x. Smaralda Raerte

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 Noviembre
 Lunes, semana 5
 06.55 a.m.

Besar a Mingi se volvería su adicción favorita.

 Sentir aquellos labios tan carnosos chocar con los suyos y juguetear con esa lengua tan intrépida le daban a Hongjoong la paz que ni las pastillas para dormir, ni la yerba le habían otorgado en todo el tiempo que llevaba consumiéndolas.

 Aunque no sería capaz de decírselo frente a frente tan pronto, Hongjoong tenía que admitir que amaba morder el labio inferior de Mingi y escuchar la sinfonía que eran sus suspiros cuando lo hacía; así como también adoraba enredar sus pequeños dedos en el sedoso cabello del otro y que lo tomaran de la cintura de forma tan fácil con aquellas dos manos tan grandes y cálidas.

 Algo que Hongjoong había descubierto mientras besaba a Mingi a escondidas en uno de los pasillos menos visitados de su facultad era que, al parecer, el contacto de boca-boca era lo que necesitaba para comprender lo que a todos sus retratos del chico le faltaban: esencia.

 Se lo confirmarían acabado su primer examen práctico (que duró poco más de una hora), en el que su decisión de dibujar a su compañero fue casi obvia. Bastante certera.

 —Puedo sentir a Mingi en este trabajo —le comentaría la maestra.

 Y Hongjoong se sentiría realizado por fin. Victorioso de comprender finalmente lo que era Mingi y cómo representarlo a través de todos los medios que tuviera al alcance: carboncillo o acuarelas, al óleo o con pasteles, esculpido en piedra o reflejado en un mural.

 Mingi, al igual que Hongjoong, se decantaría por retratarlo a él: al joven pelinegro con galaxias en vez de ojos. Sin embargo, para su mala —o tal vez buena— suerte, el contacto con el muchacho no había sido el suficiente como para entenderlo por completo y plasmarlo en el lienzo.

 Así que se seguían besando.

 No los besos a través de las miradas que se aventaron durante el examen, ni los besos que eran los roces de manos que se daban "sin querer" cuando caminaban por los pasillos. Si no aquellos besos hambrientos, que comenzaban como un dulce juego de picos para terminar con lenguas enredándose y labios mojándose y dedos enmarañándose.

 No definían todavía lo que eran a pesar de que tuvieran bastante claro lo que deseaban ser. No querían seguir siendo amigos, y la era de la rivalidad había sido sepultada hacía bastante rato. Pero preguntarse el uno al otro lo que eran los ponía nerviosos... aunque si con un beso pudieran definir algo, pasados unos cinco lo habrían sido todo.

 Se despegaron entre risas con el único propósito de tomar aire. Hongjoong miró los labios de Mingi, húmedos por su propia acción, y se alzó de puntitas para plantarles otro beso permeado en amor.

 —¿Crees que eso es suficiente para entenderme? —observó al muchacho con tentación y dulzura.

 El rubio negó entre sonrisas y atrapó las mejillas del pelinegro entre sus manos, dejando al descubierto la cintura que hacía poco se veía protegida.

 —Creo que necesito besarte más. Aquí, por ejemplo —dijo, y besó la frente del otro—. Y aquí —besó sus párpados, sintiendo cosquillas por las largas pestañas—. También aquí —acarició con sus labios la nariz de Hongjoong—... y aquí —concluyó, capturando con su boca nuevamente los rosados colchones del joven enfrente suyo—. Eres tan enigmático que creo que no bastarán ni mil besos para entenderte del todo, Hong.

 —Podemos intentarlo de cualquier forma, ¿no crees? —estrellas entrevieron a Mill a través de unas enormes cortinas negras, rizadas y vivas como alas de mariposa—. No me importaría besarte mil, tres mil, un millón de veces.

The Thoughts I Thought I Had Were You All This Time -minjoongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora