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"Las almas tienen tendencias suicidas..." recordó Corrine mientras un tembloroso Carsú se daba cuenta de lo que acababa de pasar y un aturdido Johanns parpadeaba confundido mientras al alma en el suelo, Frey, que se había arrojado al disparo frente a Sorah.

-Maldita -acusó Carsú-. Fuiste tú, hiciste que se matara... voy a matarte.

Sacó entonces una navaja de su pantalón y la alzó rabioso.

Entonces un disparo cortó el aire, preciso, un tiro perfecto que dió de lleno en la navaja lanzándola inútil de la mano del hombre.

Lord Kellan Windsor de pie con una perfecta posición de costado de tirador sostenía un revolver en su mano y una sonrisa complacida en el rostro.

Antes de que nadie pudiera decir nada la voz de Johanns soltó una orden.

-A él -y el lobo y el irbis saltaron sobre Carsú.

Johanns corrió hacia Corrine y soltó las ataduras mientras Kellan y su alma, Lenna, apartaban a las fieras de un muy herido Carsú.

Corrine se abrazó a Johanns con fuerza, escondiendo el rostro en su cuello, disfrutando de su calidez, de su olor. Las lágrimas de alivio no se hicieron esperar, había estado tan asustada, segura de que nadie la encontraría jamás pero Johanns Leanders no era nadie, era todo, todo lo que necesitaba y por primera vez pudo asimilar y percibir como el amor que sentía por él le recorría las venas.

-No me dejes, por favor -susurró apretándose aún más a su cuerpo.

Pero Johanns tampoco era un hombre normal.
Le miró el rostro con enojo, la ira del hombre que siente alivio.

-Nunca voy a perdonarte -le dijo a Corrine, mirandola como si buscara en ella alguna herida severa-. ¿Cómo pudiste ser tan estúpida? ¿Salir sin escolta? Casi podría matarte yo mismo con mis propias manos -agregó pero la miraba contraproducentemente a los ojos ahora.
-Me gusta llamar la atención, ¿lo recuerdas? -manifestó con un puchero- Soy condesa, soy mi propia escolta.

El hombre negó con la cabeza y la envolvió nuevamente entre sus brazos, descansando la barbilla en su cabeza. Estaba sucia, con moretones y temblaba como una hoja bajo su agarre.
Kellan carraspeó algo incómodo.

-Em... este... hay que llevar al doctor al doctor- dijo.

Johanns alzó una de sus manos hacia Kellan con solo un dedo al aire para que esperara un minuto mientras que la otra mantenía a Corrine contra él.

Fijó la mirada nuevamente en aquellos ojos que tanto le gustaban por unos segundos y sonrió de nuevo antes de dejar un tierno y lento beso sobre los labios de la joven.
No le molestó que los observaran, ni que el doctor estuviese agonizando, ni siquiera le importaba.

Al terminar, ayudó a una Corrine con piernas de gelatina por el beso a levantarse y la cargó en sus brazos.
Ignoraba si estaba o no frágil pero tampoco esperaría a que ella diera sus pasos para saberlo.

-Sorah, Cory -los llamó antes de caminar una vez más hacia la salida.
-Y el conde lleva al ensangrentado -se quejó Kellan con el ceño fruncido-. Mi chaleco es de seda... y este idiota pesa- dijo, pero alzó al hombre aturdido con facilidad.
-Si lo llevo yo dejo que se golpee con cada cemento -avisó Leanders con una sonrisa mientras caminaba y buscaba la salida de la bodega.

...

Cory observaba a Corrine peinarse frente al espejo.

Ambos habían renovado energías luego de ser secuestrados por Geoffrey Carsu pero aún estaban intentando comprender a lo que se refería el doctor.

Alma CorrompidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora