Capítulo 9

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No estaba segura de si Gia era humana. Su apariencia sí, por completo. Sus habilidades sin duda se salían de la norma, pero algo que llamó mi atención fue la carencia de algunos sentidos. Tenía vista y oído, el resto del mundo lo percibía de forma diferente. No sentía olores, sabores o texturas. En ocasiones, durante nuestra infancia, me dio la impresión de que ella alcanzaba a ver cosas que los demás no.

Pero desde que nos reencontramos adquirió los sentidos que faltaban. Ya podía cumplir con su lista de deseos y yo estaba más que dispuesta a ayudarla.

Decidí que con las primeras dos podíamos recibir ayuda. La especialidad de Valeria era la ropa y las personas, sin duda ella era la indicada para liderar la operación. Hoy estaba de pijamada con Andrea y yo fui invitada, no sería difícil conseguir su ayuda, el problema era explicarle de dónde demonios salió Gia.

Vestí a mi amiga imaginaria con uno de mis enterizos que no usaba desde hace dos años, en ese entonces mi cuerpo era un poco más pequeño pero aún así le quedó ancho. Apenas y le arreglé el cabello para que no se viera tan alborotado.

Llevar a Gia con un aspecto decente no era para impresionar a Valeria, si no a su madre. La señora Flores era una mujer muy meticulosa. Siempre estaba cuidando cada detalle para que todo fuera perfecto, incluso en las amistades de su hija.

Yo tuve que acompañarlas varias veces a la iglesia para que por fin me diera el visto bueno.

Llevé a Gia hasta la casona de la familia Flores. El lugar era de un estilo colonial, típico de las construcciones más antiguas de nuestra ciudad. La fachada estaba hecha con muros de piedra y una elegante puerta doble tallada en madera fina; acompañada de lámparas, ornatos y una aldaba con la que anunciamos nuestra llegada.

—Recuerda comportarte frente a la señora Flores —comenté mientras esperábamos—. No le gusta que las chicas rían fuerte o utilicen el sarcasmo. Y sería bueno si pudieras ser totalmente hacendosa...

La frase quedó al aire cuando Valeria abrió la puerta. Al verme sonrió, pero cuando cayó en cuenta de la presencia de Gia se mostró confundida.

—Sí viniste —me dijo.

—Sí. Disculpa que no te avisara, lo decidimos de último momento.

Volvió a mirar a Gia y luego a mí.

—¿Ambas?

Me dio la impresión de que algo en mi comentario la irritó.

Valeria siempre fue muy abierta con las personas, estaba dispuesta a hacer amigos cuando sea. Pensé que aún tenía ese espíritu, pero con Gia pareció no querer recibirla.

—Abril —dijo la señora Flores apareciendo tras su hija—, llegas justo a tiempo para cenar.

Bajo la mirada de su madre, Valeria ya no pudo hacer preguntas. De eso se encargó su progenitora cuando ya estábamos cenando.

—¿Y es la primera vez que tu prima visita San Francisco? —me preguntó después de escuchar la enorme mentira sobre un falso parentesco con Gia.

—No, estuvo aquí un tiempo. Cuando éramos pequeñas.

La mujer asintió y tomó su sidra sin alcohol. Parecía estar de acuerdo con todo lo que le había dicho sobre Gia, quién de hecho no había hablado en toda la noche, no sé si porque no estaba acostumbrada a hacerlo o porque le dije que la señora Flores era un caso especial.

Observé a Valeria deslizar un dedo sobre la boca del vaso. Miraba a Gia como si analizara cada uno de sus movimientos. No parecía contenta a pesar de que Andrea intentó hacerla conversar varias veces.

Entre HilosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora