Corrine cerró la puerta al salir sintiéndose confusa. Quería oír que era aquello tan importante y personal que su padre tenía que pedirle al señor Leanders, así que se dispuso a pegar la oreja a la madera de la puerta, pero, luego, recordó que esa era la habitación de música; la puerta dejaba traspasar el sonido cuando este era tan alto como el que emitía el pianoforte o las fuertemente tensadas cuerdas de un violín, jamás podría escuchar las suaves palabras de la voz de Johanns y, mucho menos, los murmullos pastosos de la voz de su padre.
Aun así permaneció con la espalda pegada a la puerta. Sentiendo lástima por su padre.
Miró al suelo ausentemente y, casi instantáneamente, su mirada fue capturada por un punto amarillo en el suelo, centró toda su atención al puntillo hasta que percibió que se movía lentamente, siguió su leve movimiento y arqueó las cejas.
Entonces notó que era, pero solo cuando se encendió, como en una lucecita plateada, y luego se transfiguró en un lobo siberiano con ojos Verdi amarillos.
-Cory... ¿A dónde fuiste?- murmuró-.
-Todo el tiempo estuve sobre los pliegues de tu vestido...- le confesó pero su voz sonó más a un tono conspirador que al cauteloso que ella esperaba oírle así que lo dejé continuar sin interrumpirle-. Ven, Corrine, vamos por aquí.
Cory señaló con la cabeza en dirección a uno de los paneles de madera que recubrían las paredes del pasillo.
-Yo no creo que pueda traspasar una pared...-su voz se fue desvaneciendo cuando recordó-.
No lo reconocía por el cambio. Frente a la sala de música había uno de los trece pasadizos que el servicio usaba para pasar desapercibido. Este estaba marcado, anteriormente, por un enorme lienzo en blanco enmarcado en brezo, ahora había un gato mofletudo en carboncillo con el mismo marco.
-¿Crees que aun funciona?- preguntó mirando dubitativa en dirección a la pared-.
-¿Si no lo intentas lo sabrás acaso?- ironizó Cory-.
Ella asintió y buscó en los bordes superiores del panel el mecanismo para abrir el pasadizo.
"¿Pero a donde llevaba este pasadizo?" Pensó.
Cory leyó la duda directamente de su mente y murmuró rápidamente una respuesta:
-A las dependencias de la parte trasera del piso inferior. Iremos al jardín, Corrine, si atravesamos la cocina -fue lo que dijo su profunda voz masculina-.
-La cocina...
Encontró una de las clavijas de la puerta secreta, y siguió el recorrido con las yemas de los dedos, teniendo cuidado de no dañar sus uñas, hacia abajo hasta llegar a el botón oculto y lo acciono. Hubo un ruido metálico y se hundió por completo todo el panel para que ella pudiera deslizarlo, al estilo oriental, en dirección al panel contiguo.
Reveló, al ser abierto, un angosto pasillo a oscuras. Con la cutre luminosidad, proveniente del candelabro que había en una mesita junto a la puerta del salón de música, pude observar que terminaba en una trampilla que, de seguro, conduciría a una escalera.
Cory entró, como de costumbre, antes que ella al hoyo oscuro y, no sin lamentarse
-¿Te preocupa algo, Corrine?- preguntó Cory inspeccionando el breve pasillo con sus ojos Verdi amarillos de lobo.- ¿Es el estado de tu padre?
-¿No estabas allí? ¿No oíste o viste nada?- preguntó tanteando las lisas paredes al entrar al pasaje.
Se giró y deslizó el panel en su lugar. Entonces todo se sumió en tinieblas. Sonriendo alzó su mano hasta ponerla a diez centímetros de su rostro, la acercó aun más, hasta rozar su nariz, y, aun teniendo los ojos de par en par, no pudo verla debido a la oscuridad.
-No puedo ver nada, Cory. Podría caerme -dijo a la nada-.
Tanteó las paredes en busca de la puerta una vez más, pensando en el candelabro olvidado en el pasillo. Pero la oscuridad la desorientó y no sabía en que dirección se encontraba el panel que contenía la salida, y, aun así, si lo conseguía, no podría encontrar el botón para abrirlo.
Un destello plateado la distrajo. Cory se estaba transfigurando. De pronto una luz razonablemente grande y amarilla alumbró.
-¿Una luciérnaga?- rió-.
-Algo parecido... Es por aquí...- respondió su voz desde la lucecita-.
-No me respondiste, Cory- insistió-. ¿Oíste todo?
Hubo un largo silencio, roto solamente por el taconear de las lujosas botas de viaje en las escaleras de piedra y en el suelo. Cuando creyó que no respondería oyó su voz grave:
-Dime, Corrine. Lo que se dijo... Es algo que querrías que hubiese llegado a mis oídos, es algo que querrías que viera, lo que pensaste... ¿Te hubiera gustado que yo lo supiera? -preguntó-.
La pregunta la tomó con la guardia baja, si respondía caería en alguno de sus juegos mentales, pero él calló obligándola a hablar.
-Si, Cory. Me hubiera gustado -respondió francamente-. Eres mi alma... ¿Por qué querría que omitieras siquiera un segundo de mi vida?
-No oí ni vi nada, Corrine -me confesó él, de pronto y con voz carente de emociones-. Aunque pude haberlo hecho...
Corrine se detuvo en seco. Algo escuchó en su última frase le había creado un nudo en la garganta. Había una nota de desdén, de sorna y de algo más en su voz.
-Pudiste haberlo hecho... pero no lo hiciste... ¿Por qué? -murmuré-.
Cory siguió volando e ignoró su pregunta.
-Cory, para... Vas a escindirme si te sigues alejando -lo reprendió- ¿Sabes qué? Me harté ¿Qué es lo que te pasa?
No respondió y siguió volando hasta que sintió una extraña presión en el pecho, como si no le llegara el aire a los pulmones cuando respiraba. Necesitaba seguir a Cory antes de ahogarse, contraproducentemente, sus pies se negaban a dar pasos, petrificados como estaban.
-Cory...- jadeó.
La luciérnaga se detuvo y revoloteó hasta quedar a un palmo de ella.
-Lo viste, ¿verdad? No es una simple casualidad que él esté aquí y haya pasado lo que pasó antes. Y el conde tiene sus ojos fijos en él, lo ve como a un ángel de alas pateadas, Corrine. Tú lo oíste. Ni siquiera confía en ti como lo hace en él -explotó Cory-. Creo que lo tenía todo planeado.
-No entiendo- dijo apoyándose en una pared-. Pareciera como si tuvieras...
Dejó la palabra en el aire, era tan improbable, tan absurdo, que se sintió lo suficientemente tonta como para evitar continuar.
Sin embargo, Cory leyó en su mente la acusación.
-¿Celoso? Por el tormento del creador. Estoy hablando de algo totalmente diferente a los celos, no te disocies del tema... Hablo de...- silencio-. de tu padre y de él, el tal Leanders...- su voz era idéntica a la de un político contrariado que intenta explicar un desfalco-.
-Él no tiene nada que ver con los problemas que me acechan. Me preocupa mi papá en estos momentos... Y tus cambios de humor también comienzan a tildarse de enigmas. Tú, tan pragmático, conservador y displicente, suenas como una viuda explicando porque apareció veneno en la sopa de su antiguo esposo -alzó una ceja hacia el insecto-.
-Dejemos esto así, Corrine -farfulló él y volvió al recorrido-.
"Dejémoslo así... porque tengo razón con los celos." Pensó Corrine.
-Escuchaste todo, no soy una tonta- le replicó con terquedad-. Me explicarás por qué estas tan... como quiera que estés... o ¿tendré que sacar conclusiones al respecto?
-Basta... suficientes tonterías por un día...- gruñó-.
Ella lo siguió, silenciosa, intentando entrar en su mente así como él podía entrar en la suya. Sin embargo, leer en la mente de un alma cuando esta no quiere que leas en ella es imposible.
Minutos más tarde, llegaron a otra de las puertas ocultas tras un panel, solo que esta estaba provista de una pequeña perilla, y se abría como una puerta normal. Apenas salir, el olor a comida llenó sus fosas nasales y se le hizo agua la boca.
Él salió primero e, inmediatamente, cambió su forma a la de Husky.
La cocina era, sin más posible descripción, una estancia magníficamente grande y abarrotada de criados atareados y almas ceñudas, casi todos mujeres vestidas con vestidos azul marino, límpidos delantales blancos y pañuelos blancos cuya función era ocultar sus cabellos; los hombres, lucían horribles uniformes llamados lobreas confeccionadas en una barata tela parecida a la gamuza que solo servía para hacerlos verse ridículos y afear sus atezados corpachones de mozos. Solo una de las mujeres vestía diferente a todas las demás, y esa era Angelik, ama de llaves de la mansión, que no dejaba de dar ordenes a diestra y siniestra, su vestimenta consistía en un conservador vestido de lana gris ceniciento, un tirante moño que recogía su lustroso cabello castaño en la coronilla y un prendedor de oro con el escudo de la familia Vespiam como único adorno.
Cuando notaron la presencia de Corrine en la cocina todos los presentes se quedaron petrificados en sus respectivas tareas, Angelik miró en su dirección y, contra todo pronostico, sonrió maternalmente.
Ella estaba sentada en un banco alto frente a un enorme mesón de madera oscura que casi lograba dividir la cocina en dos, había estado arreglando una bandeja antes de que Corrine los interrumpiera a todos. Pese a que su rostro estuviera avejentado prematuramente se lograba observar que, tiempo atrás, ella había sido una mujer de gran belleza. Sus ojos chocolatados tenían el peso de la experiencia demasiado marcado ahora, una sutil aura de tristeza contenida se cernía sobre ella y empañaba su sonrisa con falsedad, como si se viera obligada a reír todo el tiempo, siempre regordeta y alegre, aunque esta alegría no le llegara a los ojos.
-Srta. SoVespiam- dijo Angelik con voz cargada de dulzura. Entonces se giró hacia los sorprendidos criados: -¿Ustedes qué tanto ven, holgazanes? A sus labores -ordenó.
Corrine aprovechó y se acercó a la mesa y ocupó el banquillo que estaba a la derecha del ama de llaves, tomó una de las tostadas de la bandeja y le untó mantequilla como quien no quiere la cosa.
-Cuando usted era pequeña, amita, solía venir aquí y se sentaba en ese mismo lugar. ¿Lo recuerda?- le preguntó ella rodando la bandeja hasta que esta quedó al frente de la joven.
Ella no esperó una respuesta, se puso de pie y buscó en una de las despensas que tenía cerca, luego regresó a la mesa con un tazón con leche tibia para Cory. El alma de ella, un pájaro carpintero, le hizo una reverencia de respeto al lobo siberiano cuando este le agradeció el gesto.
-Si lo recuerdo. Usted ponía un platito de galletas de miel en el mesón cada vez que venía -respondió.
-Siempre venía aquí cuando Lord la castigaba, Srta. -le comunicó- O cuando algo la perturbaba. ¿Le ocurre algo ahora, amita?
-Angelik... -por un segundo se creyó capaz de confesarle lo que pasaba, todo, desde el resentimiento para con su padre hasta el beso de Leanders, pero algo la detuvo- llevo cuatro años o más fuera... ¿Qué ha ocurrido en mi ausencia? -fue lo que dijo-.
La mujer, de unos cuarenta y pocos o treinta y muchos, tenía bastante claro que si la joven huía a su pregunta era porque el tema debería ser zanjado.
-Bien, amita, su padre... él está terriblemente destruido- comentó y una chispa de algo entre resignación y angustia aumentó el dolor en su mirada-.
-Lo sé, acabo de verlo.
-Tiene momentos de lucidez, cada vez menos frecuentes que sus episodios de escisión. Algunas veces confunde a las personas y casi siempre vive en el pasado... Atacó a una de las muchachas de la limpieza durante la noche, le acusaba de hacerle daño a su Sawi... Pierde el conocimiento de pronto, dejó de comer, y llora cuando cree que nadie lo oye. Dice que lo ha perdido todo y llama todo el tiempo a la Sra. Elaí (que en paz descanse su madre, amita) y a usted- Contó todo aquello con una voz plagada de sufrimiento, como si le estuviera ocurriendo a alguien que apreciara profundamente-.
-Ya veo- pudo comentar con voz neutra-.
-Las únicas veces que le he visto fuera de sus habitaciones y más lúcido, amita, es cuando él está aqui. Mister Leanders lo logra hacer caminar, le toca el piano y lo mantiene calmado. Es un ángel aquel hombre, Lady Corrine.
-Todo mundo parece diferir en cuanto a la reputación de "Mister Leanders", Angelik- musitó despectivamente-.
-Un caballero puede tener la reputación de juerguista libertino sin dejar de ser un caballero, Milady, y el señor es ejemplo de aquel refrán... Pero ese no es el problema...
-El problema es que él parece tener la reputación de media docena de juerguistas libertinos o no?- comentó Cory sin alzar la cabeza del tazón de leche tibia-.
-¿Cual es el problema?- preguntó-.
-Su aventura con Lady Vespiam- aclaró Angelik logrando que casi la joven se ahogara con un bocado de tocino-.
Una sensación extraña le revolvió el estómago y, de pronto ya no pudo comer más, aun así tomó de un sorbo el contenido de la taza de té para ayudarse a si misma a pasar el nudo que se le había hecho en la garganta.
-¿Con Rebecca?- replicó en cuanto pude hablar, su voz sonó como el graznido de un ganso-. ¿Cómo es que puedes afirmar algo así?
Angelik le lanzó senda mirada especulativa, quizá intentando interpretar su reacción.
-Es ella, aquel dragón apocalíptico se pavonea contándole aquello a cada visita que llega a Craven's Manor. -hizo un énfasis en lo de "dragón apocalíptico"-.
-¿Cree que pueda ser falsa tal afirmación?- demasiado interés, pensó luego de hablar, pero no podía ocultar su curiosidad-.
-Ella dice tantas cosas, SoVespiam, que ya no se sabe que es cierto o que no lo es- comentó tácitamente la mujer-.
-Entonces... No veo porque la certeza- dijo ridículamente-.
-Creo que la certeza está en el hecho de que Leanders es conocido por sucumbir a cualquier cosa que lleve faldas, y la esposa del conde era la más cercana para satisfacer sus... er... deseos carnales aquí en Hampshire- comentó Cory con la misma seguridad de Angelik-.
Corrine comenzó a preguntarse por qué comenzaba a gustaba la idea de echar a Rebecca de la mansión.
-Un hombre como él debe ser muy fácil de seducir. Cosa que me deja con una preocupación- argumentó Angelik-.
La joven había empujado la bandeja lejos de ella, y cruzaba sus manos, que reposaban sobre la mesa y taconeaba siniestramente bajo las faldas de su vestido.
-¿Qué preocupación?- insistió cuando se hartó de esperar a que continuara-.
-Usted es muy hermosa, Lady Corrine, aun más que Lady Vespiam, por eso temo que, aunque Leanders sea un caballero, él pueda buscarla a usted ahora- murmuró apesadumbrada-.
Cory se irguió y en un siseo amenazante dio a entender que lo mataría si osara acercársele-.
-Lo cierto es, amita, que debería usted mantenerse en guardia de otros peligros aun más preocupantes- continuó la mujer en un siseo para que solo Corrine la oyera-, como lo es, claro está, la naturaleza vengativa de la actual condesa. Se sabe que sus orígenes humildes la han dotado de contactos de reputación cuestionable, entre ellos asesinos a sueldo y estafadores.
-Supone, entonces, que ella sería capaz de...- aventuró con una ceja alzada-.
-No me sorprendería, Corrine, ella nunca a sentido nada distinto al odio por ti- Cory empujó con el hocico en cuenco vacío y le dirigió una mirada cargada de una determinación peligrosa- Agradece a la Sra. Angelik por su preocupación y prepárate para dar un paseo conmigo, discutiré este asunto a fondo.
-Srta. SoVespiam- intervino el ama de llaves con premura al verla levantarse -Creo que debería saber que su amiga, ahora condesa de Winsor, llegará mañana, según se comenta es propietaria de Beulla Woods y arribará con su marido.
Tan rápido había logrado apoderarse de Beulla. Eso significaba que ella traería a Ivanna y a Helena aquí, mañana....
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Alma Corrompida
FantasyUn alma no sólo era una amiga, ejercía el papel de consciencia, de protectora, de confidente. Su forma cambiante representaba tu estado de ánimo e, incluso, tus sentimientos más ocultos. Podían pasar de ser una pulga a pasearse con la forma de un el...