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La oscuridad acecha en el bosque.
¿Podrá Caitán deshacer la maldición sin perder su corazón por el camino?
¿Y qué pasa con Gabriel, el misterioso hombre de ojos canela?
Caitán trabaja como veterinario en un pequeño pueblo, todo en su vida...
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No quería quedarme dormida.
Me acurruqué en el regazo de Lux, esperando a que el amanecer llegara y poder seguir siendo yo misma. Sin embargo, me sumergí en la oscuridad en cuanto cerré los ojos.
Es como zambullirte en el agua desde una gran altura. El impacto que te deja sin aliento, mientras el frío y las burbujas cosquillean en tu piel.
Las largas noches en las que mi cuerpo descansa, deambulo por un mundo que no comprendo, pero que intuyo no es más que el interior de Brétema. Mis pies descalzos chapotean mientras camino y deseo salir.
Brétema nunca sueña, permanece sentada en un lugar oscuro a la espera de que su amor venga. Esta noche me acerco y me siento a su lado, en un acto de resignación y tozudez a partes iguales.
En este espacio, mi piel no está cubierta de plumas. Me pregunto dónde se halla el cuervo que refleja mi alma.
Escucho sus sollozos con cierto hastío. Tiene las manos sobre su cara en un gesto teatral.
—Solo ha sido beso —termino por decir.
Ella me mira durante un breve instante y lleva sus dedos hacia el agua. Unos pequeños peces se forman y flotan hacia arriba.
—A mí tampoco me ha hecho ilusión —admito al cabo de un rato—. No conozco demasiado a Adán.
—¿Y por qué besas a alguien que no quieres? —cuestiona con reproche. Las escamas que hay en algunas partes de su cuerpo tienen un toque iridiscente.
—¿Y por qué usurpas mi cuerpo? —Me incorporo antes de que replique—. Ah, sí, ya lo sé. Quieres estar con tu amor. Pero este ha muerto. Decidió morir y es algo que tienes que aceptar. El final siempre llega para todos, ya sean humanos o dioses.
—¿Y si fuera Lux el que hubiera muerto? ¿Podrías seguir adelante?
Contemplo mis pequeños pies. Nunca he sido buena expresando mis sentimientos en voz alta, pero Brétema puede leer todo lo que se cruza por mi corazón. Sé que, si Lux estuviera en peligro, haría cualquier cosa para mantenerlo con vida. Sacrificaría todo un mundo si eso hace que él viva.
—Lux no está muerto.
—Todavía no, pero sucederá como bien dices. Tarde o temprano.
—Entonces espero estar muerta para no llegar a verlo —espeto sin intención de continuar una conversación que no lleva a ningún lugar.
Brétema me observa con curiosidad y se levanta. Rompe la escasa distancia que nos separa; los peces de agua que nos rodean emiten una luz azulada tenue.
Su frío dedo roza mi mejilla, un estremecimiento me recorre la espalda.
—Te enseñaré —susurra en mi oído—. La verdad sobre el zorro.
