Los días pasaban y la tensión era cada vez más latente. Calev apenas había podido descansar, pues pasó toda la semana creando los cascos AAP. Además de que no podía olvidar esa terrible visión que le creó el cíclope cuando había estado junto con Alley y Jirue.
Los de la República Galáctica se referían a esos monstruos como ahariomus. Lo que dejaba claro que los conocían de antes...
Calev no paraba de preguntarse por qué existían seres así de terribles.
-¿Por qué atacar a toda mi comunidad?- pensaba.
Muy posiblemente eran culpables también de muchas desapariciones de colonias humanas en otros planetas.
Poca gente podía registrar sus ataques ya que deshabilitaban además cualquier tipo de aparato electrónico. Por lo que había podido investigar, gracias a que preguntó a los mandalorianos, los ahariomus eran una de las peores especies que podrían poblar el universo: su planeta había sido devastado por guerras, a tal punto que nada vivo crecía allí. Tuvieron que recurrir a vivir en el espacio, en busca de otros seres de los que alimentarse. Pero no cualquier ser les podía servir de comida, ellos necesitaban ingerir seres inteligentes.
Al parecer, si comían otro tipo de animal o planta, les afectaba a su cerebro, volviéndolos más débiles.
Eso era triste por una parte pero por otro, Calev no iba a ceder ni a permitir de nuevo otro ataque. Él sabía bien sobre el equilibrio y la justicia en cuanto a la moralidad de todas las especies. Pero no iba a dejar que les dieran caza así. Y si tenía que realizar una auténtica masacre por el bien de su especie... obvio que lo iba a hacer.
Su plan estaba yendo sobre ruedas. Y en sus momentos de descanso, los pasaba leyendo más sobre la energía nuclear y los materiales radiactivos, que podrían encontrarse en el planeta en el que ahora se encontraban.
El joven le había mentido al consejero de la República. Pues iba a trazar su propio plan de venganza, plan que solo conocía Vaum.
-¡Calev!- se escuchó la voz de Taiana en el pasillo, afuera de la sala donde él se encontraba.
-¿Qué ocurre?- se levantó a abrirle la puerta.
-Los radares han detectado movimiento en la atmósfera, pueden ser ellos- irrumpió Taiana alarmada.
Calev se puso en acción. Se colocó uno de los cascos y le entregó otro a su hermana -da la voz de alarma, que todos los colonos vayan a los refugios- le ordenó antes de salir corriendo al exterior. Mientras estaba rezando, con todas sus fuerzas, que su invento sirviera contra esas criaturas.
Las alarmas empezaron a sonar desde todas direcciones. Todos los presentes se dirigían a sus posiciones, ya fuera para luchar o para refugiarse.
Un escalofrío le recorrió el cuerpo cuando llegó al exterior de las instalaciones, podría haber sido el viento frío, pero también notó como su vista se había perdido durante un segundo.
Definitivamente había sido un ataque. Lo supo al ver como uno de los mandalorianos que estaba cerca suyo, cayó frente a sus pies.
-Je, os dije que usarais el casco por algo- le espetó él. Por suerte el resto que si lo usaba no habían caído bajo el ataque psíquico de los ahariomus.
Corrió a tomar uno de los fusiles de asalto que su hermana Taiana estaba repartiendo a los pocos colonos que habían decidido unirse a la lucha.
-¿Dónde esta Suna?- le preguntó Calev a su hermana.
-No lo se, seguramente haya ido a esconderse con el resto- dedujo -no va a entrar en combate con Oku-
-Obvio- respondió Calev cargando el arma.
ESTÁS LEYENDO
Más allá de las estrellas
Ciencia FicciónLos nómadas Hulú llevan varias generaciones explorando los confines del universo, tanto conocido como desconocido. Podría decirse que es una de las pocas sociedades humanas aún existentes. El resto son colonos que llevan siglos dormidos a la deriva...