Capítulo 9

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Sara

- Ya estoy casi lista.

Puse a Olivia en altavoz y corrí al baño para terminar de maquillarme. Había elegido una ligera sombra de ojos azul oscura, acompañada de rímel y de gloss rosa, que me estaba aplicando. Había estado un buen rato pensando en qué me pondría, tanto que al final se me había echado el tiempo encima y Oli estaba esperándome en el portal.

- ¿"Casi lista" en tu idioma es literal, o acabas de salir de la ducha? - contestó ella.

- Adivínalo - dije. Terminé con el gloss y me miré en el espejo.

Para aquella noche había escogido un top blanco con el hombro derecho al aire, junto con una minifalda negra con la que, si mi madre me viese con ella puesta, no me dejaría salir a la calle durante un mes. Afortunadamente, tenía turno de noche y no me vería hasta la mañana siguiente. Mi padre tampoco estaba, aunque desconocía su paradero, pero prefería que tampoco estuviese al tanto de cómo iba a ir vestida; jamás me habría dado su visto bueno.

Unas botas negras y un par de pulseras doradas completaban el conjunto. Agarré un pequeño bolso blanco, metí lo necesario y me lancé escaleras abajo. En la puerta, me giré y llamé a mi hermano, que estaba jugando a la Play en el salón.

- Mateo, voy a salir. Llegaré tarde, si mamá o papá preguntan estoy en una fiesta con mis amigos y me lo estoy pasando muy bien.

- Vale - contestó sin mirarme, y salí de la casa.

Oli estaba de pie frente a la puerta, de brazos cruzados y mirándome divertida. Llevaba el pelo suelto y un vestido morado oscuro reluciente que le quedaba como un guante, y no llevaba mucho maquillaje, pero estaba guapísima.

- Sinceramente, creía que ibas a tardar más - me saludó, y echamos a andar calle arriba.

- La próxima vez lo haré - bromeé, y ella rió - . Estás espectacular.

- Lo mismo digo - contestó, girando la cabeza hacia mí.

El local donde se celebraba la fiesta no quedaba muy lejos. Estaba entre dos bloques de pisos, aunque no tenía ninguno encima, y por fuera era completamente negro. Había una ventana, pero estaba tapada por una lona gris y no se veía ni oía nada. Oli tocó a la puerta, y unos segundos más tarde, ésta se abrió.

Contemplé el panorama; era un local bastante amplio, aunque la gran cantidad de personas que había dentro lo hacía parecer más pequeño. Había varias barras con comida y bebida, así como un par de sofás y una mesa de ping pong llena de vasos, como en las películas americanas. Al fondo había una puerta abierta, que era la única fuente de ventilación a la vista, y por los altavoces sonaba una canción de reggaeton que no conocía. Pocos segundos después de cruzar el umbral, Sergio se acercó a nosotras. Llevaba una camisa blanca abierta hasta la mitad del pecho y unos vaqueros ajustados, justo como me imaginaba que iría vestido. Tenía un vaso en la mano y sonreía ampliamente.

- Pero bueno, si son mis chicas favoritas - exclamó mirándome. Oli le lanzó una mirada de odio de las suyas, pero el chico no desvió los ojos de mí - . ¿Queréis tomar algo?

Asentimos y nos guió hacia la barra. Me serví un ron cola y seguí a Oli a donde había más gente hablando y bailando. Me presentó a algunos compañeros del curso, y charlamos un rato con ellos. Durante toda la conversación noté que mi amiga buscaba a alguien con la mirada, y enseguida supe que el alguien en cuestión era Jesús.

- ¿No iba a venir con nosotras? - le susurré.

- Sí, pero me ha dicho que llegaría tarde - contestó - . Espero que no le haya pasado nada.

Una sola miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora