Capítulo XVIII

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—¿Está todo bien, princesa?

Habían pasado ya cinco días desde que Levi emprendió su viaje alrededor del continente. En el palacio las cosas transcurrían con normalidad, y si bien su ausencia era notoria, siendo rescatada frecuentemente por sus amigos quienes se preguntaban en qué nomás andaba y cuándo volvería, para cierta azabache representó algo mucho más complejo, una experiencia que no era para nada agradable y con la que tuvo que lidiar con mucho esfuerzo.

El día que se despidieron en la habitación de él, se dijo que todo iba a estar bien y se infundió ánimos, convenciéndose de que el tiempo pasaría rápido y pronto lo tendría de vuelta, pero no contó con que el sentimiento de añoranza sería tan fuerte y le haría extrañarlo más de lo que podía imaginar.

Tan acostumbrada estaba a verlo en los corredores, intercambiar miradas furtivas cuando nadie veía y compartir momentos en la biblioteca que le fue difícil hacerse a la idea de que no estaba, y aunque trató de restarle importancia y continuar como si no pasara nada, hubo momentos en los que se sumía en sus reflexiones, distrayéndose y suspirando inconscientemente en cualquier lugar en el que se encontrara.

¿Era posible echar tanto de menos a alguien? No veía la hora de verlo atravesar la puerta del palacio y dedicarle su más sincera sonrisa de bienvenida, pero hasta que eso sucediera debía ser paciente y esperar, procurando no ser tan evidente, aunque a veces resultara complicado frente a ciertas personas.

Y eso era lo que estaba sucediendo en ese instante en plena sesión con su maestra de música.

—¿Por qué lo pregunta?

—Últimamente no la he visto muy concentrada. ¿Algo le preocupa?

—No —dijo y dejó su lira sobre su regazo—. Lo siento, Duquesa Hange. Es solo que... tengo muchas cosas en la cabeza.

—Entiendo, y seguramente esas cosas están relacionadas con su compromiso y próxima boda, ¿o me equivoco?

Se quedó en silencio algunos segundos. Había olvidado por completo aquella cuestión.

—Sí... eso también —mintió y desvió un poco la vista.

—Imagino que debe ser agotador, pero descuide. Ya cuando llegue el día no tendrá que preocuparse más y solo se dedicará a vivir su nueva vida.

—Quisiera mucho tener su optimismo.

—Siempre hay que verle el lado bueno a todo, aunque noto que usted aún no está del todo convencida.

—No voy a negar eso. Después de todo, no estaba en mis planes casarme tan joven, y menos por imposición.

—Comprendo su punto, pero recuerde que los soberanos no lo hacen por maldad. Además, estoy segura de que el príncipe de Liberio no escatimará esfuerzos para hacerla feliz.

"La persona que me hace feliz está lejos ahora", pensó.

—Ojalá no se equivoque —mostró una sonrisa forzada.

—Ya verá que así será —sonrió y miró el reloj colgado en la pared—. Si tiene su mente en otro lado, no es acertado que continuemos con la clase, así que terminamos temprano por hoy.

—Lamento que mi actitud la empuje a hacer eso.

—Tranquila. Luego lo compensaremos aprendiendo una nueva pieza musical en la que estoy trabajando.

Mikasa asintió, guardó su lira en el estuche y se despidió, no demorando en abandonar la estancia. Honestamente, se sintió un poco mal por suspender la clase cuando en algo le ayudó a distraerse y dejar de lado la sensación que la acompañaba en los últimos días, pero Hange tenía razón: no podía seguir si no estaba enfocada ni motivada, así que soltó un largo suspiro y caminó en dirección al jardín.

ENTRE CEREZOS Y ROSAS NEGRAS (RIVAMIKA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora