Hinata se abrazó a sí mismo con fuerza en un intento de apaciguar las náuseas que estaba teniendo. Se encontraba sentado encima de la tapa del inodoro, apretando los muslos, sintiendo como todo su interior se revolvía. No podía tener peor suerte.
Justo tenía que ser ese día. Le tenía que bajar la menstruación el primer día del torneo, luego de meses sin ella. Su cuerpo definitivamente lo odiaba.
Suspiró y tomó un pequeño saco de algodón que se asomaba en su bolso, abriéndolo y extrayendo una copa menstrual morada pastel. Al menos nunca la sacó de ahí, tenía que agradecerle al Hinata del pasado que, claramente, había vivido eso mismo en algún punto del año pasado porque, si no quedaba claro, su útero lo odiaba. O su cerebro, o todo su cuerpo la verdad.
Dobló el objeto de silicona y comenzó a introducirselo lentamente. Era una sensación extraña. No era una persona que sintiera mucha disforia (afortunadamente), pero en general no le era de su total interés el introducirse cosas o cualquier actividad que implicara placer sexual, por lo que se sentía particularmente raro tener que hacer eso. Después de todo, su único amor era el voleibol. Siempre se lo repetían sus amigos cuando comenzó la época de conocer gente.Lo que realmente le generaba disforia era tener que fingir que no estaba pasando por ese tipo de cosas. Mantener la calma e ignorar (fallando monumentalmente) los cólicos que golpeaban sus entrañas. Definitivamente si solo fuera sangre le daría totalmente igual.
Pero bueno, al destino le gustaba reírse en su cara. Qué más daba, ojalá que después del calentamiento el dolor fuera manejable, usualmente la peor parte era el inicio. Suspiró y se tomó un ibuprofeno junto con un sorbo de agua, sobresaltándose al sentir que golpeaban bruscamente la puerta del cubículo en la que se encontraba.
"Oi, idiota. ¿Sigues vivo?"
Claro que tenía que ser Kageyama. No podía ser de otra forma. Rodó los ojos y abrió la puerta, encontrándose con la mirada inquisidora del pelinegro.
"Al menos por ahora"
"Si piensas morirte hazlo después del partido".
Hinata bajó la mirada, notando que su amigo estaba sosteniendo un termo.
"Me imaginé que iba a pasar esto de nuevo, así que... bueno, es té de jengibre. Mi hermana me daba cuando andaba con náuseas".
El pelirrojo se le quedó viendo con una ceja arqueada y una sonrisa casi burlona.
"Sabía que en el fondo de ti tenías corazón, Softie-yama".
Kageyama gruñó y tomó el termo que en algún momento había pasado a las manos del más bajo. Intentó quitárselo, soltando otro gruñido al notar la resistencia que ejercía su compañero.
"Devuélveme el termo"."No, ¡es mío ahora!".
Estuvieron forcejeando un buen rato, musitando insultos, sin notar que en algún momento otro chico entró al baño y al notar la pelea se fue inmediatamente. En algún punto el colocador rodó los ojos y soltó el termo.
"Mejor tómate eso rápido, ya vamos a empezar a calentar" murmuró con una notoria frustración, caminando hacia la salida.
"¡Ja! Una victoria nueva para mí" dijo Hinata con una sonrisa triunfante.
"Una cosa más que digas y mi saque con salto va a aterrizar en tu nuca".
Hinata se estremeció. Kageyama finalmente lo dejó solo, por lo que aprovechó de lavarse la cara, mojarse el pelo y abrir el termo, sirviéndose un poco en la tapa, soplando para enfriarlo más rápido y comenzó a tomar. Se sorprendió al sentir un sabor dulzón, lo que significaba que el imbécil había tenido la suficiente decencia para echarle azúcar y no darle una bebida ácida.