20 Decisión de vida o muerte

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Cuando llegué de la cafetería con Iriel, estaba muy agotada. Había caminado mucho y mi mente iba a toda velocidad, tratando de buscar cualquier cosa que le ayudara a Iriel para ganar el caso. La puerta se trabó cuando traté de abrirla y casi me voy al suelo cuando por fin cedió.

Gian no estaba en el sillón, pero había algo en la mesa de la cocina. Era un plato enorme de lasaña cubierta por papel aluminio.

Él no sabía hacer lasaña.

—¿Gian? —lo llamé, pero no obtuve respuesta—. ¿Dónde estás?

—¡Ya voy!

Estaba en el baño. Salió secándose las manos en la tela de su pantalón.

—¿Tú cocinaste esto?

—No. Vino a dejarlo un chico. Dijo que se llama Russell.

—Ah.

Supongo que me había visto demasiado mal como para enviarme comida.

—¿Lo conoces?

—Es hijo del hombre de mantenimiento. Supongo que somos algo así como... amigos.

—Pues qué amable.

—Sí. Es muy amable

Retiró el papel aluminio y puso el plato dentro de microondas.

—Pasó mucho hoy —admití, soltando un suspiro—. Apareció una representante en la academia. Sabe lo del video.

Se giró hacia mí, sorprendido.

—¿Cómo?

—Dijo que tenía personas al pendiente de nosotros.

—Eso suena como acoso.

—Lo sé.

—¿Y qué quiere? ¿Te sacaron? ¿Por eso llegaste temprano hoy?

Gian no mentía cuando me decía que me iba a apoyar en todo, aunque a él no le agradara nada sobre el boxeo.

—Quiere que le gane a Mateo.

—Oh —me miró con precaución, como si esperara que me pusiera a llorar en cualquier segundo—. ¿Y qué harás?

Me pasé las manos por la cara, negándome a responder eso. Aún no tenía idea de qué hacer.

—Le pidió a Iriel que me ayudara a recuperar la custodia de Alexis.

—Eso es muy amable.

—Lo sé. Y no tengo idea si decirle lo que me dijo la representante.

—No creo que sea la mejor decisión.

—¿Por qué no?

—Porque crearía problemas entre ustedes.

—¿Y no será peor que se entere por otra persona? Me pidió que no le volviera a mentir.

—No le estás mintiendo. Le estás ocultando información y eso es muy diferente.

—Para mí suena igual.

—Pero no lo es —se recargó a mi lado, muy serio—. Como amigo te digo que si es lo que quieres, hagas lo que sea para ganar. Pero si crees que vale la pena, entonces díselo a Mateo.

La alarma del microondas sonó y Gian sacó la comida quemándose en el proceso porque claramente su cerebro funcionaba así. Lo vi chupándose el dedo para aliviar el ardor y eso, extrañamente, me invitó a hablar de lo que había estado evitando.

—¿Te agrada Mateo?

Me miró de reojo, pero siguió partiendo la lasaña.

—Creo que es diferente.

Golpe Bajo [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora