Capítulo 2

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La mujer en la farmacia me miró de pies a cabeza y yo fingí que no estaba avergonzada por mi ropa aún empapada y la tela que se me pegaba al cuerpo. Valeria y Andrea me esperaron afuera mientras me hacía con algunas cosas. Para Val conseguí un ungüento contra hematomas y a Andrea le coloqué una curita luego de limpiar la herida sobre su ceja.

—Creo que eso dejará marca —le comenté.

—Está bien —dijo ella, encorvando los hombros.

Se quitó la camiseta a cuadros que llevaba encima para cubrir a Val quien parecía temblar de frío. La brisa de otoño nos congelaba a todas, sobre todo cuando adquiría tanta fuerza para crear una lluvia de hojas secas que caían desde los árboles.

Noté que mi mejor amiga no estaba nada bien. Movía las piernas impaciente y miraba un punto fijo sobre el suelo. Quizá su mente la estaba obligando a repasar una y otra vez lo que acababa de vivir.

Me acerqué a ella lentamente y me coloqué a su altura. Descubrí que su expresión era de miedo absoluto.

—¿Quieres hablar sobre ello?

Pensé que desahogarse podría ayudar. Aunque lo dudó al principio, decidió intentarlo.

—Luca... ese idiota me llevó a su habitación y... —se cubrió el rostro un momento para relajarse antes de continuar. —Le pedí que se detuviera pero no lo hizo hasta que Andrea apareció y lo golpeó con una lámpara.

Val soltó una risa sarcástica que ocultó la ira en su pecho. Estaba tan molesta como asustada, pero su cuerpo no reaccionó como de costumbre.

—Me siento realmente sucia —confesó. Y en ese momento las lágrimas aparecieron rebosantes desde sus ojos.

Me acerqué más y la envolví en un abrazo fuerte.

—Está bien, no fue tu culpa.

Val se aferró a mí durante un momento, no la solté hasta que dejó de sollozar.

Cuando nos separamos apenas la chica intentó limpiar sus lágrimas y controlarse, pero aún podía percibir que temblaba.

—Abril... —me llamó Andrea, sin mirarme a los ojos. Val también se percató de algo que yo todavía no. —Hay una mariposa monarca sobre tu hombro.

Me quedé quieta intentando no molestar al pequeño insecto, aún así emprendió vuelo de inmediato y avanzó sobre nuestras cabezas sin alejarse demasiado.

—No me puedo creer que regresaron —agregó Andrea.

Las mariposas monarcas suelen viajar desde el norte de América, lo más que se acercan a mi ciudad es cuando se refugian en Michoacán. Sin embargo, hubo un año excepcional en que visitaron San Francisco y desaparecieron al poco tiempo. En las noticias locales dijeron que se trataba de un fenómeno relacionado al clima, pero yo le di otra explicación más descabellada.

Pensé en ello. La mariposa monarca me regresó a mi infancia, a los recuerdos de mi amiga imaginaria.

O quizá no tan imaginaria.

Cuando las alas de la mariposa se iluminaron con una luz titilante las dos chicas tuvieron que contenerse para no caer de la sorpresa. Yo, en cambio, fui invadida por una repentina sensación de alivio que me obligó a cuestionar mi cordura.

—Es ella —dije para mis adentros, pero resultó lo suficientemente audible como para que las chicas me entendieran.

La mariposa comenzó a avanzar sobre la carretera y no pude ignorar la necesidad de seguirla.

—Espera ¿a dónde vas? —quiso saber Valeria. —¿A quién te refieres con "ella"?

—A Gia.

Me giré para responder brevemente y de inmediato continué mi camino tras la mariposa. Si realmente se trataba de Gia, entonces tenía que seguir hasta encontrarla.

Entre HilosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora