Un nuevo día llegó y, con él, una nueva jornada de labores dentro del palacio.
Siendo fin de mes, era común celebrar una especie de reunión con representantes de los nobles y los plebeyos para saber si había novedades o asuntos que requerían de un tratamiento inmediato. En sí, era un momento de suma importancia que involucraba a todas las clases sociales del reino, por lo que se llevó a cabo temprano en la sala de tronos bajo la presencia del rey, la reina y el administrador real.
Uno a uno, los nobles presentaron algunos temas de diversa índole que se trataron en un tiempo estimado de una hora. Posteriormente se dio paso a los voceros del pueblo que plantearon problemáticas respecto a la agricultura y comercio a microescala, así como otras cuestiones en el sentido positivo, pero ya cuando la convocatoria estaba por terminar, un último caballero hizo acto de presencia, el cual había llegado de improviso escoltado por dos soldados.
—Sus Altezas —hizo una reverencia—. Me disculpo por mi repentina aparición, pero debo informarles una noticia urgente.
—¿De qué se trata?
—Se registró un nuevo asesinato en el pueblo de Dorum.
El ambiente, que antes gozaba de gran expectativa y serenidad, ahora se tornaba sombrío, como si un manto invisible obligara a cada uno de los presentes a contener la respiración en medio de un denso silencio que nadie se atrevía a romper.
El soberano, consciente de lo que aquellas palabras produjeron, pidió amablemente a los asistentes que se retiraran, dejando únicamente que se quedaran la reina, el recién llegado y los soldados que lo acompañaban.
—¿Qué detalles tienes al respecto?
—Campesinos encontraron en la madrugada del día de hoy el cuerpo de un hombre de mediana edad cerca de la entrada del pueblo —comenzó—. De acuerdo a su testimonio y a lo que yo mismo observé, hay indicios de degolladura y aplastamiento de los huesos del cuello y tórax.
—¿Lograron ver algo sospechoso?
—No. El agresor no dejó ningún rastro.
El rey miró a los soldados (que confirmaron la información con un fuerte asentimiento de cabeza), intercambió una mirada con su esposa al lado suyo y se recargó en el trono con una expresión preocupada.
—Agradezco la información. Puedes irte.
El hombre se despidió con una leve inclinación y abandonó la sala junto a los soldados. Una vez todo volvió a quedarse en silencio, la reina volteó nuevamente hacia su compañero, no siéndole imposible adivinar los pensamientos que estaban surcando en su cabeza en ese instante.
—¿Estás bien, querido?
—No sabría responderte —dijo sincero—. No cuando creí que el tema ya se había resuelto.
Se levantó y salió del salón real sumido una vez más en sus reflexiones, reparando apenas en el hermoso día que en las afueras se estaba desarrollando bajo la magna presencia del astro rey.
Y es que la cuestión, por más vueltas que le diera, era difícil de ignorar. Situaciones similares se presentaron en el mismo pueblo y un par en Ferhad, al sur del reino hace ya mucho tiempo. No demoró en tomar medidas al respecto con el apoyo de su ejército, y cuando parecía que todo estaba controlado y la paz había vuelto, vuelve a aparecer, como queriendo demostrar que los frutos de su esfuerzo no fueron suficientes.
Suspiró de camino a su oficina. La preocupación estaba más que justificada, y aunque esperaba que la noticia no trascendiera más allá de las cuatro paredes de la sala de tronos, fue prácticamente imposible, llegando a los oídos de todas las personas que vivían en el palacio.
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ENTRE CEREZOS Y ROSAS NEGRAS (RIVAMIKA)
Fiksi Penggemar"Eres un poema en el desierto, una joya sencilla celosamente custodiada a la que quiero atesorar por siempre... Y, por ello, te salvaré de ese cruel destino que te aguarda". Él es un noble, conocedor de muchas ciencias que llegó a servir al reino de...