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Cory corría frente a ella por el campo, de vez en cuando se giraba para mirarla con sus gigantescos ojos avellanas de lobo para asegurarse de que ella seguía corriendo.

   Los pensamientos coherentes se disolvieron en la mente de Corrine y poco a poco, comenzó a rememorar escenas pasadas. Todo eso mientras corría atravesando los terrenos traseros de la propiedad como una chiquilla, con el cabello suelto y un nudo en su garganta, hasta llegar al campo donde un montón de flores perfectamente alineadas y cuidadas parecían extenderse por hectáreas.

   Siguió trotando hasta que sus piernas no respondieron más y simplemente se dejé caer en el suelo junto a su lobo siberiano. 

   -¿Qué crees que madre hubiese pensado si estuviera viva cuando padre me envió a Roma? -preguntó a Cory mientras recuperaba el aliento-. ¿Qué hubiese dicho?

    Cory lo pensó por un breve segundo.

   -No, si Elaí hubiese estado viva él no te hubiera enviado a ningún sitio -fue su respuesta-.

  Y entonces, recordó a su mamá cerrando los ojos. 

 "Tu padre no quiso hacer eso, Corrine. Debes entenderlo. Quizás te resulte difícil en este momento, porque debes estar furiosa, comprenderlo. Tuvo una infancia difícil. Es duro contigo porque sabe que eso te hará fuerte. Cree que hace lo mejor para ti"

  No, él no hacía lo mejor para ella. Ni siquiera el recuerdo de la voz de su madre podría convencerla ahora de ello. 

  El conde solo había sido suave, sutil, cariñoso con una sola persona en toda su existencia, con Elaí, la madre de Corrine.

   De ella solo recordaba claramente su voz, su dulcísima vocecilla de pajarillo arrullador. Tenía pocos recuerdos de ella físicamente, casi nulos, pero, aun así, no podía olvidar su voz cuando la consolaba, ni lo que le decía. 

   Por eso, por lo dulce y frágil que era su madre, no podía evitar pensar que él, Salomon Craven Lord Vespiam, no merecía a su madre, a Elaí.

  Corrine conocía la historia. 

   Elaí, el nombre de su madre, significaba "Lágrima" en el dialecto Romaní que hablaba la antigua tribu de ella. 

   La mujer era tan gitana como azul era el cielo y tan frágil e ingenua como la mariposa que hacia de su alma, Ceara. La madre de Corrine era una de esas raras ocasiones en las que un alma nacía con el mismo género que su ama.

    Él la conoció cuando, en cierta ocasión, la tribu de mamá había montado su campamento en el territorio de Craven's Manor. Ella era la joven princesita del clan, con tan sólo catorce años, era también la más protegida.

   Cuando Lord Vespiam había cabalgado con toda una cuadrilla de hombres armados para sacar a los gitanos se encontró perdidamente enamorado del único miembro de la tribu que podía hablar el inglés de forma más o menos civilizada. 

   Su madre se dejó seducir por aquel hombre, que dejó seguir a la tribu con su campamento.

   Tres días después de la llegada de los gitanos a los terrenos de Salomom, él la rapto y se la llevó a Londres de Tronos. Ella perfeccionó su Ingles y mostró grandes actitudes para el pianoforte, era increíblemente hermosa y envidiada por todos. Él nunca se casó con ella y, casi un año después de haberla raptado, ella quedó embarazada de Corrine.

   Todo iba como miel sobre hojuelas... pero solo para Lord Vespiam. Su madre se fue marchitando con los años, poco a poco fue enfermando, la luz de sus ojos negros se fue apagando y su música, anteriormente alegre y dulce, se tornó taciturna. 

Alma CorrompidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora