Capítulo 21

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Sara

Quería estar con Dani, sí. Quería conocerla mejor, quería pasar más tiempo con ella, quería sentirme como solo ella me hacía sentir. Pero no podía hacerlo si estaba así de distante conmigo.

Desde aquel viernes en el laboratorio, en el que había estado a punto de rozar su mano pero me había interrumpido yéndose bruscamente, nuestra interacción había sido prácticamente nula. Cada vez que la miraba, apartaba los ojos. Cuando me la cruzaba, ni siquiera me miraba. Cuando nos tocaba sentarnos juntas, para lo único que hablábamos era para hacer lo que la profesora indicaba. Como si no hubiese pasado nada entre nosotras, aunque esa era la realidad; nada había pasado, pero Dani estaba actuando muy diferente a como lo había estado haciendo desde que nos conocíamos. Me estaba enfadando un poco aquello, ¿qué había cambiado tan de repente? ¿Tendría yo la culpa?

Llegué a mi casa tras el último día de clase de la semana y me senté frente al plato de pasta que me sirvió mi madre. Era el primer día de muchos que nos sentábamos a la mesa los cuatro juntos; mi madre había tenido varias guardias en el hospital y mi padre parecía haber encontrado un nuevo trabajo.

– Guardia de seguridad a tiempo parcial. Voy cuando me llaman - nos explicó cuando mi hermano le preguntó.

- ¿Dónde? - pregunté.

- En un centro comercial algo lejos de aquí - continuó, pinchando un tortellini con el tenedor - . No pagan mal, lo único es que a veces me toca trabajar de noche.

- Trabajar de noche, no lo echaré de menos... ya te acostumbrarás - intervino mi madre.

Ella había estado haciendo tantas guardias porque mientras mi padre estaba desempleado, intentaba trabajar lo máximo posible para ganar más dinero. Pero ahora que mi padre tenía trabajo de nuevo, podía relajarse un poco.

- Yo quiero ir a verte trabajar - comentó mi hermano con la boca llena de pasta.

- Cierra la boca, cerdo - le regañé al ver que la tenía llena de salsa.

- Sara tiene razón, Mateo; no hables con la boca llena - dijo mi padre - . Y respecto a lo otro, no hay mucho que ver. Mi trabajo consiste en estar de pie y vigilar que ningún gamberro robe unas chuches de la tienda de golosinas o unos adolescentes hagan demasiado ruido por los pasillos.

- Esos adolescentes serán Mateo y sus amigos dentro de un tiempo - reí.

- ¡Mentira! - exclamó él - Yo con mis amigos voy a jugar al fútbol.

- Qué originales - dije.

- Pues anda que tú, que no sales.

- Prefiero no salir a pegarle patadas a un balón con niñatos de doce años.

- Rancia.

- Imbécil.

- ¡Basta! - exclamó mi madre - ¿Se puede saber qué os pasa?

Mateo y yo nos miramos con el ceño fruncido.

- Ha sido ella.

- ¿Qué dices? Ha empezado él.

- No, tú.

- Eres un infantil.

- ¡Y tú una adolescente amargada!

- En eso lleva algo de razón... - susurró mi padre.

- ¿Tú también? - dije, mirándole - ¿Qué os pasa hoy conmigo, joder?

- Primero, el lenguaje - me advirtió mi madre, mirándome fijamente - , y segundo, a nadie le pasa nada contigo. Desde que has llegado has estado de morros, ¿has tenido un mal día o qué?

Una sola miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora