Capítulo XV. Los cabos sueltos II. Madre e hijo.

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Kevin J.

- "Esta mujer es capaz volver loco al Santo Jo, como le gusta llevarme la contraria."- Miré la hora de nuevo, sólo había pasado cinco minutos desde la última vez que la había mirado.

Me llegó un mensaje al móvil de los escoltas de mi mujer.

-" Señor, su esposa ha estado en la prisión, ha ido a visitar a la señora Powell"- una mescla de sentimientos, me atravesaron, de miedo, por si le pasaba algo, de rabia porque esa mujer hacia siempre lo que quiere sin pensar en su estado, de decepción porque lo hizo a mis espaldas, y por ultimo de total desasosiego y tristeza, en pensar en la mujer que allí se encontraba, una mujer que había decidido borra de mi vida, pero que sabía que pese a todo lo que nos hizo, era el ser que me dio la vida, y que a su manera, me quiso más a mí, que a nadie en este mundo.

Cuando mi esposa entró no hizo falta que le dijera nada lo leyó en mi cara.

- "Lo sabes verdad."- me dijo. No respondí, en ese momento no podía, me iba a ir a mi despacho, pero recordé la promesa que nos hicimos cuando ella volvió a mí, una promesa que hicimos por el ser que mi mujer llevaba dentro, ese ser que ella se empeñaba en decir que iba a ser una niña, una pequeña arpía que vendría a este mundo a castigar a los hombres por todos los males del mundo, en especial a su padre. Una promesa que nos unía más, nunca huir de una discusión, si no estábamos de acuerdo en algo, lo enfrentaríamos juntos.

- "Podemos hablarlo en otro momento, intento no ponerte en mis rodillas y darte unos azotes por seguir haciendo tu santa voluntad, sin darte cuenta de lo preocupado que estoy, y la ansiedad que me crea esto. No sé tú, arpía, pero antes de que acabe este embarazo, yo voy a acabar con una ulcera de estómago. Podrías pensar que me muero de preocupación cada vez que sales por esa puerta y no sé dónde estás. Casi te pierdo una vez, no puedo pasar por eso otra vez."- le dije sacando parte de la ansiedad que sentía.

Ella se acercó a mí, y me abrazó con fuerza, mientras yo le correspondía.

- "Nunca me iré hasta que dios me llamé y aun así estaré a tu lado, Kevin J. Powell, el día que ayudé a tu abuelo fue el día que hice mi pacto con el destino, para siempre estaré contigo y con mis hijos, hasta que ellos se vayan de nuestro lado, y lleguen nuestros nietos. Tú y yo, CEO obsesivo, manipulador niño de mamá. Y por eso quiero que vayas a verla, yo ya la perdoné, ambas amamos al mismo hombre, ambas moriríamos por su felicidad, ella es tu pasado, la persona que te dio la vida, la abuela de tus hijos, y cuando pague su delito, nos necesitará, y tus hijos curaran a su abuela, porque si te amo a ti, hasta el punto de traspasar la ley para dártelo todo, que no hará por sus nietos. Kevin J. Powell, debes ser feliz y con ese peso en el corazón nunca podrás. ¿Lo entiendes?, Ella es tu madre, y yo tu mujer, en tu futuro habrá tres mujeres que te amaran como a ningún hombre se le puede amar. Piénsalo mi vida mientras me besas."- me dijo haciendo que las lágrimas cayeran por mis ojos, antes de besar a esa bruja hechicera que entro en mi vida para darme amor, felicidad y volverme loco.

Tres días después decidimos ir a visitar a mi madre, pero antes teníamos la cita para confirmar lo que la bruja hechicera afirmaba que iba a tener una preciosa hija. Una mini-arpía, que me iba a crear más de una ulcera. Esperaba que el mundo estuviera preparado para la nueva generación de la familia Powell, porque la descendencia que había pedido mi abuelo en varias ocasiones ya estaba por llegar al mundo. Como decía en más de una ocasión el viejo CEO.

- "La mezcla de genes de las diosas mosqueteras, con los herederos Powell, era algo que debía estar en los manuscritos de seguridad de la ONU, como advertencia. "- a lo que mi arpía mujer solía responderle.

Matrimonio concertado del CEO: La Arpía y el CEO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora