-Prólogo-

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15 DÍAS PARA DESAPARECER

La alarma me despierta. Apenas son las 7am. No me quiero levantar, pero ya escucho los pasos de mi padre acercándose, así que si no quiero que me regañe debo estar ya en pie.

Salgo de mi habitación con el pijama aún puesto y me choco con mi padre. Él me mira con esos ojos que se pasan todo el día vigilando mis movimientos.

-Cámbiate de ropa que apestas.

Y tras decirme eso se dirige hacia su habitación y desaparece. Yo ignoro el comentario y camino hasta la cocina. Ya allí veo que mi madre está parada esperando mi llegada.

-Mia, a ver si hoy no llegas del instituto llorando. Espero que no seas tan dramas como siempre.

-Lo intentaré mamá.

Me acerco hasta la despensa y agarro unas galletas de chocolate. Espero unos segundos antes de sacarlas del lugar y entonces ocurre.

-Mia...

Dejo las galletas en su sitio y cierro la despensa. Miro a mi madre y ella asiente orgullosa.

-Ya sabes que tienes que comer bien para no engordar.

-Sí mamá.

Abro la nevera y saco mi zumo de naranja. Lo único que puedo desayunar sin que nadie me diga nada. Coloco un vaso sobre la encimera y vierto el líquido.

Noto la mirada de mi madre sobre mi, pero en ningún momento la vuelto a mirar, simplemente guardo el zumo de vuelta en la nevera, me tomo mi desayuno y salgo de allí harta de que todas las mañanas sean lo mismo. Llego hasta mi habitación y me cambio de ropa. Escojo mi sudadera negra favorita y unos pantalones vaqueros anchos. Agarro mi mochila y la dejo en la entrada preparada para cuando me tenga que ir. Luego voy al lavabo y me cepillo el pelo. Veo mi rostro que aún sigue rojo debido al largo tiempo que me pasé el día anterior llorando. Observo mis ojos azules, los mismos que tanto han sido criticados tanto por personas ajenas a mi vida personal como por mis familiares. La única que nunca me ha dicho nada malo es mi abuela.

Tampoco es que tenga mucha familia, solo están mis padres y mis abuelos, que en verdad solo veo a mis abuelos por parte de madre. No entiendo como mi abuela pudo tener a una persona tan mala como lo es mi madre. Son todo lo contrario.

Termino de cepillarme el pelo y cuando voy a guardar el peine veo a mi madre a través del espejo. Me giro y la miro esperando a que me diga algo.

-¿No crees que deberías vestir de otra forma? Con esa ropa parece que estés depresiva o algo parecido...

Suspiro y la ignoro. Guardo el cepillo y salgo del lavabo esquivando a mi madre. Mientras que la voy dejando atrás escucho algo que susurra:

-Niña desagradecida...

Me dirijo hasta mi habitación de nuevo y cuando voy a girar la esquina me vuelvo a topar con mi padre, que había salido de su habitación. Consigo parar a tiempo para no chocarme con él y evitar cualquier comentario, pero no lo consigo.

-Mira por donde andas.

-Sí papá.

Entro a mi habitación y cierro la puerta. No puedo llorar, no ahora que tengo que salir a la calle. Aguanto las lágrimas con todas las fuerzas que me quedan y cuando ya estoy preparada para salir abro la puerta, me acerco hasta mi mochila, la agarro y salgo de mi casa.

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Por fin suena el último timbre antes de la hora de descanso. Cuando todos mis compañeros abandonan la clase salgo yo. Camino por los pasillos sabiendo perfectamente el lugar en el que me toca estar los próximos treinta minutos. Llego hasta los lavabos y me encierro en uno de los cubículos. Tengo que aguantar, soy fuerte.

-Mia, sabemos que estás aquí...

Aguanto la respiración para así no hacer ningún tipo de sonido.

-Venga sal, hoy no tenemos pensado pegarte. ¿Hablamos un rato y nos cuentas qué se siente ser la marginada de clase?

Al no recibir respuesta, las chicas que llevan años acosándome empiezan a abrir puertas. Van una a una y a mi se me hace eterno. Cuando llegan a mi puerta intentan abrirla pero no puedes. El seguro está puesto.

-Está aquí.

Veo que una de las chicas se arrodilla y me mira a través del agujero que queda justo entre la puerta y el suelo.

-Hola guapa.

La chica mete la mano y me agarra el pie derecho. Yo me siento sobre el retrete y le pego patadas a la mano para que no logre volver a tocarme. Las lágrimas me caen por el rostro y siento que en cualquier momento pararé. La chica decide parar y desaparece de mi vista, pero no se van del lugar. Entre todas empiezan a golpear la puerta mientras me gritan todo tipo de insultos. Yo lloro cada vez más, cansada de todo aquello. Cada día es un infierno.

-¡Eh!

Y entonces lo escucho. Mi salvación.

-¡Fuera de aquí!

Escucho como todo el grupo de chicas va saliendo y se queda solamente una persona.

-¿Mia?

-Adam...

Abro la puerta y salgo. Él está allí.

Abrazo al chico con todas mis fuerzas y él me sostiene.

-Tranquila, ya pasó...

Adam me sujeta el rostro de las dos manos y me limpia las lágrimas.

-Ya... Tranquila...

-No entiendo nada... ¿Por qué siempre yo?

-Pequeña, hay gente muy cruel por el mundo. Nadie merece ser tratado así, pero sabes que siempre me vas a tener a mi. Siempre voy a estar para lo que necesites porque te quiero y si necesitas algo yo te lo voy a dar.

Vuelvo a abrazar a Adam. Lo quiero demasiado, es el que siempre sabe como calmarme y el que siempre me ayuda en todo.

-Te quiero Adam...

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Las tres horas no han sido tan horribles. He tenido días peores.

Llego a mi casa y cuando entro noto al instante lo que se me viene encima. Mis padres aparecen y me miran.

-¿Ha pasado algo?

Pienso en lo que debo hacer. Sé que si les cuento lo que ha ocurrido posiblemente le quiten importancia, pero igualmente no pierdo la esperanza y lo intento una vez más.

-Me han insultado y casi me pegan. Si no llega a aparecer Adam posiblemente yo no estaría aquí ahora.

Mis padres se miran entre ellos y sueltan una risa.

-¿Qué mierdas te has tomado?

Noto como mis esperanzas se derrumban. Aparto a mis padres para poder pasar y esconderme en mi habitación, pero mi padre me agarra del brazo y me estampa contra la pared.

-Ten un poco de respeto y no nos empujes desgraciada.

Consigo que me suelte y me encierro en mi habitación de una vez por todas. Dejo la mochila sobre la cama y no me lo pienso dos veces. Abro el cajón de mi mesita, agarro la cuchilla y me preparo para los siguientes momentos de satisfacción. Cuando el metal choca contra mi piel empiezo a llorar para desahogarme.

Otro día de mierda en el que la única persona que me ha entendido ha sido Adam. Por eso mismo lo amo con todo mi corazón.

Mariposas (Parte 2) ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora