Candela
Ya no veo con claridad, mis vista se nubla poco a poco, haciendo que involuntariamente deje de oír al sevillano.
-Amor. -Dice repetidas veces, haciendo que esta vez piense con algo más de claridad.
-Estoy. -Intento levantarme, pero mis piernas no aguantan mi propio peso.
Unas luces aparecen de frente, cegándome por completo, el cabify.
A buenas horas...
Pablo me alza y me mete al coche, y girando unas cuantas calles, estamos en la masía.
Estoy tumbada en la cama de Pablo, y mucho más cómoda. Pablo se va, ¿qué está haciendo?
-Gordo. -Lo llamo sollozando, aún que no recibo respuesta de su parte. -Pablo, por favor. -Digo casi susurrando mientras lágrimas se deslizan sobre mis mejillas. -No puedo más. -Hablo en apenas un hilo de voz.
-Espera mi niña. -Habla, al parecer desde el baño.
Cuando vuelve pasa una toalla húmeda por todo mi rostro con sumo cuidado, retirando la sangre que se desliza por mi cara.
-Vamos a la ducha, ¿confías en mí? Te prometo que no va a pasarte nada. -Asiento con la cabeza. -Intenta levantarte. -Me ofrece su mano, la cual acepto gustosamente. Se separa de mí, y recibo una gran sonrisa de su parte, que me tranquiliza en seguida.
Se pone detrás de mí y me baja la cremallera del vestido. Extiendo mis brazos, para facilitar las cosas, me quita el vestido y seguidamente la ropa interior.
Me agarra de la mano y me mete en la ducha. Mi niño se a molestado en lavarme con el máximo cuidado posible.
-Toma cielo. -Me tiende mi pijama.
Me visto bajo la mirada de Pablo, el cual me mira sonriente y sus ojos relucen.
-Lo siento Pablo.
-No tienes que pedir perdón, no a sido tu culpa. -Deja un beso en mi mejilla, la que no está afectada.
Vamos a la cama, se acuesta a mi lado, mirándome fijamente.
-¿Cómo estás? -Pregunta, acariciando mi cara.
-Ya ni me duele. -Miento, ya que no quiero que se preocupe.
Me mira con una ceja alzada.
-Mentirosa. -Me agarra de las manos, observando mis muñecas lastimadas. -Se te da fatal mentir. -Deposita un beso en cada una de ellas.
-Bueno... Sí me duele, pero no es nada del otro mundo.
-¿Qué te duele? -Pregunta.
-La nariz y mis manos. Ha estado todo el rato presionando un montón. -Me encojo de hombros.
Retira las lágrimas que bajan por mi cara, luego pasa a mis muñecas, las cuales acaricia delicadamente, como si de un objeto tan débil como cristal se tratase. Mientras tanto, deja miles de pequeños besos en mi nariz hasta que al fin, consigo dormirme.
-Eres lo mejor de mí Candela. Estoy dispuesto a hacerte la niñas más feliz del mundo. Descansa bonita mía. -Para finalizar, deja un suave y delicado pico en mis labios. Piensa que no lo he escuchado, reprimo una traviesa sonrisa, mientras puedo asegurar que sus ojos brillan como nunca antes lo han hecho y una preciosa sonrisa se instala en su cara, expresando su máxima sinceridad.
A la mañana siguiente, me levanto y veo a Pablo con el móvil.
-Buenos días dormilona. -Me dice él sonriendo.
Se acerca a mí y me besa dulcemente.
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Un simple mundial • PABLO GAVIRA
Fiksi PenggemarPablo y Candela, dos adolescentes. Dos niños que se amaban, pero no sabían que era el amor, ni las consecuencias que llevaría enamorarse.