Capítulo 1: El día donde todo comenzo

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Capítulo 1

El día donde todo comenzo

El día donde todo comenzo, yo pensaba que eso era un caso cerrado que no volvería a abrirse nunca jamás. Que después de coser la herida, no brotaría más sangre roja de aquella grieta, pero que tan equivocada estaba al pensar que aquello era un grieta. Y no, un profundo e inmenso vacio sin cicatrizar.

Que solo eran trozos lo que quedaba de aquel efímero corazón que no hacía más que disfrazarse y mostrarse fuerte ¿Por qué? Porque así somos ¿no?
Las personas somos así.

Aparentamos estar bien.

Un bien que parece nada y lo es todo.

Un bien que calla y habla por si solo, que en medio del silencio ensordecedor se escapaban gritos ahogados.

Solo si te dispones a escuchar serás privilegiado. Aún nadie los ha oído...

Estábamos en el jardín, los rayos del sol de la mañana hacían que mi piel ardiera y que entrecerrará mis ojos dificultándome apreciar el azul del cielo y el blanco de las nubes.

—¡El día está hermoso! —comentó Belén como si no fuera obvio.

Yo seguía perdida en dos pajaritos que jugaban en una de las copas de los arboles de tilo, aleteando su alas y moviendo sus diminutas paticas de un rama a otra.

¿Como sería ser un pájaro? ¿Ser libre y volar sintiendo la fuerte brisa acariciar mi rostro? Olvidando...

—¡Mady! ¡Mady, te estoy hablando!

La dulce voz de Belén me trajo de vuelta a la realidad. Caí en la cuenta de que no era bueno perderme en el hilo de mis pensamientos.

—¡Sí, si es hermoso! —respondí sin despegar mi vista de aquellos pájaros.

—¿Estas bien? —miré a Belén que estaba a mi lado con una cálida sonrisa.

—Sí, muy bien —asentí dos veces y formé una sonrisa de boca cerrada.

Belén pensó un momento manteniendo un apacible silencio entre las dos como si buscará las palabras adecuadas para hablar. No sabía que diría.

—Mady —empezó diciendo, poso su mano en mi hombro e inmediatamente supe a que se refería— hablo de...

No deje que terminara, aunque fuera este un tema que me alterará, hable con toda la calma del mundo.

—¡Belén, estoy bien! —enfátizando eso último. Si lo estoy ¿Cierto?— Llevo meses sin tener pesadillas

Ella me dedicó una sonrisa más amplia mostrando todos sus dientes.

—¡Este verano será el comienzo de algo grande! ya tienes 17, ya no eres una niña ¡Has crecido tanto!

Su sonrisa permanecía haciendo que se formaran las famosas Patas de Gallo a los lados de sus brillantes ojos cafés. Empezaban a cristalizarse cuando me atreví a hablar.

—Belén, me harás llorar

—Ya no serás mi pequeñita —atisbó con voz temblorosa, incline mi cabeza.

Para ese momento, tal vez, ya lo sabía.

—Siempre seré tu pequeña

Se limpió la garganta y enderezó todo su cuerpo colocando sus dos manos sobre mis hombros.

Trozos #1: Kintsugi, el arte de querer nuestras cicatrices.  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora