viii. Mingi

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 Noviembre
 Lunes, semana 3
 03.33 a.m.

A pesar de su insistencia por continuar con su vida tal y como era desde que llegó a las islas, Mingi tenía que aceptar que, desde su despertar —lo que sea que significara eso. Todavía no lo entendía del todo—, las cosas habían cambiado demasiado. No sabía si para bien o para mal.

 Habían bastado cinco días para que, cara a cara, se encontrara con decenas de criaturas a su alrededor. Se sentía bastante estúpido ahora que conocía la gran diversidad de entidades que convivían con él, sin embargo, su primo y sus demás amigos estaban acompañándolo en el proceso de adaptarse a la nueva perspectiva para que no se sintiera tan perdido.

 De lo que tenía entendido, cada uno de los chicos lo llevaría esa semana a distintos lugares para interactuar con la magia desde diferentes perspectivas. Pero, a decir verdad, Mingi no se sentía tan emocionado por conocer más sobre esta nueva visión que ahora poseía.

 Sentado en el techo, como hacía unas semanas lo había hecho, el rubio vaciaba su segunda lata de cerveza observando detalladamente cómo el rojo, que una vez gobernó los cielos (o eso es lo que sus amigos le comentaron cuando preguntó), se deslavaba para dejar entrever el profundo azul de nuevo.

 —Aquí estás —San susurró al sentarse al lado de su primo. Durante unos momentos, el ruido del aire fue lo único que se lograba oír en los alrededores. Ni siquiera la respiración de ambos chicos o los tragos ruidosos que provocaba Mingi lograban enmudecer al necio viento—. ¿Por qué estamos aquí? Sólo vienes al techo cuando te sientes confundido... o triste.

 Mingi se alzó de hombros. Abrió la tercera lata de cerveza y se la ofreció a San después de darle un sorbo.

 —No sé —confesó. Se arrepentiría de aquellos tragos en unas cuantas horas. Estaba seguro de ello—. Me da pavor, supongo.

 —¿Qué cosa, Min? —San observó a su primo con ojos de amor, de comprensión. Sus labios formaron un puchero al preguntar.

 —Todo —respondió devolviendo la mirada al pelinegro—. Desde que "desperté", la mayoría de las cosas que he visto me han mantenido al hilo. No encuentro lo maravilloso en ser parte de este nuevo mundo.

 —No tienes por qué hacerlo inmediatamente, Min —reconfortó el otro dándole palmaditas en la espalda—. O siquiera hacerlo. El mundo puede llegar a ser un lugar terrorífico por mil y una cosas. Y si sientes miedo por este nuevo mundo, como lo llamas, es totalmente normal. Pero me gustaría recordarte que estoy aquí, que Hong está aquí, y que Woo está aquí... todos estamos aquí para cuidarte y apoyarte, ¿entendido?

 El cenizo asintió.

°°°

 11.59 p.m.

La primera salida era de Hongjoong. Por Hongjoong. Para Mingi.

 En la parte trasera de la motocicleta del rubio, Hongjoong le indicó que manejara a la playa que lo había comenzado todo. Le pidió que confiara en él, le aseguró que nada malo iba a pasar.

 Mingi no estaba para saberlo pero, cuando los chicos se reunieron para sortearse los días en los que cada uno saldría con él, el pelinegro apartó el lunes y no aceptó un no por respuesta. Los demás no le pidieron ninguna explicación. Todos ya sabían por qué lo hacía: quería ver el mar de estrellas.

 Así que, estacionados en un espacio vacío de la calle (el parque estaba lleno pues era noche de cine al aire libre), ambos muchachos bajaron las escaleras de la playa y corrieron descalzos sobre la fría arena.

The Thoughts I Thought I Had Were You All This Time -minjoongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora