Noviembre
Martes, semana 1
12.00 a.m.La isla se bañó de sangre iniciando el nuevo mes.
Brotando del cielo sonadas las 12 campanadas de la iglesia ubicada en el centro de la localidad, la lluvia rojiza empapó edificios, calles, vegetación y animales.
Los valientes que se atrevieron a probarla, aquellos despiertos locos que veían el fenómeno como algún tipo de veneno mítico, atestiguaron que el sabor del líquido era dulce. Como azúcar, como miel.
Aseguraban que era mágica, obsesiva.
Era bizarro observarles ser como si nada, las caras chorreantes de rojo líquido, las bocas degustando tan extraño manjar.
Para gente como Mingi, sin embargo, que no poseía habilidad alguna para ver el mundo de lo desconocido, lo que presenciaba la isla no era sino una llovizna más, pasajera.
Hongjoong se hallaba a su lado con la cara llena de asombro por aquel fenómeno, lo que tenía a Mingi confundido. El pelinegro permanecía callado, impasible. Lo había hecho así desde el fin de semana.
Le preocupaba que no le hablara, que no lo viera. Pero le daba miedo preguntar. Le daba miedo cagarla o haberla cagado en algo. Y es que, ¿cuál sería otra razón para aquel comportamiento tan repentino por parte del mayor?
—San ya está cerca —comentó el rubio como forma de romper el silencio que tanto odiaba.
—Está bien —Hongjoong no le dio el gusto de continuar la conversación.
No era cortante en sí, ni frío. Su calidez permanecía intacta y sus pequeñas sonrisas siempre se asomaban de entre sus labios: tiernas, amorosas. Pero no era lo mismo, se sentía distante.
Mordía su boca con más frecuencia ahora y viajaba al interior de su mente cada que podía. ¿Qué había pasado en el transcurso de un fin de semana para que Hongjoong se comportara así?
—¿Mañana comenzaremos el trabajo de la exhibición? —volvió a hacer el intento. Mingi acercó su cuerpo al del pelinegro a su lado para acortar la distancia que ya no los había separado desde hacía algunas semanas.
—Si quieres, Min —se alejó un poco, casi imperceptible—. Si te parece bien podríamos empezarlo en clase.
El rubio sintió un pequeño deje de dolor en el pecho.
—Sí, Hong —su voz perdió el brillo por un instante—. Hagámoslo en clase.
Como si fuera un salvador, los chicos observaron la camioneta de San acercarse a ellos.
La lluvia escarlata arreció para el momento en que el muchacho detuvo el vehículo a su lado por lo que correr para no empaparse demasiado se hizo una necesidad. Cuando estuvieron dentro, con las respiraciones algo agitadas y los cuerpos un tanto mojados, Hongjoong y Mingi se miraron por un instante efímero, discreto. Despegaron los ojos del otro rápidamente.
Los dos sufrieron en cierta medida, uno de ellos porque seguía sin tener claro qué era lo que había hecho mal, y el otro porque había sido necesario que uno de sus seres más queridos entrara a la ecuación para darse cuenta de que, tal vez, le gustaba el chico a su lado.
Aun así, ambos decidieron no demostrar nada.
A veces los humanos podían ser muy estúpidos, pensó el cielo, a veces los humanos complicaban demasiado el amor.
°°°
07.27 a.m.
Los lienzos en blanco resaltaban entre el mar de color que era el salón de clases.
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The Thoughts I Thought I Had Were You All This Time -minjoong
Fantasy"No había estrellas a la vista la noche en que Hongjoong decidió mandarle ese último mensaje a Song Mingi. [...] No había nubes a la vista la noche en que Mingi decidió mandarle un mensaje a Kim Hongjoong." En el archipiélago de Stdris, en donde las...