Capítulo XVI

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Durante mucho tiempo, el ser humano vivió una serie de conflictos con diferentes pueblos en la lucha por conseguir prosperidad en medio de un mundo que apenas mostraba indicios de evolución. Su naturaleza marcada por la supervivencia lo llevó a vivir distintos escenarios, unos más alentadores que otros, que influenciaron en la formación posterior de civilizaciones, pero... ¿es acaso esa la historia completa?

Así se contaba en la mayoría de registros, pero la realidad era que hubo enfrentamientos con seres de otra naturaleza, seres malignos que no eran más que simples menciones de la mitología y el folcklore ancestral en otras tierras, pero que existieron y repercutieron significativamente en la vida de los habitantes del Continente Austral.

No se sabía con exactitud cuál era el origen de los demonios. Unos decían que los dioses, en un acto de ira, condenaron a un pueblo y maldijeron a todas las personas del lugar por su soberbia y excesos; otros aseguraban que eran entes espirituales que representaban el lado más oscuro y perturbador de la raza humana, pero independientemente de las teorías que trataban de explicarlo, una cosa era segura: eran las criaturas más espeluznantes y amenazantes que habían podido pisar la faz de la Tierra.

Sus apariciones en un inicio fueron esporádicas y muy poco recurrentes, asustando a algunos viajeros e invadiendo determinadas zonas para alimentarse, pero la mayor invasión, que prácticamente se convirtió en una guerra, sucedió un milenio después, en un año que parecía común y corriente para muchos pero que era clave para cierta nación del oeste.

Mikasa tenía seis meses cuando corrió la noticia de que grupos numerosos de demonios había aparecido en varios lugares del continente. El Reino de Stohess y los Imperios de Shiganshina y Marley fueron los primeros en hacerles frente con todo su armamento, procurando detener la ola de violencia que tenía a todos aterrorizados, pero al ser tantos fue muy difícil cercarlos, consiguiendo una fracción significativa de ellos avanzar en dirección al Reino de Paradis mientras destruían todo a su paso.

Alertado por la situación, el rey ordenó a todos sus soldados prepararse de inmediato, y aunque planteó una estrategia rápida que incluía la evacuación de las personas, la llegada masiva de los demonios lo obligó a recurrir a un plan alterno que contrarrestó el ataque pero no impidió que algunas vidas inocentes se perdieran.

Ser testigo de la destrucción y del espíritu aguerrido de su ejército por defender la ciudad capital fue suficiente para que decidiera unirse a la lucha, por lo que mandó al comandante a traer su traje y armadura y se vistió para luego seguirlo con arma y escudo en mano.

—No permitan que ningún demonio ingrese al palacio —le dijo a la guardia real—. Aún no sabemos a qué se debe este repentino ataque, pero no nos doblegaremos ni daremos marcha atrás, así que asegúrense de defender bien este lugar mientras yo me uno a la primera línea de batalla.

—¡Como ordene, Su Majestad!

El ambiente estaba lleno de zozobra e incertidumbre. Los sirvientes y nobles residentes trataban de mantener la calma y confiar en el ejército, pero al ver a su soberano como un soldado más, supieron que la situación era mucho peor de lo que imaginaban, enervando más los ánimos y corriendo la noticia que no tardó en llegar a los oídos de la reina.

—¿Qué?

—Parece que el avance de los demonios apenas ha sido frenado, por lo que Su Alteza decidió marchar al frente y unirse al combate —dijo el mayordomo real.

—Por todos los dioses... —se tambaleó y alcanzó a sostenerse de Kuchel, quien la acompañaba en ese instante—. ¿Tan grave está el asunto?

—Según los testimonios de afuera, sí.

ENTRE CEREZOS Y ROSAS NEGRAS (RIVAMIKA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora