Capítulo 9: Noah

12 4 0
                                    

¡Sé amable!

Habla tan suave, hasta que, con tus palabras puedas formar una nube de algodón para recostar a la otra persona.

No sabes por lo que ella está pasando.


Capítulo 9

NOAH

—No hay nada más que hacer —anunció la doctora con gran calma como si fuera algo que estaba acostumbrada a decir— ¡Noah, tienes que contarle!

Yo no hacía más que pensar en la tan descabellada cosa que me pedía que hiciera.

No podiamos ocultarlo más, era su vida y por ende tenia derecho de saberlo. Pero, no quería dar esa terrible noticia.

Estaba siendo un cobarde de mierda.

Simplemente toda la valentía que llevaba conmigo se esfumó al oir esas palabras salir de su boca.

¿Como le digo a un niño de 11 años que su vida esta predestinada?

¿Que todo lo que soño al salir de este lugar no va a ser posible?

¿Como destruyo sus sueños sin terminar por romperlo a él?

Cuando le cuente esto, va a destruirlos, uno por uno, cada sueño planeado y ahnelado.

Él primero se mostrará fuerte, tal cual guerrero, aunque por dentro este hecho trozos.

La esperanza es lo último que se pierde, pero si ya, no hay nada más que hacer ¿Qué queda después de perderla?

—¿Como vas, Campeón?

Atravesé el umbral de la puerta. Al fondo sobre la cama de hospital, se encontraba aquel pequeño con pies en las nubes, que soñaba con ir al espacio y descubrir todas sus maravillas y misterios; su cara pálida y demacrada, labios resecos y una franja negra alrededor de sus brillantes ojos cafés.

Detestaba verlo en esas condiciones. Era una patada en el hígado.

Me senté a su lado y le brinde una cálida sonrisa, la más genuina y verdadera, realmente era feliz a su lado.

—¡Dos a cero, la quimio va ganando! ¡Ya he vomitado dos veces! —dijo muy entusiasmado que cualquiera pensaría que amaba vomitar.

No habia conocido a una persona tan optimista en todo lo que llevaba de vida. En ninguno de mis viajes por trabajo, en ninguna conferencia. No existía, tal ser.

Sad, era la excepción.

—Puedes despedirte, ya no lucharás más con ella.

Él pequeño se sentó con frenesí, al tiempo que abría sus ojos con un brillo inefable en ellos.

—¿Salio bien? —pregunto.

Permanecí callado.

No podía hacerlo. No sin tener la seguridad que no se rompería en mil pedazos al salir aquellas palabras de mi boca.

Sad, era niño inteligente y entendería mi silencio.

Sus ojos se apagaron por un momento, y parpadeó un par de veces.

Luego tomó aire y giro su cuerpo hacia la maquina con una pequeña sonrisa, la cual tenia forma de robot y cara de mujer con largas pestañas. También brazos de metal, y piernas.

La habiamos traído hace unos cuantos años atrás, cuando Sad se negaba a tomar la quimioterapia, porque según él que era aburrida. Maquina para adultos sin imaginación, la llamó.

Trozos #1: Kintsugi, el arte de querer nuestras cicatrices.  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora