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Cory no le hablaba, pero esto no era como lo que había ocurrido en el baile de mascaras, no. Aquel había sido un castigo tonto en el que se ocultaba un afectuoso intento de que ella se arrepintiera pero ahora parecía que, simplemente no tenía nada que decirle. Cuando Corrine había explotado, a la mañana siguiente mientras se arreglaba para salir a desayunar, él simplemente había respondido:
-Cuando un alma no tiene nada relevante que decir; esta simplemente no puede ser obligada a hablar- había dicho.
Y luego ella había visto como, de ardilla, se dedicaba a ignorarla con presteza.
El desayuno normalmente se daba en la terraza o en el invernadero de cítricos, unas hermosas estancias diseñadas para alegrar la vista de los aun somnolientos amos. Pero, para disgusto de Corrine, Lady Rebecca había impuesto por toda Craven's un sórdido ambiente de luto, como si el conde hubiera muerto hace mucho. Ahora los desayunos se realizaban, sino en las habitaciones de manera privada, en el enorme comedor, donde todo tenía el porte pesadamente formal.
Corrine entró en el ornamentado comedor, la enorme mesa de palo de rosa vestía un trabajado mantel Burdeos, demasiado recargado para tratarse de un simple desayuno; ella llevaba un simple vestido turquesa con adornos en seda azul celeste, había conseguido que su doncella personal le hiciera un recogido en el que todo su rostro quedara despejado de su melena pero que dejaba varios de sus lacios mechones caer hacia atrás ordenadamente. Estaba radiante con el toque de rubor que la idea de volver a ver a sus amigas dejaba en sus mejillas, pero aun pintaba en sus ojos el desazón por la precipitada decisión de su padre.
Los tres caballeros que estaban sentados ya a la mesa se pusieron de pie. El Dr. Carsú le dedicó una apreciativa mirada a su vestido, que, aunque juvenil, no se apañaba por disimular las curvas de su cuerpo, el alma de Carsú hoy se presentaba como una paloma entre gris y marrón. También estaba un caballero rubio que le recordó al aspecto que tendría una mosca si caminara y hablara pues sus oscuros ojos saltones, irónicamente su alma era un sapo, parecían ocupar el 70% de su cara. Y, pese a su intento de ignorarlo, Corrine se obligó a fijar su mirada en Leanders, tan embelesadoramente hermoso como siempre, con su usual mirada burlona y su sonrisa incitante, una salamandra naranja-amarillenta estaba posada en su hombro y, mientras él volvía a sentarse, la acarició sin percatarse realmente de lo que hacia pues su interés estaba visiblemente puesto en SoVespiam.
Cory se adelantó y se subió a la mesa en un diestro salto. Rebecca ignoró la llegada de Corrine y continuó parloteando.
-...como decía, Leanders, me parece todo un mal gusto tanto alarde, la humildad es mejor vista que la excentricidad -cacareó Rebecca sin pausas-.
Angelik se acercó a Corrine y le sirvió tostadas, té, huevos escalfados y lonchas de jamón.
-¿A qué se refiere, milady? -preguntó solo por hacerlo puesto que no le interesaba lo que ella dijera-.
-Pues -respondió el doctor-. Esta mañana ha llegado una caravana de un poco más de quince carruajes, un ejercito de criados y han hecho mucho barullo en el pueblo.
-Parecía como si el rey se paseara por los caminos de Hampshire -se quejó Rebecca-. Y si fuera el rey, no hubiera hecho tanto escándalo.
-¿Y quién ha sido? -preguntó-.
Johanns, que la observaba mientras le tendía a su salamandra un cubo de jamón fue el que le respondió.
-Pues se rumorea en el pueblo que Lady Windsor a puesto sus garras de bruja en otra finca de cría de caballos... Y por la forma en la que dicen que los pertenecientes a la caravana llegaron lanzando vitorees y silbidos a sus amos mientras estos hacían una carrera a caballo... Supongo que se trata de Lord y Lady Windsor en persona -Espetó y frunció el ceño ligeramente-. Faltaba más...
-¿Qué crees que se traerán entre manos esa Neauve-Riche de mala crianza y el salvaje de su marido? Menuda pareja de bárbaros, haciendo escándalos solo para pavonearse ante todos -soltó Rebecca-.
Corrine dejó los cubiertos perfectamente arreglados sobre la servilleta y miró a Rebecca intensamente.
Vestía nuevamente en negro, su exceso de maquillaje creaba una capa que parecía poder cuartearse con aquella estirada sonrisita falsa.
-Pues... Es realmente trágico el hecho de que esa, ¿cómo la llamaste?, Neauve-Riche, sea, no solo una respetable condesa, sino también una de mis mejores amigas y que, su marido el bárbaro ostente un título tan antiguo como el propio de mi padre. Lady Vespiam -soltó sin vacilación-.
-Pardiez, mocosos con títulos que no saben llevar y niñatas con mente de hombres son cosas que hacen florecer en mi no menos ni más que una profunda lástima. Antes eso era inaceptable en la sociedad... A qué hemos llegado -continuó ella-.
-Pues... Antes tampoco se aceptaba que un Lord contrajera matrimonio con la hija de un estafador y... Bueno... aquí está usted...- señaló SoVespiam como si comentara el clima-.
-Insolencia... -gruño Rebecca-.
-Debería acostumbrarse a la insolencia si desea seguir viviendo bajo mi techo, víbora indiscreta -aguijoneó Corrine y sonrió triunfal-.

Alma CorrompidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora