Capítulo IV. "Primeros problemas en el paraíso. Orgullo de herederas."

1.3K 139 2
                                    


Miriam.


Después de haces el amor varias veces en la ducha y mientras nos secábamos sobre el aparador del baño, la cena se había quedado fría y tenía que recalentarla, le advertí a mi esposo que no se le ocurriera bajar hasta que no le llamar, mientras volvía a calentaba la cena, porque si no, mis esfuerzos de hoy en la cocina se irían a la basura, ya que no creía que mi cena aguantase otro golpe de calor y supiera igual, ni yo, dado el estado que estaban mis músculos de todo mi cuerpo, y el temblor de mis piernas no ayudaban, después de varias horas de sexo enérgico, Todo ello sin alimentar mi cuerpo, ni saciar mi sed de agua, de lo otro estaba más que saciada.
Mientras bajaba las escaleras, notaba como me costaba caminar, mis piernas estaban lánguidas, como perezosas, y doloridas, pero no era igual que como al dia siguiente que hicimos el amor por primera vez, que parecia un robot caminando, muchas veces Kevin tuvo que llevarme en sus brazos.

El peor momento fue, cuando entramos en el restaurante, yo estaba en sus brazos, pese a mis quejas, y todo el mundo se nos quedó mirando, algunas personas nos miraban con picardía, y otras con auténtica envidia sobre todo las mujeres, que me envidiaban o por no estar ellas, en mi posición. Yo en cambio, estaba totalmente avergonzada, porque sospechaba que más de uno sabía que el que mi marido me cargara en sus brazos, era más una cuestión de utilidad alimenticia, ya que estábamos hambrientos después de tanto ejercicio, que de una de puro romanticismo. En definitiva, mi estado actual, era más bien como si hubiera pasado por una sesión de spa, y masaje, y hubieran perdido su fuerza.

-” Es que este hombre cada vez que me hace el amor, me deja tan relajada que, luego me cuesta activarme, pero no puedes relajarte Miriam Powell, hoy tienes una importante conversación pendiente y tienes que dejar clara tu posición, es importante para vuestra relación, asi que mientras cenáis le planteas, lo que tú y las chicas, han decidido.”-
Tras calentar la cena llamé a Kevin que bajó con una sonrisa pícara. Conocía perfectamente esa sonrisa, y suele provocarme siempre que, se me altere el ritmo cardiaco.

-” No señor insaciable, primero me alimentas, y hablamos, y luego ya vuelves a darme otra paliza a sexo desenfrenado. Pero ahora tengo que alimentarme de comida, Kevin Junior Powell, o no pasaremos del primer año de casados, sin que tenga que empezar a tomar vitaminas. ¿Entendiste, esposo ardiente?”- le dije seria alejándome de él, colocándome al otro lado de la mesa.

-” Mira quien habla de control, la que no me dejó dormir ni una noche seguida desde el primer día que nos casamos, ¿Cuantas veces he tenido que ir a trabajar casi sin dormir, señora Powell? El problema no soy yo, es usted, que es insaciable.”- no puede evitar sonrojarme, tenía que tener la cara como para hacerme una foto, el pelo y la cara roja, parecería una manzana.

Y es que mi marido tenía razón, por mucho que me quejara, yo era peor que él, en estas cosas. Yo dormía después de despertarlo varias veces en la noche, jugando con su cuerpo, porque lo deseaba, y eso duraba a lo largo de la noche hasta la mañana.
En cambio, después de una noche de dormir a duras penas o no hacerlo directamente, ese pobre hombre se levantaba y se iba al trabajo, después de ser abusado por su mujer casi toda la noche.

Pero eso iba a acabar a partir de la reunión de la junta de mañana y tenía que hablarlo con él primero. Aunque eso no quiere decir que nuestra sana vida sexual tenga que disminuir, sólo son unas cuantas horas menos de sueño, ya la recuperaremos el fin de semana en la cama entre sexo y sexo.

-” ¡Mariam te has vuelto una adicta!, tienes un problema.”- me dije volviéndome a sonrojar, mientras me sentaba.

-” ¡Ah, no señora Powell! o deja de pensar ahora mismo en lo que está pensado, o hoy no se cena en esta casa, y otra noche que paso hambre de comida.” - oí a mi hombre burlarse con ese tono ronco de deseo tan tentador. No pude decir nada, porque sabía que me conocía y no podía negar lo evidente. Estoy obsesionada con ese hombre.

-” Bueno vamos a comer, porque tengo que contarte algo, que sabrá todo el mundo mañana, y es importante que lo hablemos hoy.”- le dije el me miró y se sentó. Parecía ansioso, y nervioso. Como si esperara algo importante.

-” Dime ¿de qué se trata?”- me preguntó.

-” Las chicas y yo hemos decidió comenzar a trabajar como secretarias de los jefes de departamento de cada una de las empresas que dirigís vosotros, yo entraría en la sección nacional, lo hacemos para aprender cómo funcionan y así podemos ayudarlos en el futuro.”"- le dije de golpe para ver su reacción.
-” ¿Por qué?, perfectamente puedes ser mi secretaria, si quieres trabajar, y ya me ayudarías así.

-” No es eso, necesitamos conocer la empresa que heredaremos junto con vosotros, y esa es la mejor forma, además vamos a ir de incognito, usaremos peluca o nos teñiremos el pelo...”-

-” ¡Ni se te ocurra tocar ese color de pelo, pelirroja o tendremos más que palabras!… no entiendo esa obsesión de querer trabajar, y lejos de mí, se supone que no podemos estar uno lejos del otro, ¿Por qué ahora te quieres pasar el dia viajando, de empresa en empresa, para trabajar en los diferentes departamentos? Ya bastante trabajo yo, para eso, podrías quedarte en casa y disfrutar de mi trabajo, eso es lo que hace mi madre y.…”- una furia me inundó y no le deje seguir, cuando lo oí que quería que fuera como su madre.

Por desgracia cuando la furia me inunda, dejo soltar lo peor que tengo cuando me enfado, mi lengua viperina, y en ocasiones como esta, es un arma de destrucción masiva, veneno puro.

-” Ni se te ocurra compararme con tu madre, niño de mamá, ni lo soy, ni lo seré, así mi vida dependa de ello.

Matrimonio concertado del CEO: La Arpía y el CEO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora