El rumor de la sofisticada charla, el brillo de las arañas de cristal, que salpicaban de cera caliente a los que bailaban en el enorme salón, y la profusión de olores que anunciaba la inminencia de una suculenta cena engalanaban la opulenta mansión de Londres del titulado de Vespiam.
Ya de por sí el nombramiento de una dama sumamente joven a un título nobiliario tan añejado como el de Vespiam era pie para los cotilleos más llamativos de la naciente temporada, aunado al escandalo del reciente secuestro que había sufrido la misteriosa dama en cuestión.
Por eso, la invitación al cumpleaños de Lady Corrine Elaí Craven de Vespiam eran las más codiciadas de toda la sociedad, así que el despliegue de invitados se componía de varios ricachones extranjeros, pares del reino y locales con aciago abolengo se paseaban de aquí para allá a lo largo del salón disfrutando de todas las cosas que ofrecían ese día.
Todos estaban a la espera de ver bajar por alguna de las escaleras, que en forma de herradura daban al piso superior, a la Condesa de Vespiam.
Mientras tanto, Corrine quien se mantenía en su habitación, no pudo evitar sentirse nerviosa por toda la atención que atraería ese día.
Con la muerte de su madre y ahora la muerte de su padre, ignorando completamente el hecho de haber sido secuestrada, se suponía que debía mantener el luto por más tiempo, pero allí se encontraba luego de pocos días de su secuestro con un vestido rojo frambuesa confeccionado especialmente para ella, con el cabello en un intrincado moño alto en el que se podían ver pequeños brillos de joyería que embellecía su peinado más dos rizos sueltos enmarcando su rostro y los labios color carmín que tanto le gustaban.
Cory, en su forma lobuna que tanto le gustaba, esbozaba una sonrisa de orgullo mientras ella abría finalmente la puerta para salir de la habitación.
-Te ves preciosa, Corrine. Nadie podrá siquiera dirigirte un mal pensamiento.
Corrine acarició a su alma debajo de la barbilla para mostrarle afecto.
-Te quiero Cory, sé que no te lo digo a menudo pero no sabría qué hacer sin ti -confesó la joven, avanzando con gracia hasta los peldaños.
-¿Sin mi? Nunca tendrás que pasar por eso -le dijo el lobo y ella con una sonrisa divertida sobre sus labios comenzó a bajar los escalones de mármol con la cadencia apropiada para la entrada de la anfitriona.Sosteniendo partes de las telas del vestido tal como hacia cada vez que los vestidos eran largos, sintió un extraño cosquilleo dentro de su cuerpo que se debía a los nervios. Lo cierto era que la condesa esperaba no caerse por lo que su mirada iba de vez en cuando a los escalones que aunque una parte de ella sabía que no se moverían su mente pensaba diferente y le hacía pasar malos ratos al imaginar que podía caerse si daba un mal paso.
Los presentes dejaron todo lo que hacían y guardaron silencio cuando notaron a la joven bajando, aunque por lo bajo se podían escuchar los susurros de algunos criticando su vestuario, otros apreciando su belleza y otras envidiandola.
Johanns esperaba al final de la escalera con una sonrisa sobre sus labios mientras observaba lo hermosa que ella se veía ese día. Para Johanns, Corrine brillaba y casi podía compararla con un ángel, y si no fuera porque no sabía hacer poemas cursis se vería escribiendo y dejando en miles de pergaminos descripciones que no le llegarían a los pies a la condesa de Vespiam.
Más seguro que antes, hizo un puño con la mano en la que mantenía un regalo para Corrine y esperó pacientemente a que estuviera en los últimos peldaños para extender la otra mano y ayudarla a bajar, quedándose repentinamente sin aliento al ver sus ojos y su rostro de ángel frente a él.
No dijo nada por un par de segundos pero si acercó la mano ajena que había sostenido hasta él, dejó un beso casto sobre sus nudillos e introdujo poco a poco el anillo que había conseguido para ella en el dedo indicado, esperando que todos pudieran apreciar el momento.
Y así fue. Todos a su alrededor rompieron en cotilleos y murmullos sonoros, una oleada que se extendió por todo el salón con una rapidez agobiante.
Corrine estaba estupefacta. No pensaba hacer aquello en su cumpleaños a pesar de que habían hablado sobre ello después de su recuperación. Y Johanns pudo notar la duda en sus ojos, no dudaba que lo quería, sino que aquella duda se debía a si haría todo en ese momento, incluso pudo ver lo horrorizada que estaba por el que dirían los periódicos.
A él, le divertía todo el momento.Corrine sabía que se quejarían por el vestido, pero eso más el anillo no sabía que resultado podría tener.
Así que él se acercó hasta su oído para hablarle.
-Corrine... no les hagas caso. Prometimos que haríamos lo que querríamos y queremos estar juntos, no pienses en los demás -dijo y dejó un rápido beso en su mejilla ante de separarse.
La mujer apretó su mano en respuesta, como pidiéndole aliento y él se lo otorgó.
-¿Todo esto fue su idea, señor Leanders? Mis amigas me hicieron creer que todo lo habían planeado ellas y ahora el vestido, la fiesta... todo tiene sentido -profirió con un deje de diversión.
El hombre le dedicó una de esas sonrisas por las que ella mataría y que indudablemente la hacían suspirar, para después mover ligeramente su rostro hacia la multitud que esperaba unas palabras de parte de ella.
Corrine, captando la indirecta, se giró hacia ellos e hizo una reverencia perfecta que los presentes respondieron con otra.
-La ocasión amerita una formalidad del todo innecesaria -comenzó Corrine con el tono digno que había heredado de su padre-. Permitance sentirse, bajo mi bendición, como en casa entre mis salones...
Leanders carraspeó elegantemente, en un ademán casi tan frívolo como el aspecto que lucía.
Su traje negro impecable, sus lustrosos zapatos y su chaleco verde, el mismo verde de los ojos brillantes de su alma, Sorah, el irbis de nevado gris se veía radiante también.
-Dada su bendición, milady, me entregaré a la informalidad y, sin ánimos de desperdiciar la oportunidad, quisiera hacerle una proposición pública.
"Dio mio"... pensó Corrine con el corazón en la garganta.
Johanns levantó la mano de la mujer donde descansaba el anillo de diamantes color amarillo (en un vago intento de que se pareciera a los ojos de su prometida), para demostrarle a los invitados qué significaba aquello. Los murmullos aumentaron aunque eso no lo inmutó.
La instó a volverse una vez más para poder enfrentarse.
-Lady Corrine, sus amigos y conocidos se han reunido aquí para celebrar su cumpleaños y si acepta mi proposición, también nuestro compromiso. Entonces, ¿desea casarse conmigo? -preguntó sucintamente, sin arrodillarse, ni mostrar una sonrisa. Y es que no lo necesitaba, sus ojos decían todo lo que en el exterior no se mostraba.
Corrine sonrió mirando el esplendor general, dudaba que conociera a muchos entre los 600 invitados que las chicas habían seleccionado pero debía acostumbrarse ya a las multitudes y a los cotilleos... después de todo era condesa... y se casaría con un reconocido calavera. Ahora aquél era su mundo.
-Mil veces si -y mil veces latió su corazón contra su pecho mientras sentía un vínculo hacia aquél canalla igual de fuerte que el que la conectaba a Cory, su alma.
Fin
PD: La continuación se llamará Alma Atrevida.
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Alma Corrompida
FantasiUn alma no sólo era una amiga, ejercía el papel de consciencia, de protectora, de confidente. Su forma cambiante representaba tu estado de ánimo e, incluso, tus sentimientos más ocultos. Podían pasar de ser una pulga a pasearse con la forma de un el...