacer la maldición sin perder su corazón por el camino?
¿Y qué pasa con Gabriel, el misterioso hombre de ojos canela?
Caitán trabaja como veterinario en un pequeño pueblo, todo en su vida...
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Dejo a Niel en el suelo y agarro una de las ramas de espino que lleva directamente al corazón del espectro.
El humo ya no enturbia mi mirada.
Una helada brisa se filtra entre los pliegues de la ropa que llevo puesta y la escarcha cubre por completo el suelo. Arropa con mimo los espinos, se desliza con suavidad por mis piernas. Aprieto los dientes ante el frío y cierro los ojos con agotamiento.
Un simple movimiento y destruiré su corazón espectral. Sin embargo, no lo hago. Permito que los segundos pasen y que su frialdad toque mi alma.
El bosque pierde su forma. Las palabras de Gabriel se silencian y una gran estancia se revela frente a mí. La luz de la luna se cuela por los grandes ventanales en forma de arco y baña el suelo de madera.
Una mujer de pelo castaño ondulado está sentada en un sofá cercano a los ventanales; lleva un vestido vaporoso de una tonalidad azulada, como las flores que crecen a lo largo de los ríos. Lo que más llama la atención son las orejas de ciervo dispuestas en su cabeza. Es lo que un habitante de Orballo llamaría corrupto. En sus brazos descansa un rollizo bebé que se aferra al cabello de su madre mientras duerme.
—He conseguido hablar con Lymna —susurra una suave voz a mi lado—. Nos permitirá vivir fuera de los límites de la barrera. ¿Has preparado el equipaje de los niños?
Ella asiente y eleva sus grandes ojos azules.
—Tengo miedo, Lucien.
La persona que se encuentra a mi lado se acerca y se sienta en el borde del sofá. Mima con ternura los bucles de la mujer.
—Conozco a Lluvia —asegura Lucien—. Puede que esté revolviendo la mente de las gentes del pueblo con su discurso de odio, pero no creo que llegue a hacer nada en contra de los corruptos. Todos saben que yo hice mi enlace de vida contigo. Nuestros hijos son unos niños sanos y amables.
Trago saliva al escuchar su conversación.
—¡Pero ya has visto cómo nos han estado tratando estas últimas semanas! Todo porque Xian tiene unas cuantas plumas entre el pelo.
—No te preo...
Una piedra atraviesa el cristal y cae sobre la madera. Le siguen otras, por lo que Lucien agarra a su esposa e hijo y los obliga a ponerse a cubierto.
No quiero ver esto.
Me giro con la intención de huir de este doloroso recuerdo.
La imagen cambia. Ahora hay varias personas que han irrumpido en la casa, con sus rostros cubiertos por telas, para que nadie descubra su identidad. Una de ellas lleva a un niño sujeto por la ropa y lo lanza sin cuidado. Cae de rodillas ante el cuerpo sin vida de la mujer.
