11. 𝘾𝙖𝙢𝙥𝙖𝙢𝙚𝙣𝙩𝙤

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Jeongin se había robado unos cuantos paneles solares de quién sabe donde, y logró instalarlos gracias a todo lo que Felix había leído en su vida sobre ellos. Hacían buen equipo, Felix era el genio y Jeongin su fiel secuaz.

Ahora tenían corriente eléctrica en casa, y además, Jeongin también había robado los tanques de gas de las casas vecinas. Felix le había dicho que vivía en un barrio rico donde habían muchos viejos y pocos niños, así que al llegar la enfermedad, las casas simplemente perdieron a sus dueños, el resto solo era registrarlas y acabar con los dueños zombificados que pudieran estar dentro, Jeongin se encargaba de todo eso.

—Me sorprende que el servicio de agua siga funcionando. —Tal cual dijo el mayor, ahora estaba regando los cultivos de vegetales con el agua de la llave.

—¿Crees que haya humanos allí afuera que se encarguen de ello?

—Tengo dos teorías, Lix. La primera es que al ser de los pocos humanos, la corriente de agua es suficiente para llegarnos aún si no hay motores trabajando, y la otra es que el servicio de agua viene desde afuera de la ciudad, y allí si hay gente operando. No sé cómo funciona el servicio de agua.

—Yo tampoco, pero hemos tenido agua por semanas. Tal vez es un servicio importante así que le han dado prioridad.

Jeongin cerró el grifo y luego se limitó a ver a Felix mecerse en el columpio con sus cabellos siendo alborotados por la brisa, él comía una paleta de hielo de limón que habían hecho al celebrar que ahora tenían electricidad, aunque era saborizante de limón con azúcar y colorante de los paquetes en polvo, a faltar de conseguir limones reales, pero estaba bien para Felix.

—Sung, ¿tienes alguna casa de campaña?

Él asintió. —Mi papá tenía una, aunque no sé dónde está. ¿Vamos a acampar, Innie? ¿No es muy peligroso afuera?

Jeongin sonrió por el apodo, también sonrió porque su niño era tan inteligente.

—Podemos hacerlo aquí en tu patio, está cercado y es bonito, tal vez podamos hacer una fogata.

—Podemos conseguir malvaviscos. —Jeongin asintió, tal vez tendría que salir de imprevisto para conseguir los malvaviscos, pero estaba bien con tal de cumplirle su capricho. —Y chocolate con galletas.

Después de registrar mucho en el ático ese día, Jeongin logró dar con la caja que tenía el dibujo de la casa de campaña al frente, y trás dejar al menor armándola, salió a conseguir los malvaviscos antes de que anochezca.

Su sorpresa fue que al llegar de nuevo, el menor estaba llorando frente al desastre que daba poca pinta de ser una casa de campaña. Jeongin se asustó y rápidamente llegó para reconfortarlo, intentando asegurarse primero de que él no estaba herido.

—¿Qué pasó, Lix? —Él aferró su mano a su camisa y absorbió sus mocos.

—No puedo armarla... —Su voz volvió a quebrarse, Jeongin no sabía cómo es que podía entenderlo tan bien y saber que él no estaba manejando bien la frustración de no poder hacer algo.

Felix es como un niño, se recordó.
Si no logra hacer algo se frustra y llora.

Acarició su cabello, tratando de calmarlo. —La armaré por ti, no hay problema.

Lejos de tranquilizarlo, Felix se aferró más a su camisa como si Jeongin fuera a separarse de él, y no paró de llorar.

—Tú siempre arreglas todo por mí... —Aspiró sus moquitos de nuevo. —Y yo no puedo devolverte el favor nunca.

Joder, había caído.
Había caído ya por ese precioso angelito de mejillas llenas de estrellas.

Lo abrazó más ahora intentando aferrarse a su cintura, Felix se aferró a sus hombros y lloró en su pecho, sentía la importancia de no poder hacer lo que Jeongin le había dicho que haga.

De la A(mor) a la Z(ombies)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora