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Pocos días después, Corrine ojeaba distraída un catálogo de imágenes pintadas de vestidos. A pesar de que tenía vestidos a montones todos eran de corte italiano, excesivamente adornados y mostraban más de lo que las descaradas muchachas casaderas lo hacían. 

-¿Qué haces, querida?- preguntó Lady Helena entrando en el salón de té que habían dispuesto para el uso de la nueva condesa de Vespiam.

Helena era la muestra que necesitaba, estaba usando un vestido de un azul sutil con simples fruncidos, idéntico al amarillo que ella estaba viendo en el catálogo. Se sorprendió, el catálogo era de ese mismo mes. 

Y de pronto le asaltó un poco de envidia, sus dos amigas estaban sin duda viviendo ya su segunda y primera temporada. Ella no podría, ya era condesa, la invitarían a fiestas y los hombres le hablarían para preguntarle de puertos y fundiciones, acciones y asociaciones comerciales, nada de coqueteo inocente y bailes frívolos.

Más o menos como le pasaba a Leslie, pero ella no sólo usaba vestidos y estaba algo loca y bueno, ya estaba casada. 

-Estoy viendo la moda de esta temporada, los cortes simples no van con las faldas voluminosas de las condesas- rió. 

En ese mismo momento la puerta se abrió y entró también Ivee con un elegante puma como su alma, y un igual de elegante vestido de mañana color violeta. El puma siguió al armiño de Helena y empezaron a conversar con Cory que, de lechuza se veía algo enfurruñado. 

-Buenos días, damas- saludó Ivee y se sentó junto a Helena, procedió a servir una taza de té con una flor de jazmín algo distraída, -¿Cómo se encuentra su alteza, Corrine?- preguntó refiriéndose a Johanns que de verdad actuaba como un rey encamado. 
-Ayer despertó esa alma suya, la serpiente y empezó a comportarse mal, se queja a cada momento pero la herida está sanando rápido, el doctor dijo que la fiebre pararía dentro de poco y le subió la dosis de morfina. Ahora duerme más que un oso en invierno- contó Corrine y medió sonrió.

A decir verdad estaría tomando el té en su habitación de no ser por la serpiente que la observaba con esos ojillos verdes como si fuera una presa y sin buscarle conversación a Cory

-Por tu tono de voz, debo suponer que deseas estar con él -indagó Helena acariciando el dorso de la mano de su amiga. Corrine negó con la cabeza- Vamos Cor, puedes decir lo que sientes. Nosotras no te juzgaríamos nunca.

-Yo sí- admitió Leslie quien entró en la habitación con modorra llevando en la mano otro ejemplar del catálogo que Corrine estaba ojeando. -A mí me gusta mucho tomarle el pelo a Corrine.

Notó el otro catálogo en el regazo de su amiga. 

-¿Problemas de vestimenta también? Cor- inquirió después-. Lord Windsor insiste en que compre al menos seis vestidos y que deje ya los pantalones por una temporada.
-Lord Windsor tiene razón -acotó el castor de Leslie y ella asintió de mala gana. 
-Siempre, hasta cuando no la tiene- aceptó ella.
-Lo dice por tu comodidad Leslie, además que no estaría mal que te viera diferente muy de vez en cuando -Ivanna agregó, guiñando un ojo- Al igual que tú, Cor. Luego de que pase un tiempo prudente deberías usar lo que te plazca, no tienes que rendirle cuentas a nadie.
-Libertad, lo que todo el mundo desea- añadió Cory desde su esquina.
-No se diga más, mientras su majestad esté dormido, vamos a ver vestidos- propuso Leslie con renovado entusiasmo. -Andan con dos condesas- les dijo a Ivee y a Helena- ya tienen carabina.
-Pero... -farfulló Corrine apartando el catálogo de su regazo- Debo parecer respetable, debo...
-Shh, querida -cortó Helena ayudándola a levantarse de su asiento- Apoyo a Ivee, deja de pensar en el resto y haz lo que te parezca mejor.

...

Una cita con una modista era algo que uno coordinaba casi con un mes de anticipación, sin embargo, Ivee y Helena eran hijas de condes famosos por sus trabajos, el conde Fitzroy era un excelente artista de la pintura y el Conde de Compton tenía grandes plantaciones de especias en la India, bueno, Leslie era una condesa con montones de barcos a su cargo y Corrine tenía un puerto, el más grande de Europa y fundiciones metalúrgicas. Cualquier modista dejaría de lado todas sus citas y atendería a cualquiera de ellas antes que a otra dama. 

Alma CorrompidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora