Todas las mañanas la cafetería escolar se llenaba al punto de convertirse en una batalla a muerte. Con tan solo tres personas atendiendo y cientos de alumnos hambrientos el lugar era una locura.
Aún así me atreví a entrar. Se me ocurrió que Gia nunca había probado el chocolate y quise regalarle uno.
—¿Podría darme una barra de chocolate? —pregunté a la mujer del mostrador, cuando al fin me abrí paso entre las personas y llegué al frente.
—¡Nada de eso! —se negó—. Todos aquí saben que te dio un ataque al corazón. No voy a venderte un solo chocolate y cargar con tu muerte en la conciencia.
—No es para mí.
—Sí, cómo no.
Quise insistir pero en ese momento apareció Johana, una chica de otro salón y con la cual no había cruzado palabra más de un par de veces. Sin embargo, ella pareció tenerme muy bien identificada.
—Deme ese chocolate —le dijo—. Yo la vigilaré.
La mujer puso los ojos en blanco antes de darle lo que pedía. Johana y yo nos apartamos triunfantes del gentío.
—Te lo agradezco... —cuando quise tomar el chocolate la chica los escondió tras de sí.
—No puedo dártelo. Primero tengo que asegurarme de que no te lo comerás.
Me crucé de brazos, sorprendida por lo que dijo. ¿Quién se creía para condicionarme? Si me comía el chocolate era mi maldito problema.
—Lo compré para Gia.
Johana soltó una ligera risa coqueta que me desubicó.
—Ya veo. Tu prima y tú son muy cercanas, ¿no?
—Así es. Ahora me gustaría llevarle lo que compré.
Me entregó el chocolate sin perder su mueca pícara.
—No sé porqué le mintieron a toda la escuela sobre ser primas —agregó y mi expresión se tornó pálida al escuchar la verdad en sus labios—, pero creo que eres afortunada, Vélez. Muchas de nosotras no tenemos la suerte de encontrar quien nos corresponda a pesar de todo.
—¿Corresponder qué? —insistí.
—Tus sentimientos. Es obvio que ambas están enamoradas.
Tragué grueso. No pude decir una sola palabra ni en defensa ni para negarlo. Solo me quedé ahí, contemplando lo bien que la pasaba Johana frente a mi intranquilidad y la forma en que se marchó sonriendo.
Ni siquiera estaba segura de lo que yo sentía, menos podía adivinar lo que pasaba con Gia. Al menos ahora sabía que Valeria no era la única con la teoría loca sobre que Gia me quería.
Aún inquieta, encontré a la chica de cabello oscuro al otro lado del pasillo, entre nuestros amigos. Lucía tan linda siempre, incluso antes de comprarse toda esa ropa bonita y colocarse maquillaje. Mi Gia era algo muy agradable de ver. Siempre que ella estaba cerca yo me sentía como en casa, era mi lugar seguro.
Levantó una mano para pedirme que me acercara y así lo hice. Caminar hacia ella me hizo sentir tan aterrada como emocionada.
Me uní al grupo pero procuré no terminar junto ella pues mis sentimientos estaban a flor de piel y no sabía de lo que sería capaz si llegaba a rozar su mano si quiera.
Intenté actuar con normalidad pero estuve demasiado callada hasta que Eric se aisló de la conversación grupal para susurrarme algo, como un secreto.
—Nos inscribí al concurso de disfraces.
Disimulé una sonrisa aunque el mundo se me vino encima. Recordé que por unos celos injustificados le había pedido al chico que participáramos, pero no pensé que nos inscribiría tan rápido. Ya no tenía oportunidad de echarme para atrás.
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Entre Hilos
Romantik¿Y si te dijera que tu alma gemela es una chica mitad demonio? Abril se llevó dicha sorpresa cuando se reencontró con Gia, su amiga imaginaria de la infancia, quien resultó ser no tan imaginaria y que posee habilidades sobrenaturales. Su historia pu...