Capítulo 19

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El 31 de octubre llegó pronto. Aunque no era Día de Muertos, en realidad esa fecha era sagrada y familiar, por lo que el festival se adelantó a la noche de Halloween. Caminé entre locales y turistas hasta llegar a la altura de la calle donde se encontraba el altar del instituto. Todo el Centro estaba repleto de espectadores ansiosos por vivir la experiencia.

Me acerqué como si nada, sin considerar lo fácil que sería para mí que me temblaran las piernas cuando Gia apareciera. Nos encontramos cerca del altar, lucía justo como imaginé que sería una vampira. El vestido negro intenso se ceñía a su cuerpo con elegancia, como si hubiese sido diseñado para acentuar las curvas de su cintura. En cada rincón del vestido lucía encajes delicados que se entrelazaban creando un contraste romántico.

La prenda larga, casi tocando sus tobillos, dejaba al descubierto un par de botines altos de charol que se asomaron con audacia en cada paso que dio hacia mí. El escote en forma de V, aunque no muy pronunciado, le dio un toque sofisticado e invitaba a la imaginación a vagar por sus misterios.

Sus mangas eran acampanadas. Alrededor de su cuello descubrí que una gargantilla de terciopelo sujetaba un colgante en forma de corazón. Sus labios iban de rojo intenso y tentador. Sus ojos, enmarcados por sombras oscuras, brillaron honestos y alegres. Su cabello estaba suelto y con ondas suaves. Pero lo que más llamó mi atención fueron esos colmillos afilados delatados por su sonrisa. Si no la conociera de años, hubiera creído que de verdad poseía una naturaleza inmortal.

Tuve que aferrarme a la caja de cartón entre mis manos para no dejarla caer por la emoción.

—Mi persona favorita llegó al fin —comentó sin darse cuenta del efecto que tuvo en mí. —¿Qué traes ahí?

Tan solo le tomó medio segundo reconocer aquella caja que decoramos con pegatinas y donde guardamos las mariposas de papel en nuestra infancia. Estaban listas para que las hiciera volar de nuevo.

—¿Nos darás un buen espectáculo? —pregunté desafiante, a lo que Gia me sonrió con el mismo aire y aceleró mi corazón.

Fuimos a donde Valeria armaba el altar con ayuda del resto de los capitanes de equipo. Algunos se encargaron de la estructura, otros de la comida o las velas. Luca, por primera vez, se ocupó en algo productivo y colgó varias hileras de papel picado que lucían preciosas.

Las flores que mi equipo hizo estaban esparcidas por todo el altar, en cada nivel, en el camino de veladoras o en el muro detrás. El equipo de Miriam hizo muchas mariposas monarca que también decoraban cada espacio en la estructura.

El altar llevaba solo colores cálidos que provocaban una sensación confortable, pero el resto de sus elementos delataba la nostalgia de la época y el olor de la comida lo hizo irresistible de mirar. Era maravilloso.

—¡Abril! —me llamó Val. Bajó de la escalera que usó para colocar flores en la parte alta del muro y se acercó a nosotras—. Luces preciosa.

—Igual que tú —respondí sonriente.

La castaña llevaba un vestido señorial que lucía a la perfección por su elegancia natural. Su cabello estaba recogido en un moño bajo, llevaba un sombrero con plumas y la mitad de su rostro iba pintado de blanco con los típicos detalles coloridos de las catrinas.

—¿Qué tienen ahí? —preguntó por la caja y Gia se encargó de explicarle.

—Cuando los jueces pasen, llenaremos el lugar con mariposas reales.

—¿En serio? Eso nos asegurará el primer lugar, sin duda.

—Ojalá que sí.

Val tuvo que volver a trabajar. Antes, se encargó de poner la caja de mariposas en una zona estratégica para esperar al momento preciso.

Entre HilosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora