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En Royal Port, la sala casi circular daba a tres puertas, en la primera a la derecha estaba el membrete de Lord Kellan Belleau de Windsor, con severas letras de imprenta. Demasiado serias para el volátil Windsor.
La siguiente era la puerta más grande, de doble dindel e inmensa, rezaba Lord Solomon Craven de Vespiam en dorado y negro. Corrine suspiró ante la soberbia de su padre y tomó el pomo, se dispuso a entrar pero algo le faltaba.
¿Y la otra puerta que tenía?

Oscar leyó la pregunta en su rostro.
-Lord Adameus Cladmore de Tirwitshire- dijo.
Cory alzó las orejas.
-Él le disparó a tu padre -soltó el lobo caminando hasta la sencilla puerta de caoba y examinándola con denotado interés.

Oscar miró efusivamente a su chita, Meara, y esta habló con una voz meliflua, como de delicada dama. 

-Sí, mi Oscar se sorprendió bastante al saberlo, normalmente, lord Tirwit era un gran amigo del padre de tu lady- dijo la felina.

Cory se giró hacia la chita. 

-No sabía que trabajara con Vespiam- comentó un tanto censurador. 

La gata se sentó sobre sus cuartos traseros. 

-No, era el contador de casi todas las operaciones de Vespiam, antes de Leanders- dijo. -Ahora el puesto es de él.

-Qué conveniente. ¿Y Tirwit?- Cory inquirió.
-Muerto, Lord Vespiam le mató antes de que él concluyera- contestó la felina. 

Corrine tragó saliva. Que grande había sido su padre hasta el último momento. 

-¿Por qué? ¿Qué hizo que lo matara? - preguntó Corrine a Ozcar.

La luz de la ventana cercana hacía soltar destellos al dorado de su cabello y lo hizo parecer un pacha mundano cuando se encogió de hombros con una mueca de indiferencia.

Entonces desde la puerta de Lord Windsor se oyó el rasgar de un florete en el aire y luego el ruido metálico de algo cayendo al suelo. Cory corrió hasta pararse frente a Vespiam con un rugido en la garganta hacia la puerta. 

Oscar rió. 

-Descuide, milady, lord Windsor es un desastre, es normal oír que quiebra algo.

Cory se relajó sólo para decir. 

-¿Quizá Lord Kellan sepa más de Tirwitshire?- sonó a pregunta por el susto. 
-Quizá- concordó Corrine.

Kellan era, cuando Corrine lo conoció, un joven arrogante y de un carácter volátil. El cambio que el tiempo y su matrimonio habían obrado en él era casi hilarante. 

Su sonrisa era continua en su rostro, tenía rasgos toscos pero dispuestos de manera gloriosa, era un hombre atractivo por demás, claro que demasiado alto y corpulento para el canon de la elegancia pues si Ozcar era elegante y felino, Johanns sarcástico y sensual; Kellan era más como ávido y carismático, como si embutieras la animosidad de un tornado en un frasco atractivo. 

Pocas mujeres soportarían todo ese atractivo paquete de imperfecciones. Al menos que la mujer fuese una Leslie, que equilibraba esa energía con su propio carácter mandón.

Corrine lo encontró en cuclillas frunciéndole el ceño a la que había sido una bandeja de café y bollos cubiertos de azúcar. Llevaba un sable en la mano e iba ataviado con un inusual en él traje gris y negro, con zapatos lustrosos.

Se incorporó e hizo reverencia ausentemente. Parecía turbado.

-Lamento el desastre, milady, he tenido una mañana terrible. ¿La acompaño a su nueva oficina?- calmó su voz baritona, pero aún se sentía un deje enojado. 

Alma CorrompidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora