5 Todo gracias al sostén

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Al día seguiste me sentía como si estuviera fuera de mi cuerpo, recordando como había sido genial por una noche y le había cedido el control a un chico con unos ojos hermosos. Así fue todo el entrenamiento y no ayudaba en lo absoluto que estuviera entrenando con él. Se mantuvo en silencio, tal vez sospechando que apenas estaba procesando lo que había pasado, pero no dejaba se sonreírme cada vez que me pillaba mirándolo de reojo. Por fortuna, no había hecho ningún comentario al respecto, sabía lo que le convenía porque de haberlo hecho, habría aumentado la fuerza de mis golpes. Pero solo faltaba media hora para salir y yo aún no me sentía lista para hablar con él.

Aproveché que estaba tomando agua para escabullirme e ir al baño. Era como mi santuario porque era la única mujer ahí, el único lugar en el que podía estar sola, lejos de toda esa testosterona.

Como sombra en un día soleado.

Deseé en ese momento tener una amiga. Una de verdad. Así le pude haber llamado para preguntarle qué seguía con Mateo, me habría dado consejos que probablemente al final no habría seguido, pero al menos así habría sabido que no estaba sola. Pero lo estaba, e iba a tener que ingeniármelas. Además, no iba a ciegas. Él ya había confesado lo que quería, y yo sabía bien hasta qué punto estaba dispuesta a llegar.

¿Realmente lo estaba?

Tuve que mojarme la cara para darme valor y salir ahí de nuevo. Yo no era una cobarde, y después de lo de anoche no tenía sentido que tratara de ocultarme. Mateo sabía dónde vivía, dónde trabajaba y donde entrenada.

Era tenebroso si lo pensaba muy a fondo.

Cuando salí, pude escuchar de nuevo el dulce sonido de los puños chocando contra algo y el sonido que producen las suelas al resbalarse por un suelo pulido. Todo seguía igual, totalmente ajeno de mis nervios y mi debate mental.

Cuando volví a mi lugar, vio a Mateo sentado en una caminadora detenida, utilizando su celular. Me paré frente a él y subió sus ojos por todo mi cuerpo hasta llegar a mi rostro. Pero no rápido, no, fue de forma lenta, tan lenta que me dieron ganas de tomar su rostro y subirlo de golpe al mío. También me dieron ganas de darle una patada, pero no iba a poder justificarla después sin revelarle lo nerviosa que me ponía al hacer eso.

—Creí que te habías ido —dijo finalmente después de ese escaneo nivel: seguridad de aeropuerto.

—¿Por qué lo haría?

—Porque tienes muchas ganas de que vayamos a tu casa.

—Creo que ese eres tú. No puedo recordar ni una sola vez en la que te hayas sentado antes aquí.

—Eso no es cierto. Lo hago en los vestidores. Pero ahí no has tenido el gusto de verme —ladeó la cabeza, divertido.

—No veo porqué eso sería un gusto.

—Es porque no me has visto.

Negué con la cabeza y me aleje de él para recoger las cuerdas y las pesas que usamos. Ya habíamos terminado el entrenamiento de ese día, no teníamos nada más que hacer, solo esperar a que llegara la hora de salida. Mientras lo hacía, pensaba si era buen momento para bañarme o no, pero entonces Mateo se acercó a ayudarme y me olvidé de la idea.

Muy conveniente.

—¿Entonces?

—¿Entonces qué?

—¿Qué cenaremos en tu departamento?

Proyecté en mi cabeza la imagen que tenía de mi refrigerador, recordando que solo tenía para hacer sándwiches, y no me parecía muy adecuado darle eso para cenar. Tendría que gastarme el dinero que no me puede gastar anoche.

Golpe Bajo [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora