Capitulo 10: El lugar

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Capitulo 10

El lugar

Esa misma tarde salí en busca de ese desconocido lugar.

Encontrarlo, era un propósito que de alguna u otra forma me mantenía cerca de Belén.

Justo como si nunca se hubiera ido, justo como si estuviera a mi lado.

El cielo pintaba tonos naranjas, amarillos, rojos y violetas. Era una fantasía visual.

Un estallido de color, brillo y textura.

Tanto que mis manos picaron y desearon plasmarlo en lienzo.

Observe a mi alrededor, como todo brillaba y hacia juego. Los árboles se veían más vivos. Los arbustos llenos de flores más cálidos. Los amantes más alegres.

Cerre los ojos, intentando que el atardecer de esa tarde, derritiera el duro corazón de hielo que se había formado en mi.

Sentir esa calidez, esa cercanía que ahora mismo no estaban presentes en mi efímera vida.

No podía ni imaginar lo entusiasmada que estaría Belén ahora mismo. Talvez, en algún lugar del universo, me este sonriendo y este feliz.

Ese sueño, esperanza o ilusión como quieran llamarle, ardía muy en el fondo.

Una pequeña chispa, que luchaba por no apagarse.

Eso era lo que quedaba de la vieja Mady.

Solo una pequeña chispa dentro de un enorme y sólido iceberg de hielo.

Anduve como una media hora, a la expectativa. ¿Que sería aquello tan importante como para anotar su dirección? ¿Para entusiasmar a Belén? ¿Sería tan maravilloso como para asegurar que me encantaría?

De ilusiones vive el hombre. Y de ellas muere. Repetía mi padre cada vez que yo soñaba con algo.

Siempre me decía que la expectativa era muy alejada de la realidad. Que no imaginará más allá de lo que mis propios ojos podían ver. Que mantuviera mis pies en el suelo.

Y a pesar de tantas advertencias más de una vez me di un buen estrellon.

Ahora, simplemente quería emocionarme por algo. No importaba si me decepcionaba después.

Quería sentir ese revoltijo en el estómago. Las comisuras de mis labios elevándose sin hacer ningún esfuerzo. Las ansias de llegar pronto.

Para ese momento no reconocía donde estaba parada. Todo era nuevo.

Las calles eran muchos más amplias, con pequeños diseños de piedra bajo tus pies. Patios enormes donde cabrían sin ningún problema 3 piscinas olimpicas y quedaba espacio. Verde césped. Arbustos pequeños y grandes, con miles de formas, de muchos colores, amarillos, púrpuras, vino tintos.

A una amante de la jardinería como Belén, le hubiese fascinado ese lugar.

Al final del camino, solo por su estructura arquitectónica y su naturaleza agradable a la vista, supe que ese era el lugar que Belén quería mostrarme: El Museo Art Academy Apolo.

Dos chicas pasaron a través de las enormes puertas de madera cargando materiales de pintura.

Casi me caigo de culo al darme cuenta que eran pinceles de pelo de Martha, los mejores para pintar con oleo. Nunca habia visto uno tan cerca. Y podrán imaginar que tampoco lo había tocado.

Tendría que vender un riñón para comprar un pincel de esos, siempre y cuando mis riñones estén sanos. Es obvio, sino mi riñón  tampoco serviría de nada.

Trozos #1: Kintsugi, el arte de querer nuestras cicatrices.  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora