xvi.

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El corazón de Rin se acelera debido a la sorpresa, pues se esperaba a cualquiera menos a él. Siente que sus hombros se relajan junto a un suspiro cansado, antes de apoyar los codos sobre sus rodillas.

—No me vendría mal. —responde con algo de desgana. El de ojos azules le ofreció un vaso de vidrio lleno de un contenido de color algo oscuro. Así que Itoshi lo mira con sospecha. —¿Vas a drogarme?

—¿Me crees capaz? —Hay una risa baja por parte de su acompañante mientras juega con su propio vaso.

—No te conozco, no sé de lo que eres capaz.

—Pues mientras me veías bailar parecías bastante dispuesto a descubrirlo.

Hay un ligero tono de insinuación en su voz, acompañado de una risa divertida. Rin sonríe de costado.

—Aún estoy dispuesto. —contesta, enviándole una mirada de reojo. El de ojos azules deja de reírse de pronto con un poco de sorpresa en sus gestos y cuando los ojos de ambos se encuentran, Rin se siente azorado de pronto, sin saber de dónde nace ese sentimiento que le acelera el corazón, así que termina de llevarse el vaso a los labios y tragarlo enseguida.

—Vaya que estás dispuesto.

Puede escuchar su risa a un costado, Rin lo observa con los ojos entrecerrados, haciendo un gran esfuerzo para no formar una mueca en su rostro, el líquido le quemó la garganta y le arde en la boca del estómago, pero ignora la molestia y deja el vaso a un costado.

—Genial. Ni siquiera hiciste una mueca, y eso que es un trago bastante fuerte. —comenta impresionado el pelinegro, chocando sus hombros con algo de camaradería. Rin no puede hablar a causa del ardor que aún mantiene su garganta cerrada. —Seguro que no es lo peor que haz tomado. Soy Isagi Yoichi, por cierto.

—No es lo peor que he bebido hoy. —Su voz suena ronca y una octava más gruesa de lo común, limpia sus labios con el dorso de la mano y voltea a ver a su acompañante. —Yo soy Itoshi Rin, un gusto.

De pronto, las mejillas de Isagi se sonrojan y hace un movimiento nervioso con la muñeca antes de empinarse el vaso y tomarlo todo de un trago. El Itoshi observa la forma en la que su manzana de Adán se contrae, un pequeño hilo de líquido escurriendo de sus labios y los ojos azules algo llorosos que lo miran luego de tragar con fuerza.

El corazón de Rin se acelera una vez más pero ya no es de vergüenza, sino por algo más.

—¿Qué haces aquí fuera? —pregunta Isagi después de recuperarse.

—Discutí con mi hermano. —Rin se sorprende a sí mismo diciendo eso, pero no hay forma de arrepentirse ahora, así que simplemente deja caer su barbilla contra su mano en espera de una respuesta.

—Oh... —responde Isagi con un tono extraño, antes de reírse con nervios. —Lo siento. Yo soy hijo único, no sé lo que es eso...

—Si quieres decirme palabras de ánimo, mejor ni te esfuerces. No las necesito.

Hay un silencio incómodo después de eso, el ambiente parece estar muriendo y no es como que Rin sepa qué hacer, o qué decir. Solo puede mantenerse ahí, mirando a sus manos.

No sabía qué hacer, no sabía cómo reaccionar, no sabía qué decir... No tenía ni una puta idea y era un asco porque tal vez...

¿Y si lo que la maldita cucaracha asquerosa decía era cierto? ¿Qué él no podía hacer nada sino era la otra persona quien daba el primer paso?

Tal vez lo que ellos pensaban era cierto... Y mierda, sí que dolía pensar que tenían razón y era solo un inútil que no sabía nada más que fotografía...

Rin recogió el pequeño vaso de vidrio a su costado y lo miró por un par de segundos antes de sentir la rabia correr por todo su sistema. Arrojó el vaso con tanta fuerza que se estrelló en el cemento de la entrada, estallando en mil pedazos.

—Parece que sigues enojado.

El de ojos turquesa se sobresaltó aunque intentó no dejarlo notar ya que por un minuto se había olvidado de la presencia de Isagi a su lado, y en su mente no pudo más que maldecir, pensando que había jodido la mínima oportunidad que tenía de llegar a algo, porque después del gran esfuerzo que hizo para no dejarlo ver su discusión ahora le estaba dejando presenciar un berrinche en primera fila.

—Lo siento... —comentó con desgana, resignandose a la idea de ser abandonado dentro de los próximos segundos.

—¿Por qué te disculpas? Ese vaso no era mío, y dudo mucho que a Reo lo eche de menos. —Yoichi se rió, restándole importancia.

Itoshi hizo un sonido desde el fondo de su garganta, antes de girarse a ver a su acompañante.

—Lo siento por no ser especialmente conversador en este momento. —responde sintiendo la lengua pesada y la mente nublada.

Sabe que está ebrio, es totalmente consciente de eso, pero no sabe porqué su cuerpo reacciona de esa manera, en una mezcla de sentimientos que no termina de procesar ni de entender, se siente triste y melancólico por lo que Sae y la cucaracha asquerosa insinuaron, al mismo tiempo, se siente furioso por sus palabras o por lo que entendió de ellas, completamente molesto por la forma en la que Shidou se burló de él y como Sae lo defendió. Además de que la cercanía de Isagi le acelera el corazón, su cuerpo se siente casa vez más cálido y el hecho de que se mantenga a su lado a pesar de su indiferente actitud, lo hace sentirse feliz, y embobado.

Está ebrio, sin dudas, porque de otra forma no se habría admitido ni a sí mismo ninguno de esos sentimientos o al menos no se sentiría justo ahora como lo que es, un completo desastre.

—¿Eres fotógrafo? —pregunta Isagi de pronto.

—Lo soy. —contesta con simpleza, pero algo dentro de él lo hace querer agregar algo. —Me gusta capturar los momentos y que, de cierta forma, se vuelvan eternos. Porque de eso se trata la vida. De momentos que tristemente no duran mucho tiempo.

—Hermoso. —comenta el de ojos azules a su costado. —Yo soy artista, y me gusta expresarme así ¿Sabes? Cómo...

—A través del arte... —Completa Rin.

—El arte para mí es mucho más sencillo que las palabras.

—Expresar lo que sientes sin decir ninguna palabra. —comenta el más alto. —Porque las palabras a veces...

—Son complicadas. —Finaliza Isagi.

Y hay algo ahí, en el momento en que sus ojos se encuentran, hay algo especial que al ser descrito sería carente de sentido, aunque eso es lo que menos importa porque en ese instante, de alguna forma, ellos se entendieron por completo.

—Yo soy malo con las palabras y algo me dice que tu también...

—No te equivocas...

—¿Y qué tal si dejamos de hablar?

—¿Qué propones?

—¿Vendrías conmigo adentro para averiguarlo?

Y el sentido común podía irse al carajo en ese momento, porque ambos están ebrios, y no hay nada que los detenga de ir adentro.



Perspectivas. |RinSagi|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora